El observatorio del español en Estados Unidos

El Instituto Cervantes y la Universidad de Harvard han llegado a un acuerdo para la creación de un “observatorio de la lengua española y de las culturas hispánicas en los Estados Unidos”. En el comunicado que han difundido se afirma que se tratará de “un espacio de referencia internacional para el estudio, el análisis prospectivo y el diagnóstico de la situación de la lengua española en los Estados Unidos y” –atención— “en el mundo”. Todo ello “reconociendo la lengua española como idioma de cultura y excelencia más allá de su valor comunicativo intrínseco”. Reconozco no saber lo que es una lengua “de cultura y excelencia”, y si el español es más o menos excelente que el chino o, ya que a eso vamos, que el inglés.

Pero más allá de la retórica y del triunfalismo, lo que está claro es que hay un interés creciente por la población hispanohablante de EE UU, la mayor en un país de lengua no española con cerca de 50 millones de personas. En el 2050 se calcula que será el primer país hispanohablante del mundo, por delante de México. Como tal, es una comunidad que tiene un gran potencial comercial, y no es casual que el observatorio vea la luz bajo patrocinio bancario.

Se dice que se prestará “especial atención” al uso del español en los EE UU “por parte de minorías y a su convivencia con otras lenguas”. Pero la situación de los hispanohablantes es muy variada: oscila entre el abandono de su lengua para adoptar el inglés (como medio de integración y ascenso social) y la defensa de su identidad lingüística y cultural. Todo ello complicado por la variedad de situaciones en que se pueden encontrar según sean inmigrantes recientes o miembros de segunda o tercera generación, según su trabajo, según vivan en Estados del sur o en ciudades como Nueva York, según la variante del español de la que provengan… Sobre la “convivencia con otras lenguas”, bueno es recordar que el contacto presenta también múltiples facetas: los hispanos integrarán en su habla numerosas voces inglesas (aunque el cómo, porqué y en qué ámbitos varía mucho). Pero también a la inversa: los anglohablantes, sobre todo en los Estados del sur, utilizan expresiones españolas, muchas veces con propósitos denigratorios. El ejemplo arquetípico es Terminator 2, cuando el robot dice “Hasta la vista, baby”… antes de volar en pedazos al destinatario de su despedida: un recordatorio del carácter traicionero atribuido a los hispanos.

El inglés no es formalmente la “lengua oficial” de los EE UU, pero en el ánimo de muchos norteamericanos es la única que debería usarse allí. Por eso los hispanohablantes luchan con frecuencia por mantener su estatus en un medio dominado a veces por el racismo y la reivindicación del English Only. Esta lucha se lleva a cabo en muchos terrenos, incluyendo la lengua escrita: un profesor de cierta universidad luchó por que pusieran tilde a su nombre: “José”, en vez del “Jose” que se utilizaba. Las situaciones y las dinámicas del español en los EE UU son tan variadas que han venido dando lugar a una vastísima bibliografía, y precisamente sería bueno que un observatorio de este tipo la recopilara.

Es de suponer que el observatorio llevará también a cabo estudios de tipo demográfico, dialectológico o sociolingüístico. Pero hay que recordar también que la acción en la Red es hoy una parte importante de la interrelación social, y que en este terreno surgen comportamientos dignos de ser notados, como el hecho de que los jóvenes hispanos o afroamericanos hagan un mayor uso de Twitter que los blancos. En este sentido, valdría la pena emprender también una política activa de estudios cibermétricos que constituyeran de verdad una “referencia internacional” sobre comportamientos lingüísticos en Internet y medios móviles.

En este pequeño repaso se ha podido comprobar la complejidad del estudio lingüístico de las minorías y la “convivencia con otras lenguas”, solo para EE UU. ¿De verdad va a apuntar el observatorio a la totalidad del mundo, máxime cuando muchos de estos datos faltan incluso para la realidad española?

Respecto a la forma de comunicar sus avances, es vital que el nuevo observatorio adopte decididamente una política de datos abiertos (open data), que permita el libre acceso y la redistribución de los resultados que obtenga, siguiendo el ejemplo del propio Gobierno de Estados Unidos, que acaba de declarar la apertura de datos como el estándar exigible a toda la información emanada de él.

El antropólogo lingüístico Dell Hymes observó en 1981: “Los Estados Unidos son un país rico en muchas cosas, pero pobre en el conocimiento de sí mismo respecto al lenguaje”. La situación ha mejorado desde entonces, pero sin duda la sociedad norteamericana, ideológicamente muy anclada en el monolingüismo inglés, puede beneficiarse del conocimiento que aporte un buen observatorio del español en su seno. Solo se puede desear lo mejor para este proyecto, pero esperando que afronte la magnitud de sus tareas de forma realista, y que practique una apertura real de sus datos a la comunidad internacional de investigadores.

José Antonio Millán, lingüista, trabaja sobre lenguas en Internet.

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