El mundo de la Iberofonía

El pasado 28 de septiembre, el presidente de la República de Angola, João Lourenço, en visita oficial al Reino de España, afirmaba que nuestro país había sido considerado socio estratégico de Angola en Europa; por su parte, el Rey Felipe, anfitrión del mandatario africano, señalaba en su discurso en el Palacio Real de Madrid que «España recibe siempre a los angoleños como parte del mundo de la Iberofonía a la que Angola pertenece y en la que nos insertamos todos los que hablamos español y portugués». Cinco días después, el 4 de octubre, el presidente de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa, subrayaba en Lisboa, en presencia de los Reyes de España y con ocasión de la inauguración de un centro

de investigación sobre cáncer, que a los dos países ibéricos les unían «sus dos lenguas hermanas». Al día siguiente, en la provincia angoleña de Bié, en el centro del país, se inauguraba una universidad española con una clara filosofía centrada en la Iberofonía y en la que el idioma español tendrá, junto al portugués oficial en ese Estado, una posición especialmente relevante.

Y sólo dos días más tarde, el pasado jueves 7 de octubre, ha tenido lugar en Tenerife -en el centro de las Islas Canarias, estas semanas gravemente afectadas por el volcán Cumbre Vieja de La Palma- el primer Encuentro de Ministros de Justicia de los Países de Habla Española y Portuguesa, con la participación de organismos internacionales y, especialmente, de ministros de Estado de países de lenguas ibéricas de los distintos continentes; de Paraguay, Timor Oriental y Colombia, a Brasil, Guinea Ecuatorial y Ecuador, pasando, entre otros, por Mozambique, Andorra, Guinea Bisáu, República Dominicana, Cabo Verde o, por supuesto, Portugal y España. Se trata una jornada que, reconociendo su importancia intrínseca como significativo foro multilateral en materia de justicia, pasará sobre todo a los anales de la geopolítica multinacional de los países iberohablantes de todo el mundo como el primer acto oficial panibérico de la historia. Un hito histórico que fue clausurado por el Rey de España.

En sólo diez días, por tanto, hemos sido testigos de varios eventos al más alto nivel que han puesto de relieve una realidad obvia pero que aparece generalmente como desapercibida: que el conjunto de los pueblos de lenguas española y portuguesa de todos los continentes -América, África, Europa, Asia y Oceanía-, y no únicamente los estrictamente iberoamericanos, formamos un gran espacio de cultura y civilización compuesto por una treintena de países de todo el mundo, alrededor de 800 millones de personas -la décima parte de la población mundial-, y la quinta parte de la superficie del planeta. Nos hallamos ante el primer bloque geolingüístico de la Tierra al aunar el español -segunda lengua de comunicación internacional, hablada por cerca de 600 millones de personas- y el portugués -segunda lengua ibérica y latina, con más de 230 millones de hablantes-. Se trata de un espacio formidable que, como se ha dicho en otras oportunidades, no podemos perder de vista en el mundo globalizado y crecientemente interconectado de nuestros días. Ésta es la Iberofonía.

Y decimos conscientemente ‘primer bloque geolíngüistico de la Tierra’ al ponderar de modo combinado el peso de la lengua materna con la influencia de la oficialidad de cada idioma en Estados y en organismos internacionales. Pues si el inglés -sin duda la actual lengua franca del planeta- es oficial en numerosos países e instancias, sin embargo como lengua materna no alcanza en ningún caso los 400 millones de hablantes, mucho menos que el español y la mitad que la Iberofonía; y en cuanto al chino, hablado quizás por cerca de 900 millones de personas, no consigue verdaderamente sobrepasar las fronteras de un solo Estado.

Pero, ¿cuál es el principal cimiento que fundamenta este inmenso espacio multinacional iberohablante en franco pero silencioso proceso de articulación? Sin duda, la clave se encuentra en la afinidad sustancial entre las dos principales lenguas ibéricas, el español y el portugués, pues representan los dos únicos grandes idiomas internacionales -grandes en términos cuantitativos, hablados cada uno de ellos por más de 100 millones de personas- que son, al mismo tiempo y en líneas generales, recíprocamente comprensibles. Es lo que los jefes de Estado iberoamericanos, reunidos en Bariloche, Argentina, hace veintiséis años, llamaron sabiamente ‘base lingüística iberoamericana’. Y esta inteligibilidad recíproca, en todo caso, no se produce con cualesquiera otras lenguas importantes presentes en la comunidad internacional.

Es claro que la plena articulación del espacio multinacional de la Iberofonía -avanzando en la actualidad por distintas vías- tendrá grandes ventajas. Por un lado, favorecerá la influencia del conjunto y de cada uno de sus componentes en el contexto internacional. Por otro, facilitará, como ya viene ocurriendo, el diseño y la implementación de esquemas de cooperación horizontal y triangular entre países culturalmente afines de distintos continentes. En tercer lugar -y esto es especialmente relevante-, la articulación de nuestro espacio contribuirá a compensar y equilibrar los nocivos efectos homogeneizadores de una globalización absolutamente sometida a los cánones y parámetros anglosajones; y este concreto efecto de una Iberofonía organizada beneficiará por ello a la Comunidad Internacional en su conjunto. Por último, la consolidación de esta comunidad intercontinental de países de lenguas española y portuguesa contribuirá a afirmar la identidad y la autoestima de cada uno de nuestros países hispanohablantes y lusófonos.

Y en un día como el 12 de octubre -Día de la Hispanidad y fecha de resonancia universal- todo esto es muy importante. En el caso de España, nuestra Constitución se refiere a «las naciones de nuestra comunidad histórica» sin denominar ni conceptuar de un modo específico a esta categoría. Después de más de treinta años de productivas Cumbres Iberoamericanas, que tanto han hecho por acercar a las naciones de lenguas española y portuguesa de dos continentes, América y Europa, es ya hora de reconocer que la comunidad histórica de España -y la de todos los países iberófonos- es aún más amplia y se proyecta universalmente en beneficio, en última instancia, de toda la Humanidad.

Frigdiano Álvaro Durántez Prados es premio Extraordinario de Doctorado en Ciencia Política (UCM).

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