El momento de la verdad para el Banco de Japón

La economía japonesa ha disfrutado de siete trimestres consecutivos de crecimiento positivo, con una tasa anual promedio que alcanza el 1.9%. Debido a que la demanda agregada excede el producto potencial en un 1%, la “brecha del PIB” de este país ahora es positiva. El desempleo bajó al 2.7%, el nivel más bajo desde el año 1993, y el ratio de empleos disponibles con relación a la cantidad de solicitudes de empleos es de 1.56, el nivel más alto desde el año 1974, lo que resulta en una aguda escasez de mano de obra en varios sectores, incluyendo la construcción, venta al por menor y entrega de paquetes. Y, en enero de este año, el Promedio de Acciones Nikkei subió por encima de ¥24,000 ($216), su nivel más alto desde el año 1991.

Pero, si bien estos indicadores sugieren que Japón finalmente ha logrado salir y ver la luz después de más de dos décadas de estancamiento, deflación e inseguridad económica, la tasa de inflación general, que es de sólo el 0.6%, sigue situándose muy por debajo del objetivo del 2% que fue fijado por el Banco de Japón (BdJ). Además, es destacable mencionar que mientras el BdJ atribuía la baja inflación a la caída de los precios en el sector energético, este sector en la actualidad está contribuyendo positivamente a la inflación. Cuando se excluye los alimentos frescos del índice de precios, la tasa aumenta al 0,9%, pero dicha tasa cae al 0,3% cuando también se excluye la energía.

Teniendo en cuenta la actual escasez de mano de obra, permanece como un misterio las razones por qué Japón no ha experimentado una espiral de inflación salarial saludable. No cabe duda, también hay una carencia de inflación en Estados Unidos y Europa. Sin embargo, el caso japonés es particularmente sorprendente. La economía real de Japón ha estado respaldada durante años por déficits fiscales tan altos como el 6% del PBI y por una extraordinaria expansión cuantitativa (QE), que el Gobernador del BdJ Haruhiko Kuroda introdujo en abril del año 2013. Desde entonces, el ratio deuda/ PBI aumentó a 230 %, y el BdJ asumió la propiedad de más del 40% de los bonos del Estado (JGB) en circulación.

El BdJ mantuvo su tasa de política en terreno negativo y una tasa de 0% a 10 años mediante la compra anual de ¥80 millones de millones en bonos del gobierno japonés (JGB) y ¥6 millones de millones en acciones. Pero, más recientemente, ha mantenido la tasa de los bonos a diez años en 0.0 a 0.1%, y a la vez redujo el ritmo de nuevas compras de JGB, apuntando a un nivel de alrededor de ¥50 millones de millones, comportamiento que algunos consideran como un alejamiento sigiloso de la QE.

Ya que el mandato de Kuroda finaliza a principios de abril, dos bandos de críticos alzan cada vez más sus voces sobre el tema. El primer bando, argumenta que la economía real es lo que importa, este bando quiere que el BdJ deje de proporcionar estímulo y comience a preocuparse por su hinchado balance de resultados.

Cuando la tasa de inflación se desplace acercándose más al objetivo, el BdJ tendrá que empezar a levantar su tasa de política y las tasas a largo plazo sin necesidad de cambiar el tamaño de su balance de resultados – que exactamente es lo que ya está haciendo la Reserva Federal de Estados Unidos. Dada que la tasa de cupón promedio es baja para los bonos a largo plazo del lado de los activos, el cambio ascendente de la curva de rendimiento se traducirá en una pérdida para el Banco de Japón (“señoreaje negativo”), al menos temporalmente. En el peor de los casos, el BdJ podría agotar su capital y requerir una inyección fiscal, que podría poner en peligro su independencia.

De manera consonante, el primer bando cree que el objetivo de inflación debe reducirse a 1%. La inflación, en dicho caso, estaría en su nivel objetivo, y el BdJ podría cerrar su programa de QE. El mayor inconveniente de este abordaje es que se causaría que el yen se aprecie bruscamente, dando un golpe a la economía real.

El segundo bando cree que es necesario más estímulo, y que aumentar la tasa de impuesto de consumo (IVA) en abril de 2014 fue un gran error, como lo es la disminución sigilosa del programa de QE. Por el contrario, este bando cree que la QE y las políticas fiscales expansivas deben permanecer a toda velocidad hasta llegar a la meta de inflación de 2%. Eso significa más gasto gubernamental a través de más emisiones de JGB, que irían a ser comprados por el Banco de Japón – esto también se conoce como “dinero helicóptero”. El problema es que hinchar intencionalmente el déficit presupuestario aumentará el riesgo de una crisis fiscal a futuro, sin ayudar a la economía real.

Cuando el Banco de Japón celebró su última reunión de fijación de políticas los días 22 y 23 de enero pasado, esta institución mantuvo el abordaje que ha seguido durante más de un año. Kuroda y sus vice-gobernadores probablemente esperan que un buen desempeño de la economía real se vaya a traducir en una mayor inflación pronto. Pero, ¿ocurrirá eso?

En general, los tres puntos clave para el aumento de la inflación son: los aumentos de salarios, resultantes de la escasez de mano de obra; las expectativas de una mayor inflación en el futuro entre el público; y un entorno externo favorable.

Con respecto a los salarios, el gobierno del primer ministro japonés, Shinzo Abe, ha estado presionando a las grandes corporaciones para que aumenten los salarios en un 3% o más. Eso debería ser manejable, teniendo en cuenta que muchas empresas disfrutan de ganancias récord. Y, sin embargo, los sindicatos en Japón siguen siendo tímidos y los trabajadores siguen traumatizados por los 15 años de deflación. Como resultado, muchos optan por la seguridad del empleo en lugar de aumentos salariales. Los trabajadores temen que exigir salarios más altos otorgue a las empresas una excusa para trasladar sus operaciones al exterior o para adoptar tecnologías que reemplacen la mano de obra.

En cuanto al segundo ingrediente, el BdJ admitió que subestimó la dificultad de influir en las expectativas de inflación cuando introdujo su programa de QE en abril del año 2013. En Japón, la tasa de inflación esperada, sin importar cómo se la mida, tiende a registrar la tasa de inflación real, aunque con algo de retraso. Esto ayuda a explicar por qué simplemente anunciar un objetivo del 2% no ha anclado las expectativas del público, como lo ha hecho en EE. UU.

Al mismo tiempo, el entorno externo es prometedor. Casi todas las demás economías avanzadas experimentan un crecimiento constante y sincronizado. Y, las economías emergentes, especialmente China, también han recuperado su fortaleza. Al menos a nivel de la economía mundial, las estrellas parecen estar alineadas para que la inflación alcance la tasa objetivo del 2% en Japón, Estados Unidos y la eurozona.

En Japón, la curva de Phillips tiende a tener forma de L. En este momento, la economía está muy cerca de un quiebre en la “L”, el punto conocido como la Tasa de desempleo no aceleradora de la inflación (NAIRU). Cualquier señal de movimiento vertical (que implique una mayor inflación con una tasa de desempleo en NAIRU), en lugar de un movimiento horizontal (una tasa de desempleo más baja sin inflación del IPC), será bienvenida por el BdJ, y buena para la economía en general.

Takatoshi Ito, a former Japanese deputy minister of finance, is Professor of Economics at the School of International and Public Affairs, Columbia University, and Senior Professor at the National Graduate Institute for Policy Studies, Tokyo University. Traducción del inglés: Rocío L. Barrientos.

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