El mismo espíritu, veinte años después

Fue en 1986 en Laussanne cuando José Antonio Samaranch, entonces presidente del Comité Olímpico Internacional, pronunció unas palabras históricas: «À la ville de… Barcelona». Aquella sencilla frase tuvo un impacto enorme, no solo para nuestra ciudad, sino para el conjunto del país. Porque los Juegos Olímpicos de 1992 fueron el detonante de cambios en profundidad que abrieron las puertas a la modernización de nuestro tejido económico, a la construcción de nuevas infraestructuras y, al mismo tiempo, al impulso de la cohesión social y territorial de Barcelona.

Fueron unos Juegos donde todos trabajamos con ilusión, uniendo fuerzas desde las diferentes administraciones (desde el Ayuntamiento, la Generalitat y el Gobierno central), estableciendo las bases de una colaboración público-privada que es hoy de referencia para otras ciudades organizadoras de Juegos Olímpicos. Unos Juegos donde la sociedad civil se implicó al máximo y los más de 100.000 voluntarios olímpicos fueron una de las piezas fundamentales del éxito.

Barcelona sabía entonces que tenía una oportunidad única para ofrecer al mundo la mejor imagen de sí misma. Y lo hizo. La ciudad dio a conocer todos los activos por los cuales hoy sigue siendo conocida y respetada internacionalmente, y que han configurado una marca de prestigio que está entre las más importantes del mundo. Una marca que habla de profesionalidad, de innovación, de creatividad, de cultura, bienestar y calidad de vida.

Una marca que habla de gente preparada y con potencial, comprometidos con un proyecto de futuro. Una marca que, en especial, está asociada ineludiblemente al deporte y a la celebración de grandes eventos deportivos. Tan sólo en los últimos meses Barcelona ha acogido la Clase 470 de Vela, los Mundiales Júnior de Atletismo y los Mundiales de Balonmano y el mundial de Baloncesto, y dentro de poco, el Mundial de Natación y los X-Games. Todo ello es posible porque los Juegos Olímpicos del 92 nos dejaron un legado tangible impresionante, pero también una herencia intangible, en términos de prestigio y posicionamiento internacional. Unos activos y un potencial de futuro igualmente formidables que hemos sabido capitalizar y adaptar a los nuevos tiempos.

El legado tangible es, sin duda, el más conocido: el ordenamiento de todo el frente marítimo, la apertura de la ciudad del mar con los cuatro kilómetros de playa recuperados, la creación de la Villa Olímpica, el desarrollo de una red de infraestructuras de transporte y de comunicaciones moderna y eficiente. Pero al mismo tiempo, y de forma más que especial, está el legado intangible. Cuando trabajábamos para acoger los Juegos siempre decíamos que, en realidad, estábamos trabajando para la Barcelona del 93. De ahí que todas las instalaciones deportivas se diseñaron teniendo en mente que habían de servir a las personas y los clubs deportivos de la ciudad una vez acabaran los Juegos.

Todo ello ha tenido un importante impacto en nuestra calidad de vida y también en nuestro tejido económico y empresarial. Por ejemplo, en turismo: Barcelona ha pasado de recibir 1,8 millones de turistas en 1992 a 7,5 millones y 16 millones de pernoctaciones el año pasado. Además, nuestro Puerto es actualmente el primero a nivel europeo en turismo de cruceros y el cuarto del mundo, tan sólo por detrás de puertos del Caribe. Por otro lado, Barcelona ha podido también desarrollar un modelo productivo dinámico y diversificado que tiene en la cultura y el deporte unos pilares fundamentales. Barcelona se ha erigido además, en los últimos años, como una ciudad de referencia mundial en el campo de las nuevas tecnologías, la telefonía móvil, la investigación biomédica, la economía verde, el vehículo eléctrico, la autosuficiencia energética y la logística.

El proyecto olímpico, en definitiva, consiguió conjugar lo mejor de Barcelona y proyectarlo internacionalmente. Hizo brillar nuestro espíritu cívico y potencial de futuro. Un espíritu y un potencial que estoy seguro que Madrid también tiene.

Estoy convencido de que los Juegos Olímpicos de Madrid 2020 serán una buena oportunidad para retomar los valores que tan bien representó Barcelona en el año 1992. Porque Madrid tiene todos los activos y la potencialidad para acoger unos Juegos que reflejen los valores del olimpismo en el siglo XXI. Porque tiene la infraestructura imprescindible, la ilusión necesaria y también cuenta con personas e instituciones preparadas para hacer de estos Juegos Olímpicos una experiencia única.

Por este motivo Barcelona da todo su apoyo a Madrid en su candidatura olímpica. Pondremos a disposición de la candidatura de Madrid toda la experiencia y el prestigio olímpico de nuestra ciudad. Así lo hemos hecho público en diferentes ocasiones y hoy, una vez más, lo repetimos.

Por Xavier Trias, alcalde de Barcelona.

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