El modelo de resiliencia al terror de Francia

El modelo de resiliencia al terror de Francia

En una reciente tormenta de tuits, el presidente norteamericano, Donald Trump, compartió comentarios anti-musulmanes del grupo racista de extrema derecha Britain First, recordándonos con esto las profundas divisiones y temores que el terrorismo ha inyectado en las democracias occidentales.

Pero no todos responden a los ataques terroristas con el atavismo de Trump o Britain First. Tomemos el caso de Francia donde, el 13 de noviembre de 2015, militantes de Estado Islámico (EI) perpetraron atentados terroristas en la discoteca Bataclan y otros sitios de París. Aunque fueron asesinadas 130 personas -más que en cualquier otro episodio de violencia contra civiles en Francia desde la Segunda Guerra Mundial-, la conmemoración por parte de Francia del segundo aniversario fue extremadamente tranquila.

Al parecer, las autoridades francesas querían evitar que se reavivara el trauma doloroso del episodio. Ese trauma es algo natural para las familias que perdieron un ser querido, y están permanentemente devastadas, y para los sobrevivientes, cuya experiencia recibió poca atención.

Gran parte de la cobertura informativa que acompañó este aniversario demostró que para la mayoría de las víctimas, inclusive aquellas que no resultaron físicamente lastimadas, aprender a vivir "la próxima vida" es un padecimiento cotidiano. Desde los atentados, la relación con su entorno se ha trastocado. Los trastornos del sueño, las alucinaciones y los síndromes depresivos son comunes. Vidas enteras se han transformado.

En una encuesta de noviembre publicada por Le Monde, muchas víctimas mencionaron una incapacidad para regresar al trabajo. Y con cada nuevo ataque, en Francia u otras partes, el trauma se vuelve a despertar. "La vida continúa", escribe un sobreviviente. "¿Pero qué vida?"

Por otro lado, la sociedad francesa ha demostrado ser resiliente. Después de los atentados de París, los franceses rápidamente demostraron que no abandonarían su estilo de vida, ni cederían a la tentación de una guerra civil. No hubo estallidos importantes contra la población musulmana del país.

El estado de emergencia que declaró el ex presidente François Hollande inmediatamente después de los ataques les permitió a las autoridades francesas restablecer el orden público, deteniendo a sospechosos, realizando allanamientos en viviendas y cerrando ciertos lugares de oración. Grupos de derechos humanos criticaron algunas de estas medidas por considerarlas violaciones de las libertades civiles; pero, en su mayoría, se aplicaron sin contratiempos.

El 1 de noviembre de 2017, muchas de las mismas medidas del estado de emergencia, con algunos ajustes, se transformaron en leyes. A pesar de algunas protestas esperadas, la nueva legislación antiterrorista cuenta con un amplio respaldo entre los franceses, que parecen dispuestos a aceptar ciertas limitaciones a las libertades personales en nombre de la seguridad colectiva.

Otra consecuencia de los ataques es que se ha fortalecido la cooperación internacional entre los servicios de seguridad, se han adoptado nuevas tecnologías y se ha implementado la vigilancia con videocámaras de manera más generalizada. A comienzos de este año, el presidente francés, Emmanuel Macron, estableció una fuerza de tareas antiterrorista especializada en el Palacio del Elíseo. Y, con el tiempo, los soldados armados -algunos de los cuales han sido blancos de nuevos ataques- se han vuelto una presencia familiar en las calles francesas.

Aun así, una mayoría de los ciudadanos franceses siguen profundamente preocupados por la amenaza del terrorismo no sólo proveniente del exterior, sino de gente que vive en Francia, muchas veces con ciudadanía francesa. Y se pueden observar temores similares ante un extremismo autóctono en muchos otros países europeos.

En los últimos años, algunos de los que se sintieron atraídos por el extremismo de inspiración islamista han perpetrado atentados con instrumentos rudimentarios, desde autos y camiones de reparto hasta cuchillos de cocina. Si bien los extremistas violentos son una ultra-minoría en la población musulmana, sus acciones han alimentado una creciente desconfianza en la sociedad francesa.

Peor aún, la exitosa campaña militar contra el EI plantea nuevos temores sobre los extremistas violentos que vuelven de Siria. Más de 250 personas, entre ellas casi 60 niños, ya han regresado a Francia. La mayoría de las veces estas personas son arrestadas por fuerzas de seguridad y llevadas ante la justicia. Sin embargo, lidiar con mujeres y niños que regresan se ha convertido en otra controversia en sí misma. Y, además de los militantes conocidos, las agencias de seguridad deben monitorear a miles de otros sospechosos.

Esta situación inevitablemente afecta las actitudes francesas en cuanto a recibir a inmigrantes y refugiados que, en su mayoría, provienen de países predominantemente musulmanes. También tiene un profundo impacto en el debate tácito pero constante en Francia sobre el lugar de los musulmanes en la sociedad francesa. Si bien expresiones visibles del Islam han sido desde hace un tiempo motivo de controversia en Francia -debido a la historia política y colonial del país, la concepción de la identidad nacional y el secularismo cultural y legal-, debates similares también se están llevando a cabo en Alemania, Holanda y otros países europeos.

En los dos años transcurridos desde los atentados del EI en París, Francia se ha preparado para enfrentar la amenaza terrorista. Pero el consenso político sobre cómo hacer frente al terrorismo, que prevaleció después de los ataques de enero de 2015 en Charlie Ebdo y el supermercado kosher Hypercacher, se ha erosionado. Algunos ahora quieren desestimar el terrorismo como una característica de la vida cotidiana, como si la violencia extremista planteara un peligro similar a los accidentes viales, el alcohol o la enfermedad.

Estos argumentos probablemente fracasen en Francia. Inclusive si la amenaza del terrorismo siempre existirá, la resiliencia no debe convertirse en resignación. Si existe otro ataque serio, los franceses sin duda culparán a sus líderes de no protegerlos. Y si las autoridades electas no han tomado las precauciones necesarias o han demostrado una sensación de resignación, los votantes se los harán saber en las urnas. Como prueba, basta con ver el éxito de los partidos de extrema derecha en las últimas elecciones alemanas y austríacas.

Raphaël Hadas-Lebel, author of Hundred and One Words about the French Democracy, is an honorary member of the Conseil d’Etat and a former professor at Sciences Po.

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