El modelo prosaico de la Monarquía Española

La Transición democrática fue un gran éxito pero, como toda obra humana, no fue perfecta y ahora observamos muchos excesos y quizás numerosos defectos, incluido algunos elementos conceptuales de la monarquía reinstaurada en 1975. Dos jóvenes historiadores, Miguel Ángel Aguilar Rancel y Óscar Hernández Guadalupe, han publicado recientemente un importante libro, Juan Carlos Rex. La Monarquía prosaica, cuya lectura es sin duda muy recomendable. Se trata de un trabajo académico riguroso, pensado y redactado en el mejor y leal servicio a la Monarquía. Este libro se propone ayudar a entender las dificultades y limitaciones que tiene la Corona española para ejercer adecuadamente sus funciones de moderación, simbólicas y representativas que son el activo principal de una monarquía al servicio de la estabilidad política y por tanto de España y de los españoles.

A lo largo de casi ochocientas páginas, los autores desgranan multitud de argumentos conceptuales, históricos, constitucionales, de derecho comparado, políticos, estéticos y simbólicos al servicio de una tesis principal: la materialización de una monarquía prosaica, de convertir a la Familia Real en una «familia normal» próxima y campechana, lejos de facilitar la estabilidad y majestad de la Corona, ha tenido el efecto contrario de pérdida de respeto y lejanía. Sería mucho más conveniente un concepto algo más tributario de las tradiciones históricas de la Monarquía, en las que España es tan rica, para hacer frente a tiempos de crisis y facilitar el ejercicio de sus funciones constitucionales de moderación y representación.

Resulta apabullante la multitud de ejemplos, anécdotas y situaciones cotidianas en los que los autores apoyan su argumentación de modo que la tesis mencionada queda absolutamente justificada a lo largo del texto. Para ello, los autores parten de un primer capítulo de Precedentes en el que analizan la salida de España de Don Alfonso XIII y la difícil y solitaria infancia de D. Juan Carlos. El espacio de cuarenta y cuatro años, alejado de las prácticas monárquicas, fue letal para el mantenimiento de las sólidas tradiciones simbólicas y de representación vigentes durante siglos en la cúspide del poder político español. Además, el franquismo no contribuyó a ese mantenimiento, sino a su eliminación al considerar a la monarquía de Don Alfonso XIII (y en parte al mismo Don Juan, su hijo, legítimo heredero) tributaria del demoliberalismo y algo a evitar como peligroso para la misma esencia del régimen. De ahí que las bases conceptuales y protocolarias de la nueva monarquía «reinstaurada» adoleciera de referentes del pasado e hiciera especial hincapié en una Corona despojada del oropel consustancial a la Institución.

Si a todo ello le añadimos la invasión representacional de los políticos españoles, singularmente los presidentes de Gobierno, se entiende el bajo perfil resultante de la majestad atribuida y aparente de los Reyes de España. Y es que a lo largo de estos treinta y seis años se ha ido produciendo una cierta diarquía ante el enorme poder y aparato del presidente del Gobierno en prejuicio de la representación del Rey. El presidente del Gobierno es por propia definición líder de un partido y el Rey lo es de todos los españoles. La superioridad de la representación del Rey, fundada en la Constitución y en la dinastía histórica, en muchas ocasiones ha sido expresamente tapada, suplantada, por el presidente de turno en menoscabo de la dignidad del Monarca. Por no hablar de algunas esposas de los presidentes de Gobierno con ínfulas de «Primeras Damas».

El libro se completa con un repaso de ejemplos muy concretos de limitación del nivel ceremonial de actos presididos por S. M. el Rey en los que el Monarca ve reducida la dimensión simbólica e histórica que es la esencia de la Corona. Sin esos atributos, la figura Real queda aminorada en un papel funcionarial mucho más fácil de cuestionar y remover en tiempos de turbulencia políticas. Y ya se sabe, algunos dirigentes políticos con serios problemas de corrupción o con problemas internos de partido pueden estar tentados en desviar la atención y responsabilidad propia hacia la más alta magistratura. Afortunadamente, aún no es el caso, pero alguna patita ya ha enseñado un político profesional inmerso en un mar de contradicciones de encargos de espionaje político y líos de autodeterminación como el dirigente del PSC en Cataluña, un tal sr. Navarro.

En definitiva, estamos ante un libro de lectura muy recomendable para los lectores que deseen ilustrarse en elementos muy importantes de la política actual y de la Historia reciente de España. Y, finalmente, un libro estupendo para aquellos que tienen alguna responsabilidad en contribuir a evitar caer en algunos errores de bulto, sobre todo el que se refiere a disminuir la majestad de los Reyes en aras de un limitado beneficio (a veces, claramente contraproducente) de una imagen de «familia normal», de Monarquía prosaica.

Guillermo Cortázar, historiador.

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