El negocio transatlántico de la cocaína: opciones europeas ante las nuevas rutas del narcotráfico.
Introducción
El 20 de marzo de 2009 concluyó el 52 o período de sesiones de la Comisión de Estupefacientes de Naciones Unidas (CDE) en Viena. Los expertos participantes acordaron los futuros pilares de la política internacional de control de drogas para la próxima década. Al mismo tiempo, evaluaron los resultados y la implementación de los acuerdos adoptados en la XX Sesión Especial de la Asamblea General de Naciones Unidas sobre el problema global de drogas (UNGASS) en 1998. La declaración de 1998 preveía reducir visiblemente el cultivo mundial de opio y coca en 10 años. Esta meta no se cumplió. Hoy en día, el narcotráfico es la rama más lucrativa del crimen organizado, y dentro de ella la cocaína genera las mayores ganancias. En 2007, según estimaciones de Naciones Unidas, en la región andina se cultivaron aproximadamente 180.000 hectáreas de coca y se produjeron cerca de 1.000 toneladas de cocaína pura. Casi 250 toneladas se exportaron ese mismo año a Europa. En 2006, tan sólo en España las autoridades incautaron 50 toneladas de este estupefaciente. Doce millones de europeos han consumido cocaína al menos una vez en su vida. En 2007, en Europa había 3.500.000 consumidores adolescentes y jóvenes. En España, el 3% de la sociedad consume regularmente cocaína, lo que supone cerca del 20% de los consumidores europeos.
Hay una nueva dimensión del tráfico de cocaína a Europa, que requiere más atención. Después de un fuerte auge en los años pasados, se estima que en la actualidad cerca de 50 toneladas de cocaína transitan anualmente por África Occidental antes de llegar a suelo europeo, es decir, una quinta parte de lo que ingresa a la UE. Los Estados frágiles de África Occidental no están en posición de enfrentarse a las redes latinoamericanas del crimen organizado, mucho más potentes en recursos. El establecimiento del mercado ilegal de drogas en estos Estados frágiles va de la mano del aumento de la inestabilidad, crecientes niveles de corrupción, el posible financiamiento de grupos armados no-estatales y unos mayores índices de consumo.
El consumo de drogas funciona con una lógica de mercado: el aumento del precio del narcótico reduce la demanda y disminuye el consumo. El alto precio de la cocaína no se debe a sus ínfimos costes de producción. La penalización del tráfico y del consumo de drogas y el control de la oferta mantienen el precio de la droga en niveles elevados. Este régimen impone altos riesgos a los participantes en el mercado ilegal, que recobran a través del precio. A la vez, el régimen de control implica frecuentes incautaciones, haciendo más escasa la droga, lo que también contribuye al alza del precio. Por ende, cualquier intervención en la cadena de creación de valor añadido en el narcotráfico se debería evaluar según el impacto que tiene en el precio. Reconocer esta lógica tiene implicaciones inminentes en la política de control del narcotráfico: todas las medidas de control de oferta, sean de forma represiva, penal o de política de desarrollo, deben ser consideradas según su efecto sobre el precio final de la cocaína.
La cadena de producción y comercialización de la cocaína sigue una curva exponencial del precio: cuanto más lejos está la cocaína del país productor en la cadena comercial, más alto será su precio de mercado. Un kilo de cocaína de alta pureza vale en España, en la calle, cerca de 80.000 euros, en una estimación conservadora. El mismo kilo de cocaína en Colombia tiene un valor de alrededor de 1.200 euros. No obstante, un campesino cocalero no cobra más que 250 euros por las hojas de coca necesarias para producir un kilo del alcaloide. Debido a este incremento exponencial de valor, potenciales situaciones de escasez de hoja de coca o de cocaína en la región andina no tendrían efectos visibles sobre el precio final en Europa ni sobre su consumo. Desde un punto de vista de control de oferta, conviene intervenir en la cadena de creación de valor añadido de la cocaína tan sólo cuando el precio de la droga sea lo suficientemente alto como para que el efecto de escasez impacte en el precio –lejos de los países productores y cerca del consumidor final–.
Para los traficantes, el riesgo de caer en manos de agencias públicas se incrementa con la cantidad de instancias de control por superar. El aumento del riesgo se refleja en el precio de la droga. Internacionalmente se suele intervenir en cada punto de la cadena productiva, empleando tanto instrumentos penales y jurídicos como políticos y de desarrollo: control de precursores químicos, erradicación forzada de cultivos, medidas de desarrollo alternativo y control de tránsito. Este Documento de Trabajo busca analizar estas medidas de intervención, recientemente reafirmadas por la CDE. Partiendo del precio de la droga, se analiza el problema del narcotráfico y se evalúa la eficiencia de las políticas de control de oferta. Sin duda, cualquier política de control de drogas no puede estar fundada únicamente en el control de oferta, sino también en medidas de reducción de la demanda. Sin embargo, el interés de este trabajo se centra en la revisión de los instrumentos europeos de política exterior sobre el control de la oferta y deja de lado medidas de política interior de reducción de la demanda, cuya eficacia es generalmente reconocida en la mayoría de los países de la UE.
Daniel Brombacher y Günther Maihold, Stiftung Wissenschaft und Politik, Instituto Alemán de Relaciones Exteriores y de Seguridad, Berlín.
Leer artículo completo (PDF).