El mundo sin E.E.U.U.

Permitidme plantear una idea radical: la amenaza más crucial que enfrenta Estados Unidos, hoy y durante el futuro previsible, no es una China en ascenso, una Corea del Norte imprudente, un Irán nuclear, el terrorismo moderno o el cambio climático. A pesar de que todo lo mencionado se constituye en amenazas reales o potenciales, los mayores desafíos que enfrenta EE.UU. son la deuda que embravece, la infraestructura que se desmorona, las escuelas primarias y secundarias mediocres, un sistema de inmigración obsoleto y un crecimiento económico lento – en resumen, los cimientos nacionales del poder estadounidense.

Los lectores de otros países pudiesen tener la tentación de reaccionar ante esta aseveración con una dosis de alegría malsana, encontrando algo más que tan sólo un poco de satisfacción ante las dificultades que enfrenta Estados Unidos. Dicha respuesta no debiese causar sorpresa. Estados Unidos y aquellos que lo representan han sido culpables de actuar con arrogancia (con frecuencia, puede considerarse a EE.UU. como la nación indispensable, pero sería mejor si otros destacan este punto); y de manera comprensible, ejemplos de incoherencias entre cómo actúa EE.UU. en la práctica y sus principios provocan acusaciones de hipocresía. Cuando Estados Unidos no se adhiere a los principios que predica a otros, engendra resentimiento.

Pero, como la mayoría de las tentaciones, se debe combatir las ansias de regodearse en las imperfecciones y arduos esfuerzos de Estados Unidos. Las personas alrededor de todo el mundo debiesen tener cuidado con lo que desean. El fracaso de Estados Unidos en el manejo de sus desafíos internos llegaría a un precio muy elevado. En verdad, lo que el resto del mundo tiene vinculado a si Estados Unidos alcanza o no el éxito es casi de tan grandes proporciones como lo que el propio EE.UU. tiene en riesgo.

Parte de la razón es económica. La economía de EE.UU. sigue representando cerca de un cuarto de la producción mundial. Si el crecimiento de EE.UU. se acelera, la capacidad de Estados Unidos para consumir los bienes y servicios de otros países se incrementará, impulsando, por lo tanto, el crecimiento en todo el mundo. En un momento en que Europa está a la deriva y Asia se está ralentizando, sólo EE.UU. (o, en términos más generales, América del Norte) tiene el potencial de impulsar la recuperación económica mundial.

EE.UU. sigue siendo una fuente única de innovación. La mayoría de los ciudadanos del mundo se comunican mediante dispositivos móviles que se basan ​​en la tecnología desarrollada en el Valle del Silicón; del mismo modo, Internet fue desarrollado en Estados Unidos. Más recientemente, las nuevas tecnologías desarrolladas en EE.UU. aumentaron en gran medida la capacidad de extracción de petróleo y gas natural de formaciones subterráneas. Esta tecnología ya se está abriendo camino en todo el mundo, permitiendo que otros países aumenten su producción de energía y disminuyan tanto su dependencia en importaciones costosas como sus emisiones de carbono.

EE.UU. es también una fuente muy valiosa de ideas. Sus universidades de clase mundial educan a un porcentaje importante de los futuros líderes del mundo. En un plano más fundamental, EE.UU. ha sido durante mucho tiempo un ejemplo destacado de lo que la economía de mercado y la política democrática pueden lograr. Las personas y los gobiernos de todo el mundo tendrán mucha más propensión a ser más abiertos, si ellos perciben que el modelo estadounidense está alcanzando el éxito.

Por último, el mundo se enfrenta a muchos desafíos serios, que van desde la necesidad de detener la propagación de armas de destrucción masiva, luchar contra el cambio climático y mantener un orden económico mundial en funcionamiento que promueva el comercio internacional y la inversión hasta la regulación de las prácticas en el ciberespacio, la mejora de la salud global y la prevención de conflictos armados. Estos problemas no se desvanecerán simplemente o se arreglarán por si solos.

Si bien la “mano invisible” de Adam Smith pudiese garantizar el éxito de los mercados libres, es impotente en el mundo de la geopolítica. El orden requiere de la mano visible de liderazgo para formular y llevar a cabo respuestas mundiales a desafíos mundiales.

No me malinterpretéis: nada de esto pretende insinuar que EE.UU. puede abordar de manera eficaz los problemas del mundo por sí solo. El unilateralismo rara vez funciona. No se trata tan sólo de que EE.UU. carezca de medios, la propia naturaleza de los problemas mundiales contemporáneos sugiere que únicamente las respuestas colectivas tendrían una buena probabilidad de alcanzar el éxito.

Sin embargo, es mucho más fácil abogar a favor del multilateralismo que diseñarlo y ponerlo en práctica. En este momento sólo existe un candidato para desempeñar este papel: EE.UU. Ningún otro país tiene la combinación necesaria de capacidad y perspectiva.

Esto me lleva de regreso a la aseveración que indica que EE.UU. debe poner su casa en orden – económica, física, social y políticamente – si que es que desea tener los recursos necesarios para promover el orden en el mundo. Todo el mundo debiese tener esperanzas de que EE.UU. sí lo logre: la alternativa a un mundo liderado por EE.UU. no es un mundo liderado por China, Europa, Rusia, Japón, India o cualquier otro país, sino un mundo que no es liderado en lo absoluto. Un mundo así es casi seguro que se caracterizará por una crisis crónica y conflictos. Eso sería malo no sólo para los estadounidenses, sino que lo sería para la gran mayoría de los habitantes del planeta.

Richard N. Haass, President of the Council on Foreign Relations, previously served as Director of Policy Planning for the US State Department (2001-2003), and was President George W. Bush’s special envoy to Northern Ireland and Pakistan, before resigning from the Bush administration in protest against the Iraq war. He is the author of Foreign Policy Begins at Home: The Case for Putting America’s House in Order. Traducido del inglés por Rocío L. Barrientos.

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