El mundo y la ONU deben reducir el crecimiento de la población

Del 24 al 25 de septiembre, los líderes mundiales se reunirán en las Naciones Unidas en Nueva York para revisar el progreso con miras a la consecución de la Agenda 2030 de la ONU y sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), Los ODS, que tienen como objetivo “poner fin a la pobreza, proteger el planeta y garantizar la prosperidad para todos”, son encomiables y resumen el tipo de mundo que muchos de nosotros deseamos ver en el año 2030. Sin embargo, si esta visión va  tener alguna posibilidad de materializarse, los gobiernos ahora deben agregar un objetivo número 18: “Disminuir el crecimiento de la población”.

Los desafíos que enfrenta la humanidad hoy en día provienen principalmente del consumo excesivo y de la sobrepoblación. Sin embargo, los formuladores de políticas a menudo no consideran los dos factores juntos, y en gran medida descuidan el crecimiento de la población en particular.

En general, el impacto humano sobre el medio ambiente a nivel mundial es producto del tamaño de la población y el consumo promedio per cápita. El Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de la ONU (IPCC) llegó a la conclusión de que el crecimiento de la población y el crecimiento económico (del consumo) son las dos causas principales del calentamiento global. El consumo de recursos per cápita y las emisiones de gases de efecto invernadero son más altos en las economías desarrolladas, mientras que el rápido crecimiento de la población en los países en desarrollo contribuye a la pérdida de bosques y biodiversidad.

Cuando los gobiernos adoptaron los ODS en el año 2015, muchos expertos se sorprendieron por la falta de atención al crecimiento de la población. El demógrafo Joseph Chamie, ex director de la División de Población de la ONU, expresó su preocupación sobre que la ONU estaba ignorando el tema. El economista de la Universidad de Cambridge Partha Dasgupta y los coautores de este artículo coincidieron, argumentando que esta omisión “debería ser un punto de interés público”. Más recientemente, el demógrafo Massimo Livi Bacci de la Universidad de Florencia escribió que “la población... se ha tornado irrelevante para la sostenibilidad de desarrollo, a pesar de existir evidencia de lo contrario”.

Entre 1960 y 2000, la población mundial se duplicó de tres mil millones a seis mil millones. Este crecimiento contribuyó a una mayor contaminación de la tierra, lagos, ríos y océanos, así como al hacinamiento urbano y a una mayor demanda de tierras agrícolas y agua dulce (lo que a su vez invade los ecosistemas naturales). A pesar de los importantes avances técnicos en la agricultura, las hambrunas mataron a millones de personas durante el pasado período de 40 años. Asimismo, en los países en desarrollo, el rápido crecimiento de la población dejó a las personas pobres en mayor riesgo de muerte, lesiones y enfermedades como resultado de la contaminación, las inundaciones, las sequías y otros desastres.

En la actualidad hay 7,7 mil millones de personas en la Tierra. La ONU pronostica que esta cifra aumentará a 11 mil millones hasta el año 2100 (y eso supone una disminución constante de la fertilidad en muchos países que resistieron esta tendencia). Un aumento de la población en esta escala crearía más contaminación, requeriría una duplicación de la producción mundial de alimentos en condiciones difíciles (incluida la alteración del clima) y provocaría que más personas sufrieran durante los conflictos y las hambrunas.

Sin duda, se ha realizado una gran cantidad de necesarias investigaciones sobre cómo el mundo puede acomodar de mejor manera a una mayor cantidad de miles de millones de personas, en términos de contaminación, agricultura, eficiencia energética y cambio climático. Sin embargo, tales investigaciones no cuantifican los beneficios de minimizar aumentos adicionales de población – y, esta es una omisión de importancia crítica.

Si bien muchos investigadores y formuladores de políticas parecen considerar que una población mundial en rápido crecimiento es inevitable, los ciudadanos comunes reconocen los graves problemas y riesgos que esto causará. En una encuesta de 2014 realizada por la Global Challenges Foundation, una mayoría de los 9.000 encuestados en nueve países (Estados Unidos, Brasil, Sudáfrica, Alemania, Polonia, Suecia, India, Rusia y China) consideraron que el aumento de la población es una amenaza real o una amenaza potencial para el futuro de la humanidad. El mismo año, una encuesta del Pew Research Center informó que el 82% de los científicos estadounidenses consideraban la creciente población mundial como un problema de importancia porque “no habrá suficientes alimentos y recursos”.

Sin embargo, el gran aumento proyectado en la población mundial en este siglo es evitable. El tamaño de la población en el año 2100 puede verse influenciado ahora por el debate internacional, los programas gubernamentales, y las opciones que eligen las personas de manera individual.

Más específicamente, un ODS adicional para amortiguar el crecimiento de la población promovería la financiación de la planificación familiar voluntaria basada en los derechos. Este abordaje tiene un historial comprobado de éxito, no solo para reducir los nacimientos rápidamente, sino también para avanzar en el empoderamiento de las mujeres y estimular el progreso económico. No se necesitan medidas coercitivas de “control de la población”. Por el contrario, una concientización más amplia sobre el vínculo que existe entre el tamaño de la familia y la sostenibilidad ecológica puede ayudar a que los padres reconozcan los beneficios de tener menos hijos.

Evidentemente, el crecimiento de la población no se puede detener de la noche a la mañana, ni es factible que esto ocurra hasta el año 2030. Sin embargo, hasta esa fecha, podríamos establecer tendencias con dirección a un pico y una disminución de la población en todos los países. Esto incluye no sólo a los países en desarrollo, donde el crecimiento de la población amenaza la seguridad, sino también a los países ricos con grandes huellas ecológicas, donde existe resistencia respecto a la disminución de la población y sus beneficios por infundados temores relativos al envejecimiento demográfico.

Los derechos reproductivos y la planificación familiar se mencionan tanto en el ODS 3 (buena salud y bienestar) como en el ODS 5 (igualdad de género), pero ninguno de los objetivos apunta explícitamente a reducir el crecimiento de la población. Tal como están estipulados en la actualidad, los ODS dan a entender que ya no hay necesidad de frenar el aumento de la población mundial, a pesar de que dicho aumento socava la mayoría de los objetivos.

Por consiguiente, existe un gran riesgo de que el mundo vaya a lograr poco de la Agenda 2030, especialmente en países donde persisten altas tasas de natalidad. Sin embargo, no debemos rendirnos. Los cambios en las políticas y normas de población pueden reducir las tasas de natalidad. Además, el mundo aún podría salvar la Agenda 2030 mediante la adopción de un nuevo ODS dirigido a este efecto.

Frank Götmark is Professor of Animal Ecology and Conservation Biology at the University of Gothenburg and head of The Overpopulation Project. Robin Maynard is Director of Population Matters. Traducción del inglés: Rocío L. Barrientos.

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