El nuevo Papa León XIV y el legado de Francisco

Sin dejar la opción por las periferias, la denuncia de las injusticias y la acogida sin condenas, el lugar de las mujeres en la Iglesia es un desafío pendiente y urgente que León XIV deberá abordar con mente abierta, voluntad y valentía profética, recogiendo el proceso abierto por Francisco. Su recorrido ofrece esperanza.

Francisco habló de la necesidad del «'genio' femenino en los lugares donde se ejercita la autoridad en la Iglesia» y del «deber de garantizar su presencia en los diversos lugares donde se toman las decisiones importantes, tanto en la Iglesia como en las estructuras sociales». Inició el proceso haciendo varios nombramientos de mujeres en la estructura del Vaticano, pero se quedó corto, condicionado por la antropología y la teología tradicional como estaba. Él mismo reconoció que su formación filosófica y teológica, excepto en Biblia, estuvo marcada por los esquemas y posiciones previos al Vaticano II, que tuvo que ir actualizando después. Este dato es importante porque, en efecto, muchas de las ideas 'oficiales' sobre el papel y lugar de las mujeres en la Iglesia también reflejan la influencia de esquemas antropológicos, bíblicos y teológicos a superar con el desarrollo y aplicación consecuente de ciertos principios del Vaticano II y el conocimiento de la conformación procesual del cristianismo.

Para negar el acceso de las mujeres al ministerio sacerdotal se recurre a que Juan Pablo II declaró en la carta 'Ordinatio sacerdotalis' (1994) que esta era una «verdad definitiva». Según el orden de verdades que establece Santo Tomás, una verdad definitiva no es una verdad dogmática, sino una afirmación de indudable valor pero que puede ser modificada cuando se descubra una verdad más convincente. Aunque se presentó con una notable ambigüedad para cerrar el debate, no es una cuestión teológicamente cerrada.

La teología «de la mujer» mencionada por Francisco fue hecha por varones célibes en los 50. Desde mitad del siglo XX existe una producción teológica de gran calidad, la teología feminista, realizada por mujeres con formación académica reconocida, que reflexiona y toma la palabra, pero que muchos varones teólogos y eclesiásticos desconocen o desprecian. La imagen, papel y lugar de las mujeres en la Iglesia y la sociedad difiere mucho en estas dos teologías.

Algunos están molestos porque las mujeres católicas más jóvenes 'hacen lío', gritan, se declaran en revuelta o lanzan el movimiento María 2.0, en defensa de la antigua reivindicación del acceso femenino a los ministerios. Los argumentos al uso ya no sirven. Como ejemplo, el que utilizó Francisco. Decía: «El sustantivo Iglesia es femenino», luego «la Iglesia es mujer» y «esposa de Cristo», por eso «necesita un ministro masculino». Es el argumento de los dos principios complementarios: el petrino que es el jerárquico, y el mariano, el de misericordia, acogida, servicio y autodonación. Francisco lo denominó argumento «dogmático», aunque, en realidad, es una opinión teológica discutible de Hans Uurs von Balthasar, un teólogo que influyó en Francisco y en tantos. Es fruto de una antropología dual superada, que utiliza la problemática categoría de la complementariedad. Por el contrario, el gran teólogo Karl Ranher dijo que ni en la Escritura ni en la Tradición había razón alguna para negarles el ministerio presbiteral.

La Iglesia puede dotarse de normatividad vinculante, cierto, pero no puede ser incoherente con el mensaje evangélico que debe ser actualizado de forma relevante. Ciertos esquemas culturales históricos, que conformaron sus estructuras organizativas, no pueden primar sobre otros que, también históricos, se muestran más coherentes con la intuición original. No pueden seguir alegándose razones de Escritura, Tradición y «dogma» para negar a las mujeres su plena participación en la Iglesia.

León XIV tendrá que abordar el tema del lugar y la mayoría de edad de las mujeres en la Iglesia. No puede posponerse más. Supone abrir la posibilidad de estar presentes, en plena igualdad con los varones, en todos los lugares donde se decide de verdad la vida de la comunidad eclesial. Supone también el acceso a todos los ministerios que, por otra parte, deben ser reformados para que sigan cumpliendo aquello para lo que fueron establecidos, no por Jesús de Nazaret, sino por la Iglesia con la ayuda del Espíritu, en ese proceso histórico, culturalmente condicionado, en el que fue surgiendo y conformándose organizativamente como Iglesia cristiana.

Lejos de ser relativismo es una exigencia de la misma estructura de la fe cristiana que tiene a la historia en su núcleo más íntimo. Supone tomarse en serio un principio que el mismo Francisco defendía: el tiempo como dimensión esencial frente al espacio. Esperemos que en el próximo cónclave haya ya presencia femenina.

Carmen Bernabé, Doctora en Teología Bíblica.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *