El momento de senilidad de la política pública

Hace un siglo, los niños superaban en número a los ancianos nada menos que por diez a uno en la mayoría de los países europeos. Actualmente, hay tantas personas de más de 65 años de edad como de menos de 16. En el Reino Unido, una de cada seis personas, más o menos, tiene 65 años de edad o más, frente a uno de cada ocho americanos y uno de cada cuatro japoneses.

A ese cambio han contribuido el descenso de las tasas de natalidad y de mortalidad infantil en la primera mitad del siglo XX, junto con el aumento de la esperanza de vida en los últimos decenios. Sean cuales fueren las causas, muchos están preocupados por que en los próximos decenios unas poblaciones en rápido envejecimiento presionen cada vez más a los sistemas de salud, asistencia social y seguridad social de forma insostenible para los presupuestos públicos.

Pero, si bien esos temores no son del todo infundados, los debates sobre el envejecimiento de la población suelen exagerar la escala, la velocidad y las repercusiones de esa tendencia basándose en ideas fundamentalmente equivocadas sobre cómo envejecen las poblaciones. A diferencia de las personas, las poblaciones no siguen el ciclo vital de nacimiento, envejecimiento y muerte y, si bien la distribución de edad de una población puede cambiar, la edad resulta ser una forma poco fiable de calibrar la productividad de una población al aumentar la duración de las vidas individuales.

La edad tiene dos componentes: el número de años que ha vivido una persona (que resulta fácil de medir en el caso de los individuos y las poblaciones) y el número de años que le quedan por vivir a una persona (que en el caso de los individuos es desconocido, pero en el de las poblaciones se puede predecir). Al reducirse la mortalidad, la esperanza de vida restante (EVR) aumenta para todas las personas de todas las edades. Esa distinción es decisiva, porque muchos comportamientos y actitudes (incluidos los relacionados con la salud) pueden estar más intensamente vinculados con la EVR que con la edad.

El indicador normal del envejecimiento de la población es la relación de dependencia de las personas de edad (RDPE), que divide el número de personas que han llegado a la edad de la jubilación por el número de adultos en edad de trabajar, pero ese método no distingue entre las personas en edad de trabajar y las que trabajan en realidad, sin por ello dejar de clasificar a todas las personas cuya edad supera la edad legal para jubilarse como “dependientes”.

En realidad, los cambios económicos y sociales han acabado con la vinculación entre edad y dependencia. Los jóvenes dedican un número de años cada vez mayor a la educación, mientras que muchos trabajadores mayores se jubilan antes de tiempo, lo que indica que tienen suficientes ahorros personales. En el Reino Unido, los 9,5 millones de dependientes en edad de trabajar (los que no tienen un empleo remunerado) son más que los que han superado la edad de jubilación y no trabajan.

Además, la RDPE no tiene en cuenta que el aumento de la esperanza de vida con el tiempo hace que personas de la misma edad cronológica resulten en realidad más jóvenes. En 1950, una mujer británica de 65 años tenía una esperanza de vida media de 14 años; actualmente, puede abrigar la esperanza de vivir otros 21 años (en el caso de los hombres, las cifras son 12 y 18 años, respectivamente).

Muchos otros países, en particular del mundo desarrollado, han experimentado cambios similares y donde más ha aumentado la esperanza de vida ha sido en el Japón. Entretanto, algunos países de la Europa oriental siguen aún a la zaga y en Rusia no se ha observado aumento alguno desde 1950 (véase el cuadro).

Cuadro: esperanza de vida a la edad de 65 años en algunos países industrializados, 1950-2010

Hombres Mujeres
1950 1975 2000 2010 Cambio

1950-2010

1950 1975 2000 2010 Cambio 1950-2010
Estados Unidos 13 14 16 18 5 15 18 19 21 5
Canadá 13 14 17 19# 5 15 18 20 22# 7
Australia 12 13 17 19# 7 15 17 21 22# 7
Reino Unido 12 12 16 18 6 14 16 19 21 6
Francia 12 13 17 19 6 15 17 21 23 8
Italia 13 13 17 18# 5 14 16 20 22# 7
Suecia 14 14 17 18 5 14 17 20 21 7
Hungría 13 12 13 14 1 14 15 17 18 4
Rusia 13* 12 11 12 -1 16* 16 15 16 0
Japón 11 14 18 19# 8 13 17 22 24# 11
Taiwán 12 16 18 N/D 15 18 21 N/D

