El movimiento ultraconservador en América Latina puede no estar ganando las grandes elecciones, pero sí las pequeñas batallas

Simpatizantes de los candidatos al congreso del Frente Popular Agrícola del Perú se reunieron durante un mitin de cierre de campaña en Lima, Perú, el 26 de enero de 2020. (Rodrigo Abd/AP Photo)
Simpatizantes de los candidatos al congreso del Frente Popular Agrícola del Perú se reunieron durante un mitin de cierre de campaña en Lima, Perú, el 26 de enero de 2020. (Rodrigo Abd/AP Photo)

El resultado de las elecciones extraordinarias del Congreso peruano ha arrojado un resultado inesperado: la reaparición del Frente Popular Agricola Fia del Perú (Frepap), una organización político-religiosa que mezcla motivos bíblicos e incaicos, y que estuvo fuera del radar de los medios de comunicación por dos décadas. EL partido obtuvo 16 de 130 parlamentarios, con lo que se convertirá en la cuarta fuerza política de un Parlamento fragmentado.

Sus candidatos no figuraban en los primeros lugares de las encuestas. Mucho menos fueron entrevistados en medios nacionales a lo largo de la campaña. Su presencia es sorpresiva, aún cuando solo permanecerán por poco menos de un año en el Congreso, pues este grupo de parlamentarios solo completará el período que quedó trunco por la disolución del mismo el 30 de septiembre de 2019.

La agenda propuesta por esta agrupación no incluía las demandas tradicionales de los sectores conservador-religiosos de la región: el rechazo al enfoque de igualdad de género, al matrimonio entre personas del mismo sexo y a la despenalización del aborto. Su ideario apuntaba, más bien, hacia la “moralización” de la política.

Pero su irrupción en la representación nacional puede ser instrumentalizada por sectores conservadores evangélicos y católicos que se oponen al reconocimiento de derechos para la población LGBT+. El historiador especializado en temas evangélicos, Juan Fonseca, resalta que todo grupo como el Frepap que tenga alguna referencia de fe, va a ser confrontado con este discurso aún cuando para ellos no sea un tema prioritario.

Después de conocerse los resultados, la congresista más votada del partido conservador Fuerza Popular, Martha Chávez, comentó que el Frepap se parecía mucho a ellos por su disciplina, en contraste con las izquierdas que quieren el aborto libre y el matrimonio entre personas del mismo sexo. Era, sin lugar a dudas, un comentario hecho para estrechar vínculos.

Aunque el comentario de Chávez fue rechazado por los representantes del Frepap, puestos a elegir bando, ellos optarán por engrosar el lado de los que se definen como “provida” y “profamilia”. Wilmer Cayllahua, candidato virtualmente electo de este partido, señaló en una conferencia que en los homosexuales “está enquistado en su corazón, en su sangre, el mal”. A través de sus redes sociales, algunos activistas de la causa conservadora ya celebran estas declaraciones.

Estas elecciones parlamentarias peruanas son un termómetro del fenómeno conservador en los países sudamericanos. Si bien los sectores promovidos por la alianza entre organizaciones católicas y evangélicas han impulsado una agenda clara en los últimos años —con altos niveles de apoyo popular—, al momento de elegir representantes esta no ha sido la más importante para un amplio sector de la población en varios países del sur de la región.

Entonces, ¿hacia dónde va el voto conservador? Para el especialista en movimientos político-religiosos, José Luis Pérez Guadalupe, los conservadores que obtienen escaños lo harán porque postulan con partidos con arrastre, no por el discurso en sí mismo. Fuerza Popular, partido conservador fundado por la excandidata presidencial Keiko Fujimori, señaló que uno de los principales postulados de su propuesta es la defensa de la familia. Aun así, el resultado que obtuvieron es apenas de 7.2% de los votos válidos.

“Me parece que al asociarse de una forma tan cerca con las derechas políticas más conservadoras lleva a que su destino político también se vea afectado”, dice Fonseca. En Chile, un sector evangélico recalcitrante se opone al cambio de la Constitución por asuntos relacionados a la agenda ‘provida’, cuando ha sido un reclamo que movilizó a grandes sectores del país. En Argentina, los mismos sectores apostaron por la reelección de Mauricio Macri, cargando con los pasivos de su gobierno. En Perú, el fracaso de los candidatos con agenda conservadora en las últimas elecciones también se puede explicar desde su asociación al fujimorismo, partido que ha sido visto como obstruccionista para el país.

En los países sudamericanos en los que ha tenido éxito, como Bolivia, la llegada al poder no se explica solo desde el crecimiento del conservadurismo. Jeanine Áñez no podría haber llegado a la presidencia sin los errores cometidos por Evo Morales a fin de perennizarse en el poder. El conflicto no giraba en torno a los valores de la agenda evangélica, sino a la legalidad de la reelección de Morales.

Los países centroamericanos tienen una dinámica muy distinta, en parte porque el porcentaje de evangélicos es mucho más alto que en el sur. La continuidad entre dos presidentes abiertamente conservadores en Guatemala, y la campaña de Fabricio Alvarado en Costa Rica, son muestra de ello.

Los articuladores de este eje han buscado espacios de diálogo regional, como el Congreso Hemisférico de Parlamentarios, promovido por el político conservador chileno José Antonio Kast, y el Congreso Iberoamericano por la vida y la familia, organizado por tercer año consecutivo para que líderes políticos y religiosos intercambien experiencias sobre métodos de acción y fomentar la participación en las asambleas generales de la Organización de Estados Americanos.

Más que grandes avances en camino hacia ganar la presidencia o mayorías parlamentarias, las alianzas entre partidos conservadores inciden a través de recursos judiciales contra políticas públicas, normas municipales, proyectos legislativos, que por su estridencia llaman la atención de los medios. Para ello, utilizan aliados naturales o los van ganando en el transcurso de la discusión.

En cuestiones legislativas, se formaron frentes parlamentarios por la vida en Paraguay, Chile y Guatemala, con la esperanza de emular lo que sucede en Brasil. En varios países latinoamericanos se presentaron iniciativas para proteger la vida desde la concepción y obstaculizar más el acceso al aborto, y para poder dar en adopción los fetos antes del parto.

El fracaso en las urnas de los sectores católico-evangélicos en el sur de la región no debe generar una impresión equivocada sobre su crecimiento. Quizás no sea lo suficientemente grande como para ganar mayorías parlamentarias o presidencias que conviertan a los países latinoamericanos en regímenes teocráticos, pero son suficientemente para ejercer presión sobre legislaturas específicas.

Jonathan Castro Cajahuanca es reportero político y de investigación. Actualmente trabaja en el diario El Comercio de Perú.

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