El mundo árabe ya trabaja con el Estado judío. ¿Por qué Palestina no?

A lo largo de los años, la conmemoración anual del 29 de noviembre de 1947, día en que las Naciones Unidas votaron la partición de Palestina en dos Estados (uno judío y uno árabe), se ha convertido en una fiesta del odio contra Israel. En la ONU y en todo el mundo se celebra el día en solidaridad con los palestinos y se recurre a eslóganes, resoluciones y llamadas a la acción en contra del Estado judío.

Que la ONU sea el lugar donde se celebran estos actos no es ninguna sorpresa. La ONU, al menos desde la década de 1970, tras la aprobación de la infame resolución de "el sionismo es racismo", ha estado más interesada en la guerra ideológica contra Israel que en el cambio real en la región.

La incongruencia de este despliegue anual contra Israel contrasta con los enormes cambios para mejor que se están produciendo en la región gracias al creciente proceso de normalización de las relaciones entre varios Estados árabes y el Estado judío. Es notable el elemento de ruptura con un pasado que ha perjudicado a tantos pueblos de la región, en contraste con la obsesión de la ONU por agravios que se remontan a décadas atrás. Este proceso de normalización está realmente cambiando las vidas de los ciudadanos para mejor en vez de intentar ganar puntos políticos generando la ilusión de "ayuda" a los palestinos, cuando sólo se garantiza su continuo sufrimiento.

Es fácil decir que el proceso de normalización no habla de la cuestión palestina y que, por tanto, no es un buen modelo de comportamiento. El conflicto israelí-palestino es más complicado y ciertamente más cercano, y los palestinos esgrimen agravios diferentes y mucho más profundos que los de los Estados árabes.

Pero lo significativo e instructivo es el hecho de que, sin importar el grado de objeción que se tenga al respecto, el camino a seguir en beneficio de todos exige una evaluación realista de los problemas y de las soluciones. La alternativa es vivir en un mundo dominado por las ilusiones.

Los palestinos rechazaron el plan de 1947 que les habría concedido un Estado independiente. Pero hay que recordar que los sionistas tampoco estaban muy contentos con él. Entre otras razones, porque no les otorgaba ningún control sobre Jerusalén. Pero los sionistas, que vivían en el mundo real, aceptaron lo que se les ofrecía.

Ese rechazo inicial de los palestinos se convirtió en su modelo para las siguientes décadas. Pero no condujo a una mejor situación para ellos.

Hay muchas razones que explican por qué la situación de los palestinos sigue siendo tensa. Sin duda, Israel tiene parte de responsabilidad. Entre otros motivos, por la continua expansión de los asentamientos israelíes; por las políticas en Cisjordania, que han agravado las indignidades y el sufrimiento de los palestinos; y por su aparente aceptación del statu quo como alternativa a la adopción de medidas audaces que promuevan negociaciones directas y soluciones concretas.

Dicho esto, el único factor causal consistente (que hoy contrasta aún más que antes debido a los mencionados cambios regionales) es la persistencia entre los líderes palestinos y sus aliados de la idea de que nada es más importante que rechazar la legitimidad del Estado judío.

El proceso de normalización árabe evidencia los elementos regresivos de este enfoque palestino estático. La decisión de los Emiratos Árabes Unidos, Baréin, Marruecos y Sudán de normalizar las relaciones con Israel no fue una simple constatación de que ya no serían rehenes del veto de los palestinos a las relaciones con el Estado judío. También reflejan un cambio profundo y dejan claro que los intereses de sus países tendrán prioridad sobre cualquier lealtad teórica a los palestinos, al igual que Anwar el-Sadat tomó la decisión histórica de firmar la paz con Israel hace más de cuatro décadas.

Menos comentado, pero no por ello menos significativo, fue que la decisión de normalizar las relaciones con Israel supuso un rechazo directo a la visión del mundo que durante años se tuvo en el mundo árabe y, más concretamente, en Palestina: que una ideología antiisraelí tiene prioridad sobre cualquier otro desafío regional en un Medio Oriente que enfrenta una multitud de crisis y luchas, desde el cambio climático a la escasez de agua, pasando por el retraso tecnológico o el desempleo masivo de sus jóvenes.

El reconocimiento por parte de estos Estados árabes de que la cooperación con Israel podría ayudar a resolver algunos de estos problemas fue un increíble paso adelante y un mensaje crítico para los palestinos de que la vieja filosofía de rechazo no satisface las necesidades reales de la población. En realidad, los Estados árabes estaban diciendo "ya es hora de que todos crezcamos".

Teniendo en cuenta su historia, es dudoso que todo esto repercuta en los dirigentes palestinos o en el movimiento en contra de Israel. Pero hay un paso crucial que, con el tiempo, podría influir en el pensamiento palestino, y es que los organismos internacionales (como la ONU y los medios de comunicación internacionales) asimilen el mensaje que los Estados árabes están transmitiendo y reconozcan que ellos, la comunidad internacional, pueden desempeñar un papel constructivo para la región en general y para los palestinos en particular.

El prejuicio contra Israel, como se ha visto por la forma en que se ha utilizado el 29 de noviembre como arma ideológica contra Israel, no sólo ha sido injusto y perjudicial para Israel. También ha servido para reforzar ilusiones destructivas entre los palestinos desde 1947. Algo así como "una resolución más contra Israel, un artículo más de la BBC condenando al Estado judío, un atentado terrorista más e Israel desaparecerá". Estas ilusiones, como se ha señalado, han perjudicado a Israel. Pero han dañado mucho más profundamente a los palestinos, al encasillarlos en el mismo pensamiento de siempre.

Ahora, la comunidad internacional, a la luz de los acontecimientos regionales, puede animar a los palestinos a reajustar sus prioridades. En lugar de reforzar las fantasías palestinas sobre Israel (como se ha hecho durante tanto tiempo), los actores internacionales pueden concentrarse en la necesidad de soluciones realistas que puedan ayudar a todos los actores regionales. Incluidos los palestinos.

Esto no quiere decir que los palestinos y sus partidarios no deban seguir defendiendo sus derechos. Después de todo, los propios países normalizadores siguen apoyando a los palestinos en ese sentido, y la comunidad internacional sigue abogando por una solución de dos Estados que aporte seguridad, paz y autonomía tanto a israelíes como a palestinos.

Sin embargo, al enfatizar que hay otras cuestiones que deben y pueden abordarse, y que Israel puede ser parte de la solución y no simplemente el problema, se abren todo tipo de posibilidades.

El proceso de normalización debe verse como una oportunidad, no sólo en la región, sino también fuera de ella, para que la comunidad internacional siga el camino del realismo y anime a los palestinos a hacer lo mismo.

Pavimentemos posibilidades en lugar de ilusiones destructivas.

Kenneth Jacobson es el vicedirector nacional de la Liga Antidifamación (ADL).

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