El miedo vota

Por Carlos Semprún Maura (LA RAZON, 30/03/04):

No me escandaliza una victoria electoral del PSOE, aunque este partido, y sobre todo su líder, no me parecen rebosar de inteligencia. Desde la muerte de Franco España ha vivido bajo diferentes gobiernos, presididos por Suárez (olvidemos púdicamente a Arias Navarro), Calvo Sotelo, González y Aznar (sin lugar a dudas, el mejor de todos), y en cuanto a Zapatero, ya está calificado como «pacifista muniqués», en «Le Figaro» (17/3) por Alexander Adler, uno de los nuevos consejeros de Chirac. Pero bueno, España, y es lo esencial, ha progresado mucho durante estos años, se ha afianzado la democracia, ha mejorado la economía y el bienestar de los españoles. ¿Todo va bien, por lo tanto? Pues, no, todo va mal, porque este voto no obedece a uno de los fundamentos de la democracia, o sea la alternancia, este voto no significa que los electores estén convencidos de que el PSOE en el Gobierno (con sus aliados que serán probablemente ERC e IU, o sea, la repanocha), va a conseguir el pleno empleo, reducir aún más los impuestos, lograr el mejor sistema de sanidad del mundo y hasta acabar con ETA, no, en absoluto, no se trata de eso, es el miedo el que ha votado, es el miedo el que ha ganado las elecciones. Los tremendos atentados del jueves 11, han provocado, lógicamente, indignación y dolor, pero sobre todo miedo, y esto se ha demostrado en un voto de castigo contra Aznar «por habernos metido en estos líos, que conducen a atentados».

Los culpables del crimen no serían los terroristas, sería Aznar, y echándole a este, piensan que obtendrán paz y tranquilidad eternas para España. Un tal aquelarre del pensamiento, o mejor dicho de la emoción, no es cosa nueva, ni siquiera exclusivamente española, a esa cobardía se la califica a veces de «síndrome de Estocolmo». Si te arrodillas ante tus asesinos, puede que te perdonen la vida. La cuestión es saber si un país de rodillas es un país de verdad. He notado como los odios siguen concentrándose en Aznar, que no era candidato, pero pese a este detalle simbólico más grave me parece que buena parte de la prensa, y no sólo española, afirme tranquilamente que se ha tumbado a Aznar ¬siempre Aznar¬ porque había mentido acusando a ETA del crimen, pero señores, todos pensamos que era ETA, que además, ya había preparado semejantes atentados, que la Guardia Civil logró impedir en el último momento. Hasta Carod-Rovira declaró que ese atentado demostraba (?) la necesidad de negociar con ETA. Claro, que lo que pueda decir ese señor, cómplice de ETA, no tiene la menor importancia. Desde la primera comparecencia de Aznar por televisión le oí decir que pensaba que era ETA pero que no excluía ninguna otra pista ¿Cómo decirlo más claro? Dejémonos de los supuestos disimulos y mentiras del Gobierno y vayamos al grano, porque desgraciadamente si los electores, echando a Aznar, se creen que han terminado con el terrorismo, es exactamente lo contrario de lo que va a ocurrir. Y esto, hasta el Gobierno francés, el más anti USA y pro Sadam de todos los gobiernos europeos , lo ha entendido, e intenta aumentar las medidas de seguridad en su país. Este éxito de los terroristas, sangriento, rotundo, que ha matado a más de doscientas personas y ha ganado las elecciones, alguien con dos dedos de frente ¿se va a creer que anuncia el fin del terrorismo en nuestro país o en Europa? Cuando ese tipo de fanáticos obtiene ese tipo de éxito, evidentemente no se vuelven a cas para leer el Corán, o las obras completas de Sabino Arana en inglés, porque aún nadie me ha convencido de que ETA nada tiene que ver con los atentados de Atocha. Este tipo de fanáticos ya está preparando el próximo en Londres, París o en Roma. Y puesto que los electores han castigado no es la disminución del paro, o la mejoría económica, sino la posición del Gobierno de Aznar frente a la «crisis iraquí» que nos valen atentados, quiero decir tranquilamente que es lo mejor que ha hecho Aznar y, a parte de Otegui, Rovira y Zapatero, por obligación profesional muchos españoles se darán cuenta de ello, dentro de poco.

Como lo ha escrito Jean d Ormesson, después de tantos otros, los atentados de Madrid, tan cercanos a los del 11 de septiembre en los EE UU, y sin citar a todos los demás, Casablanca. Estambul, Túnez y un larguísimo y trágico etcétera, significan que ha comenzado la 4ª Guerra Mundial. Una guerra diferente, una guerra sin ejércitos, ni trincheras, una guerra de la que ni Julio César, ni Napoleón Bonaparte, ni Clausewitz nada ha escrito. Pero una guerra. Que se la califique de «guerra de religiones» o de «guerra de civilizaciones» a mí me da lo mismo, no soy religioso y apenas civilizado, pero sí soy, o creo ser, demócrata, y yo la calificaría de guerra de defensa de la democracia, esa vieja tía coja y roñosa que, sin embargo, ha vencido a Hitler, a Stalin, a Mao y que pese a la cobardía española, vencerá a los locos de Alá. La guerra de Iraq, pese a todas las propagandas y a su impopularidad, constituye un episodio de esa guerra, un episodio inconcluso, pero necesario. La tiranía se ha derrumbado, se ha detenido al tirano Sadam Husein, Libia y otros «países terroristas» se tambalean, y en este reciente acto de la tragedia universa, España desempeñó un papel modesto, infinitamente más modesto que el del Reino Unido, un papel equiparable al de Polonia, Hungría o Australia, para no citar a otros países, pero un papel al menos decente, y es precisamente por eso que el PP ha perdido las elecciones. Cabe preguntarse si vale la pena seguir escribiendo para ciegos, hablando con sordos y discutiendo con autistas. Porque si Aznar es un asesino fascista, como se grita estos días en Madrid ¿Qué seré yo? ¿Un comunista?

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