Fuente: Base de datos sobre la mortalidad humana

* 1959; # 2009

Una forma mejor de calibrar las repercusiones del envejecimiento de la población es la relación real de dependencia de las personas de edad (RRDPE), que divide el número total de personas con una EVR de quince años o menos por el de personas que tienen empleo, independientemente de su edad. Esa medida explica las repercusiones reales de los cambios en la mortalidad, al permitir que la  divisoria de la “vejez” cambie cuando los avances en salud prolongan la duración de la vida productiva de las personas.

Mientras que en los últimos decenios la RDPE ha aumentado en los países avanzados, la RRDPE ha disminuido. Sin embargo, esta última se ha estabilizado y es probable que vaya aumentando gradualmente en los dos próximos decenios (véase el gráfico). En Alemania e Italia, la RRDPE ha permanecido casi uniforme durante dos decenios por haber tenido esos países un aumento más lento del empleo y tasas de natalidad menores que el resto del mundo desarrollado.

La inmigración ha desempeñado un papel importante en la reducción de la RRDPE de muchos países al aumentar las tasas de empleo. Una participación cada vez mayor en la fuerza laboral de las mujeres, que pasan una parte mucho mayor de su vida en empleos remunerados que hace 50 años, cuando las mujeres los abandonaban después de casarse o de tener hijos, ha contribuido también a reducir las RRDPE.

Naturalmente, si no se refuerzan esas tendencias, el efecto es el opuesto. El Japón, donde la oposición a la inmigración y la falta de adopción de la igualdad sexual han provocado un rápido aumento de su RRDPE, es un buen ejemplo de ello. Una tasa baja de empleo femenino ha aumentado también la RRDPE de la India, aunque no tan drásticamente. También Rusia ha experimentado un importante aumento en su RRDPE por la dislocación económica que siguió al comunismo, pero el resto de las economías en ascenso más importantes sigue teniendo RRDPE relativamente bajas.

En resumen, la RRDPE transmite una historia muy diferente de la RDPE, con al menos tres consecuencias normativas importantes. En primer lugar, el envejecimiento de la población no es una excusa para recortar el Estado del bienestar o considerar insostenibles las disposiciones relativas a las pensiones. Al fin y al cabo, ese fenómeno está en marcha desde hace más de un siglo y en algunos sentidos sus repercusiones económicas y sociales se han ido reduciendo en los últimos decenios.

Además, la RRDPE pone de relieve que la demanda en aumento de atención de salud y servicios sociales no es consecuencia de que haya un porcentaje mayor de personas que hayan superado una edad determinada. Factores como los avances en los conocimientos y la tecnología médicos y la complejidad cada vez mayor de las condiciones de comorbilidad son mucho más relevantes.

En realidad, si bien las tasas de discapacidad propias de determinada edad parecen estar disminuyendo, las generaciones recientes tienen un peor panorama en materia de riesgos que las anteriores a consecuencia de tendencias como las tasas de obesidad en aumento. Así, pues, la capacidad de los sistemas de salud para afrontar una longevidad en aumento dependerá del cambio de la relación entre morbilidad y EVR.

La tercera consecuencia se refiere a la enseñanza superior. Las personas de edad con títulos universitarios (una pequeña minoría de su generación) cuentan con una importante ventaja de longevidad. Si persiste el efecto de aumento de la vida resultante de la enseñanza superior, podemos esperar que se acelere aún más el envejecimiento de la población, al envejecer las generaciones más jóvenes, mayores y que hayan cursado la enseñanza superior.

La preparación para afrontar una demografía en transformación requiere una comprensión más matizada de lo que significa de verdad el envejecimiento de la población. Para eso, es esencial el indicador apropiado: la RRDPE.

John MacInnes is Professor of Sociology at the University of Edinburgh. Jeroen Spijker is Senior Research Fellow at the School of Social and Political Science, University of Edinburgh. Traducido del inglés por Carlos Manzano.

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