El nacimiento de España y su economía

A los economistas siempre nos llamaron la atención aquellos escritos de Isidoro de Sevilla según los cuales el mejor y más rico reino de su época era la «Spania» o «Hispania» de su tiempo (560-636). En sus Laus Hispaniae canta las riquezas de todo tipo que, en su descripción, adornaban entonces nuestro país. Abundante variedad de ganados por todas partes, junto a olivos, vides, frutales, lanas, pieles, trigo, pez, minio, cochinilla, metales y un largo etcétera de dones de una tierra que manaba miel. ¿Podía ser esto verdad?

Porque aquellos «laudes» económicos tuvieron gran influencia en la España posterior, especialmente en el primer tercio del siglo XX. De hecho tanto a Pablo Iglesias, fundador del PSOE y la UGT, como a algunos noventayochistas les llevaría a pensar que España era rica per se; con lo cual sólo bastarían cambios constitucionales o gubernamentales para volver a recuperar la abundancia perdida de aquellos siglos sintetizados en la «Mater Spania» isidoriana.

Entonces no estaba bien analizada económicamente la menor riqueza edafológica de nuestro suelo; con su menor fertilidad y déficit hídrico; que obligaba a una gran dispersión poblacional, dificultando la acumulación de excedente agropecuario; ni la adversa orografía española comparada luego con la de los vecinos europeos; y nuestros muy superiores costes en infraestructuras de transporte para crear economías de escala multiplicadoras del mercado interior; máxime cuando llegó la hora de movilizar las grandes cantidades de ahorros y capitales impulsoras de la industrialización.

Sin embargo los recientes hallazgos e investigaciones sobre aquellos siglos V, VI, VII y comienzos del VIII del periodo hispano-godo dan plena credibilidad a aquellos laudes fundacionales. Entre aquellos el libro sobre «El nacimiento de España» –ya en su segunda edición ampliada– de F. Santiago Cantera, joven doctor en Historia medieval por la Universidad Complutense. Hoy uno de los mejores medievalistas desde su abadía benedictina.

Sin ser un texto económico, pero recurriendo a su conocimiento del latín antiguo, el autor nos permite inferir el periodo de continuidad institucional y crecimiento económico que hizo del Regnum Spanorum, el más próspero del mundo occidental. Y es que todo el tejido administrativo, funcionarial, económico-social y militar, siguió funcionando al caer Roma (476) en Hispania o Spania que, por cierto, en todo caso siempre se pronunció «España» según los lingüistas. Mientras, la península Itálica, la Galia, Britania y el resto de occidente quedaron sumidos en el caos, la descomposición política, el retroceso económico y la guerra civil. Aquí sin embargo queda formalmente constituido sin solución de continuidad un reino independiente. Primera nación de Europa. Que siguió mejorando y ampliando durante todos aquellos siglos el comercio interior y marítimo con nuevas ciudades y mejoras portuarias; impulsó el desarrollo de los cultivos preexistentes, ganados, redes de comunicación, puentes o acueductos; embelleciendo y mejorando localidades con monumentos añadidos a los de los siglos previos del periodo hispano-romano. Continuaron hasta las mismas «casas de acuñación» –no cerraron ni con la orden de Calígula– con sus «maestros acuñadores jurados»; ahí están las emisiones del Rey Liuva de «denarios» –dineros–, o de Leovigildo y hasta Viterico, imitando los cánones romanos. Con sus diversos centros autorizados de emisión: Toledo, Córdoba, Sevilla, Recópolis, Zaragoza, Baza, Tortosa, Salamanca, Tarragona... Y que proporcionaban una sólida economía monetaria.

No había dioses, ni altares, ni arte o próceres distintos. Y sí unas calzadas mejoradas. Fatalmente utilizadas para la rápida cabalgada y orgía de destrucción y saqueo –pensemos hoy en el califato de Daesh y Palmira– a que fue sometida España, desde Ceuta hasta la toma de Gerunda (Gerona) en 719, y su posterior contención.

Basándose en el análisis de los textos latinos originales de aquellos siglos muestra el surgimiento y la historia unitaria de aquella próspera época hispano-goda. Más reglada, estable y no más convulsa que la sajona o normanda de siglos posteriores. Un periodo fundacional muy poco tratado; pero clave para explicar nuestra realidad unitaria, que hoy algunos parecen cuestionar. Y la propia memoria del «Regnun Spaniae» que impulsó desde el mismo 711 el proceso de reconstitución o reconquista. Terminado, como afirmaría el propio Rey Fernando, con la recuperación de Granada.

Cuatro siglos fundamentales y explicativos de nuestra continuidad histórica como nación. La que va desde la caída de Roma a la invasión musulmana. Con más de 30 Reyes y decenas de tantos pensadores y «Hombres Ilustres» que, cual «Vida de los Césares», merecen ser recuperados y puestos en valor. El duque Claudio, Pedro de Cantabria, Julián de Toledo, Gosvintha, Juan de Bíclaro, Valerio del Bierzo, Braulio de Zaragoza, el dux Eutropio de la Tarraconense, Justo de Urgel, Leandro, Hermenegildo, Asturio, Montano, Conancio, Brunekilda, Minicea... Vidas y vivencias desde «Finis Terrae», o «Aurienses» –Orense–, a «Barcina», «Valentia», «Velegia» –Iruña–, o hasta «Malaca», Málaga; pasando por Valeria, «Matrice» o «Matriz»: todavía una pequeña localidad fruto de un «vicus» romano, con guarnición permanente en un poco defendible montículo –el actual Palacio Real–, pero con rentas de situación en el centro peninsular, junto al «arroyo» del Manzanares. Nada comparable con el Tajo y la fortificada «Urbs Regia», «Toletum», cuando enfilamos el 1.500 aniversario de su capitalidad. Con su «Aula Palatina», de educación y selección de clase dirigente.

Sólo en un contexto de previsibilidad –siempre difícil en una monarquía electiva, aun regularizada la sucesión en el 633– y crecimiento pudo crearse nuestra primera caja de ahorros; para préstamos sin interés, inspirada por el obispo Fidel de la entonces «Emerita Augusta» que culmina su sucesor Másona (571-605). Un primer gran ejemplo de banca ética, no sólo de España sino de toda Europa. Y que contribuye a explicar el gran arraigo que las Cajas llegaron a tener en la sociedad española, captando más de la mitad de los depósitos de nuestro país en dura competencia con los bancos convencionales.

Y es que la descripción de aquellos años fundacionales y Founding Fhaters de la nación española vienen a coincidir con lo que la racionalidad económica aplicada infiere. Fundamentan un «relato país» común, un storytelling original y correcto. Porque en dichos siglos, como ahora, cuando hay un entorno de estabilidad institucional y trabajo continuado hay ondas largas de crecimiento, creatividad y progreso económico general que se traslada a todos los ámbitos de la sociedad.

Javier Morillas, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad CEU San Pablo.

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