El monstruo de la temporalidad

En Catalunya y en España se ha creado mucho empleo desde el inicio de la recuperación (2014). El mayor empleo es muy positivo y explica el aumento del consumo privado -pese a que los salarios no suben o lo hacen poco- y el crecimiento del PIB, uno de los más altos de Europa. Pero el porcentaje de contratos temporales vuelve a crecer (cayó en la crisis porque se despidieron más temporales que fijos) y, junto a la morosidad salarial y a la muy corta duración de algunos empleos (menos de una semana), han permitido generalizar la crítica a la precarización del empleo. La preocupación ha llegado a tal punto que una patronal -la Pimec- ha dedicado una jornada -con la participación de empresarios, expertos y los líderes catalanes de UGT y CCOO- a analizar la temporalidad.

Es, sin duda, el momento de preguntarnos adónde vamos porque la temporalidad sube en plena expansión -lo que en principio choca- y en España y Catalunya (27,7% y 21,6%) está muy por encima de la media europea (un 15%) y de la de países como Francia (16%), Italia (14%), Alemania (13,2%) y Austria o Irlanda (9% y 8,1%). Además, de los contratos que se hacen cada año (a no confundir con su porcentaje en la economía) la rotación hace que un 87% sean temporales.

Pero el simplismo no ayuda a entender la realidad. Del 2013 al 2017 el número de contratos fijos creció en Catalunya un 75% y el de temporales bastante menos, el 44%. Lo que pasa es que los temporales son muchos más por la gran rotación.

Un 41% de los temporales son de menos de un mes y de estos muchos son de un día o de una semana que muchas veces se repiten. ¿Se puede explicar el gran número de contratos de un día o dos solo porque ahora se ha convertido en empleo legal lo que hasta hace poco era economía sumergida y trabajo en negro, cómo defendió María Angeles Tejada, de Randstat?

Es cierto que España puede tener una temporalidad algo superior a la de otros países por la importancia del turismo que es, en gran parte, una actividad de temporada. Pero el exceso de temporalidad es muy negativo. Disminuye la formación y motivación del trabajador y baja así la productividad del país, lastra el crecimiento porque los contratos temporales implican menos capacidad de consumo y de crédito, reduce los ingresos de la Seguridad Social y -lo subrayó Santiago Bentolila en las jornadas de La Granja- perjudica la fecundidad. La fecundidad en países donde la mujer está incorporada al trabajo es alta, donde cae es en aquellos otros (como España) en los que entre las mujeres jóvenes abunda la temporalidad.

Son contraindicaciones serias. En la sesión de Pimec se puso de relieve que la tendencia a contratar temporales no se debe solo al menor coste del despido sino a la seguridad jurídica. Susanna Visauta, del sector industrial, subrayó que muchas medianas empresas pudieron sobrevivir a la caída de la demanda de la crisis eliminando el colchón de empleos temporales. Si todos hubieran sido fijos, habrían sucumbido.

Una posible solución es incrementar la seguridad jurídica de las empresas a la hora de adaptar las plantillas al ciclo económico. Disminuir las trabas jurídicas a flexibilizar. Los sindicatos son muy contrarios porque aseguran que sería precarizar más el empleo. Quizá, pero la muy alta temporalidad también lo es. Josep González, presidente de Pimec, abogó por medidas puntuales como potenciar, a través de la negociación colectiva sectorial, el contrato fijo discontinuo, alargar el periodo de prueba que hoy es demasiado corto y favorecer la flexibilidad a través de las bolsas de horas.

Y es que no hay solución milagrosa. Restringir el contrato temporal podría perjudicar el dinamismo económico y dañar el empleo. Y no percibo entusiasmo por el contrato único de Ciudadanos. Los sindicatos son contrarios porque ven en él la precarización definitiva del empleo fijo. Y muchos economistas y empresarios creen que es una fórmula demasiado rígida (incluso Alemania tiene mas de un 13% de empleo temporal) que además elevaría como mínimo de 12 a 20 días los costes de despido en los momentos en que las empresas deben adaptarse a la caída de la demanda.

España y Catalunya tienen que convivir con el empleo temporal. Lo que no puede ser es que aquí la temporalidad sea del 27,7% (el doble que en Europa) y en Catalunya, la zona más industrial, del 21,6%. Quizá lo realista sería buscar fórmulas concretas para que la temporalidad no siguiera disparada cuando crecemos más que nadie sino que bajara unos cuantos puntos en los próximos años.

Joan Tapia, periodista.

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