George L. Argyros es el embajador de Estados Unidos en España (EL MUNDO, 23/10/04)
Está a nuestro alcance construir un futuro que nos lleve a la esperanza de un mundo cada vez más próspero, que supere enfermedades como el sida y reduzca la pobreza y el hambre que asolan tantas zonas del mundo. Podemos impedir atrocidades humanitarias como la limpieza étnica y el genocidio y aumentar los derechos y las libertades democráticas. Podemos construir un mundo que mantenga la paz y acabe con la plaga del terrorismo.
O podemos fracasar.
Cada uno de estos retos es vital para el futuro mundial y cada uno de ellos merece una respuesta seria y minuciosa. Pero si no garantizamos primero un nivel adecuado de seguridad, no podremos avanzar hacia otras metas. El fracaso en la lucha antiterrorista impediría el avance en cualquier otro campo.
Después de lo que hemos visto, ninguno de nosotros puede dudar de la disposición de los terroristas para matar o de sus ansias de llegar a un armagedón con el mundo libre. En Irak, Afganistán y en otros lugares, tratan de fomentar la violencia, la inestabilidad, la represión, el temor y la desesperación en los que creen poder prosperar.
Egipto, España, Uzbekistán, Pakistán, Indonesia, Filipinas, Marruecos, Turquía, Rusia, Estados Unidos: no es necesario recitar toda la lista de los países en los que los terroristas han cometido atentados.
En el conflicto con los terroristas resulta fácil quedarse en las malas noticias. Las cosas no han ido a la perfección. Tenemos que mejorar la manera de asentar la seguridad y la estabilidad en Afganistán y en Irak. Nos queda mucho por hacer para ayudar a estos países a construir un futuro mejor, más próspero y más pacífico.
Algunos expertos y observadores han declarado la importancia de que las elecciones en Irak se celebren lo antes posible. También nosotros queremos que sea así. ¿Pero qué es exactamente lo que están haciendo estos observadores para poner en práctica sus palabras? Hombres y mujeres de Estados Unidos y de más de 30 países están en Irak sobre el terreno, arriesgando su vida, y en ocasiones perdiéndola, para crear las condiciones que harán posible la celebración de esas elecciones. Otros han hecho poco más que hablar.
La seguridad y la estabilidad no se logran sólo proclamando que son deseables. Se logran actuando. La resolución 1546 de Naciones Unidas, apoyada por España y otros países, reconocía esto, y por eso solicitaba de manera explícita que otros países aportaran recursos y fuerzas militares para ayudar a la fuerza multinacional que trabaja para garantizar esa seguridad y esa estabilidad en Irak.
En ocasiones, oigo voces que tratan de explicar el terrorismo atribuyendo su existencia a causas externas, en lugar de hacer a los terroristas responsables de sus crímenes. La situación entre israelíes y palestinos y otras situaciones difíciles en el mundo ni engendran ni justifican el terrorismo, pero los terroristas saben explotar muy hábilmente estas condiciones como pretextos de su violencia. Manipulan la percepción de la gente y confunden su entendimiento para cultivar las tensiones y la hostilidad.Resolver estos conflictos, corregir las percepciones erróneas y tender puentes de entendimiento es una tarea ingente, y tenemos años de trabajo por delante.
He oído que los terroristas protestan contra la hiperpotencia de Estados Unidos, las políticas de Estados Unidos, la pobreza en el mundo, el imperialismo cultural. Algunas personas me han dicho que, por supuesto, después del 11-S sintieron una gran compasión por Estados Unidos; pero también que Estados Unidos respondió a lo ocurrido de una manera tan contundente, tan unidimensional, tan unilateral que no pueden apoyarlo en este conflicto.
Se equivocan. Primero, existe la falsa noción de que Estados Unidos ve la amenaza a su seguridad nacional de manera tan simplista que lo único que hace es responder militarmente. La verdad es precisamente lo contrario. Estados Unidos y sus aliados han trabajado dentro de la ONU, la UE y bilateralmente en una diplomacia silenciosa, inteligencia compartida y cooperación policial que han erradicado una red privada de proliferación nuclear, frenado programas secretos de armas, detenido a financieros terroristas y capturado a cientos de terroristas. Más de 60 países participaron en la Iniciativa de Seguridad contra la Proliferación liderada por Estados Unidos, diseñada para interceptar las armas y los equipos ilegales que cruzan las fronteras internacionales. Se está trabajando activamente de forma multilateral para inspeccionar la carga de los barcos en los puertos marítimos en Estados Unidos y fuera del país, incluyendo un programa de cooperación de este tipo en Algeciras.
Pero fundamentalmente creo que estos críticos de la política de Estados Unidos están equivocados porque no se dan cuenta de lo que está en juego.
El 11-S y el 11-M vislumbramos la destrucción que el terrorismo internacional puede provocar. En los tres años transcurridos desde entonces, nos hemos enterado de algunas de las cosas que los terroristas podrían hacer si consiguieran los medios necesarios para ello. Hemos visto vídeos en los que Al Qaeda realiza experimentos con agentes químicos nerviosos con perros y pollos. Nos hemos enterado de la existencia de tramas para propagar agentes biológicos y comprar componentes para armas nucleares.
El hecho de que estos esfuerzos no hayan tenido éxito hasta ahora no es muy reconfortante porque sabemos que los terroristas continúan intentándolo. Y hemos visto que Al Qaeda y los de su clase son muy perseverantes. La tecnología avanzada da a cualquier grupo de terroristas con paciencia, determinación y astucia para ello la capacidad de matar a civiles inocentes a gran escala.
El mundo no se volvió más peligroso el 11 de Septiembre de 2001.El peligro ya existía el 10 de septiembre y años antes. El 11-S trágicamente sólo subrayó la gravedad de la amenaza.
Esto es, como dijo el presidente Bush, «un peligro que existe, pero no nuestro destino».
Las imágenes de asesinatos, secuestros y sádicas degollaciones sin sentido que vemos en las noticias revelan la sangre fría y despiadada del terrorismo. Nos encontramos ante un nuevo tipo de enemigo y una forma de conflicto sin precedentes. Lo asumimos y sabemos que no se puede aplacar a este enemigo. No se puede razonar ni dialogar con él. Sólo se le puede hacer frente y derrotarlo.
Ni pedimos ni buscamos este conflicto, pero no podemos huir de él, ni pretender que se pueda resolver con buenas intenciones.Las palabras bellas no disuadirán a los fanáticos asesinos. Junto con nuestros amigos y aliados, con fe en nuestra capacidad y en nuestra voluntad para resolver estos conflictos y afrontar estos retos, viviremos para ver la derrota del terrorismo y el continuo avance de la libertad y la prosperidad.