La preocupación mundial por el cambio climático es cada vez mayor. Los datos constatan el aumento de 0,75ºC en la temperatura media terrestre y la subida de 0,27 metros en el nivel del mar, cifras facilitadas por la NASA que nadie discute. Estos cambios se atribuyen al aumento de los gases de efecto invernadero; entre ellos, el mayor responsable es el CO2, que superó este mismo año la concentración de 400 partes por millón frente a las 300 de los niveles preindustriales.
En 2016 se van a emitir en el planeta unas 45.000 millones de toneladas de CO2, que se convertirán en 55.000 en 2030 si continúan las mismas tendencias. China superó a EE.UU. como mayor emisor en 2005 y, diez años después, ya lo sobrepasa un 50 por ciento. También en India y en otros países en desarrollo continúan creciendo las emisiones año tras año. Los acuerdos de París, firmados por 195 países, establecen que estos niveles de emisión son incompatibles con el aumento máximo de 2ºC en la temperatura global pactado en dicha cumbre, por lo que se comprometen a disponer de planes para reducirlos.
La Unión Europea es únicamente responsable del 10 por ciento de las emisiones globales, pero tiene la voluntad firme de disminuirlas. Cada país miembro dispone objetivos de reducción perfectamente definidos para 2020 y 2030, años en que debe alcanzarse una disminución conjunta del 20 por ciento y del 40 por ciento, respectivamente, de los niveles de CO2 vertidos a la atmósfera en 1990. Aún se va más allá, y la UE ha decidido que en 2050 las emisiones deben ser inferiores entre el 80 y el 95 por ciento a las de 1990. A partir de entonces, el carbón y el petróleo quedarán únicamente para usos industriales distintos de los energéticos, incluido el transporte terrestre.
Nos encontramos, pues, en los inicios de un cambio de modelo energético en el que tendrán un desarrollo espectacular las energías renovables, incluida la generación fotovoltaica en los hogares complementada con baterías, y, además, las redes de transporte, que deberán ampliarse para tener un verdadero sistema eléctrico europeo único con capacidad suficiente. Algunos países importantes de la Unión tienen objetivos más ambiciosos a corto plazo. Así, Alemania deberá hacer esfuerzos adicionales para compensar el abandono de la energía nuclear a partir de 2022 y el Reino Unido ya ha anunciado que dejará de utilizar el carbón como combustible de generación eléctrica en 2025.
También el vehículo eléctrico, que, aunque de forma incipiente ya hoy es una opción para algunos usuarios, en pocos años comenzará a sustituir progresivamente a los coches actuales, puesto que para alcanzar las metas de la UE en 2050 todo el parque de vehículos ha de ser eléctrico. Así pues, la industria automovilística también tendrá que adaptarse a los nuevos tiempos.
Van a ser más de treinta años de trabajos y oportunidades para ocupar un lugar en el diseño, fabricación, construcción y explotación de las nuevas instalaciones de generación eléctrica, que, principalmente, serán eólicas. Se construirán no solo para reemplazar a las que emiten gases de efecto invernadero, sino también para abastecer una demanda eléctrica que duplicará a la actual.
De este modo, la potencia de generación eólica instalada en la UE (142 GW en 2015) superará los 320 GW ya en 2030. En particular, la eólica de origen marino, actualmente poco significativa (11 GW en 2015), está desarrollándose muy rápidamente en el mar del Norte y va a tener un papel cada vez más preponderante. Se prevé que en 2030 quintuplicará las cifras actuales. El mar es sin duda un medio más hostil que el terrestre, pero tiene la gran ventaja de carecer de los límites que el transporte por tierra impone a los equipos. Por esta razón, el tamaño de las máquinas eólicas marinas está aumentando muy rápidamente, ayudando a mejorar la competitividad de este tipo de energía, que, entre otras ventajas, tiene la pérdida del impacto visual cuando los parques ya se alejan unas veinte millas de la costa.
En lo que respecta a nuestro país, en el corto plazo tendrá difícil alcanzar el objetivo para disponer de un suministro energético del 20 por ciento íntegramente con renovables en 2020, porque, a pesar de que ya representan un 38 por ciento en la generación eléctrica, el elevado peso del transporte supone que el cumplimiento sea poco más del 16 por ciento en el consumo total de energía. Sin lugar a dudas, esto conlleva mayores exigencias para conseguir los objetivos más ambiciosos establecidos para 2030.
Francisco Aréchaga Rodríguez, Ingeniero de Minas.