El olvidado progreso de América Latina

En las últimas décadas América Latina ha progresado de manera espectacular, aunque dentro y fuera de esa zona muchos se nieguen a reconocerlo. Ésta es la idea principal de Forgotten Continent: The Battle for Latin America's Soul (Yale University Press, 2007), un excelente libro de Michael Reid, especialista en América Latina de la revista The Economist. En esta obra, una fructífera combinación de reportaje y de erudición, Reid traza un panorama halagüeño de América Latina, pero señala que los avances siguen quedándose fuera de un discurso político en el que "multitud de expertos, periodistas y políticos, tanto de la propia región como de Estados Unidos y Europa, niegan persistentemente el progreso". Los logros principales han sido, según Reid, la consolidación de la democracia y el punto final que se ha puesto a décadas de inflación crónica, salpicadas en las de 1980 y 1990 por periodos hiperinflacionarios en Argentina, Bolivia, Perú, Brasil y Nicaragua.

Reid explica el gigantesco proceso de cambio social que ha transformado Perú y muchos otros países de la región en las dos últimas generaciones. Los emigrantes que han inundado Lima y otras ciudades costeras procedentes de los Andes dejaban atrás situaciones de servidumbre, miseria y aislamiento. La ciudad no ha dado trabajo a todos sus hijos y puede que los servicios que reciben sean deficientes, pero la situación de la mayoría es mucho mejor de la que tendría en las zonas rurales. La presencia de los emigrantes y de sus descendientes ha democratizado el país desde abajo. En Perú todavía hay vestigios de la existencia de una sociedad de castas con una élite racial blanca. Sin embargo, el avance del mestizaje es imparable, la élite es menos blanca y menos homogénea que en la década de 1970 y la movilidad social es mayor.

Durante el último medio siglo el progreso ha sido enorme. Desde 1950 la población latinoamericana, incluyendo la de la región del Caribe, se ha más que triplicado; la esperanza de vida al nacer ha pasado de 51 a 73 años, y la mortalidad infantil se ha reducido en un 83%, cayendo desde 128 a 22 muertes por cada 1.000 nacimientos con vida. Los índices de alfabetización y de escolarización se han incrementado enormemente, aunque la escasa calidad de la educación desperdicia gran parte de la inversión pública por ese concepto. La mejora de los transportes hace que la gente pobre pueda recorrer grandes distancias para emigrar, hacer visitas o realizar actividades comerciales. El acceso prácticamente generalizado a la radio y la televisión proporciona a la población un entretenimiento y una información de los que nunca disfrutaron anteriormente. La ampliación del tendido eléctrico ha posibilitado a millones de familias la compra de frigoríficos y de otros electrodomésticos que mejoran la conservación de los alimentos, fomentando también una mejor nutrición y reduciendo las tareas domésticas. La mayor disponibilidad de teléfonos móviles baratos ha desarrollado las capacidades logísticas y la productividad de poblaciones con escasos ingresos, sobre todo en las grandes ciudades. Todas estas mejoras han favorecido la predisposición hacia la democracia.

Los analistas extranjeros han prestado demasiada atención a Hugo Chávez y a sus protegidos, los presidentes Evo Morales, de Bolivia, y Rafael Correa, de Ecuador, dos países marginales y crónicamente inestables, pasando por alto la tendencia a la estabilización democrática que se registra en repúblicas mucho más importantes como Argentina, Brasil, Chile, Perú, Colombia y México. Por citar sólo un ejemplo de progreso, podemos decir que Perú estabilizó su democracia al tiempo que superaba durante las décadas de 1980 y 1990 una insurrección guerrillera que costó unas 70.000 vidas, la hiperinflación de esa última década, y una importante epidemia de cólera entre 1991 y 1992. En este último año la renta per cápita peruana se había reducido en un 70% respecto a la de 1981 y dos tercios de la población del país vivía en la pobreza. Después de que el despertar de la ciudadanía frustrara las pretensiones dictatoriales del presidente Alberto Fujimori (en el poder entre 1990 y 2000), los políticos siguieron sin ser tenidos en alta estima. Con todo, aguantaron su impopularidad y practicaron una equilibrada política fiscal, creando desde 2002 condiciones para que se redujera la inflación y para que el crecimiento económico se situara en un promedio del 6% anual.

América Latina, alentada por el gran repunte de la demanda y de la liquidez que registra una economía mundial en expansión, ha crecido casi un 5,4% anual desde 2003, reduciendo considerablemente sus niveles de pobreza. Aunque este éxito económico suele atribuirse al auge actual del comercio de materias primas, también refleja un esfuerzo por superar las deficiencias institucionales. Reid subraya las carencias de los partidos políticos y las distorsiones de los sistemas electorales, añadiendo posteriormente que "hasta que la calidad y la cantidad de la educación no mejoren en América Latina, y hasta que la pobreza y la desigualdad no disminuyan, algunos votantes tendrán la tentación de votar a cambio de favores clientelares o de hacerlo a populistas que pregonan milagros". Aún está por ver si las instituciones latinoamericanas tendrán elasticidad suficiente para aguantar un entorno económico mundial más inclemente.

Una de las razones que explican la consolidación de la democracia en América Latina y su estabilidad económica es que los pobres se han cansado de dictaduras, de inflación y de convulsiones, con un cansancio que también parece estarse extendiendo a Venezuela y Bolivia. Una de las razones del éxito de Lula da Silva, el presidente de los pobres brasileño, fue que, aunque en los mercados financieros cundiera el pánico ante la perspectiva de su elección en 2002, él tuvo la sensatez de comprender que el pueblo de Brasil no aceptaría una nueva situación de inflación crónica. A pesar de las distorsiones y las injusticias que se institucionalizaron durante esos periodos de inflación permanente, Brasil lideró a las principales economías en vías de crecimiento entre 1970 y más o menos 1980. No obstante, a partir de este año, las elevadas tasas de expansión económica naufragaron en un mar de carencias institucionales, lo cual hizo que se disparara la violencia urbana, que el endeudamiento derivara en crisis recurrentes y que la hiperinflación se disparara en dos ocasiones. Lula comprendió que la principal baza de la política gubernamental tendría que ser el mantenimiento de la estabilidad, de la que dependía su pervivencia política y la viabilidad de la democracia.

América Latina es una de las regiones más privilegiadas del mundo, pues, en comparación con el tamaño de su población, sus recursos son abundantes. Además, cuenta con múltiples fuentes de energía, sus conflictos étnicos, religiosos o lingüísticos son escasos, y se encuentra alejada de las principales áreas de tensión internacional. La expansión de la democracia en América Latina se amparó en el favorable entorno internacional fomentado desde la década de 1970, pero las deficiencias institucionales reducen las ventajas de la democracia. Una de las críticas que pueden hacerse a este libro es que Reid no ha indagado con suficiente profundidad en los defectos de la educación pública, una carencia institucional que socava la capacidad que tienen varias repúblicas para gestionar el funcionamiento de sociedades complejas y para desarrollar racionalmente sus recursos humanos y naturales.

La estabilidad ha producido mejoras en la vida de barrios pobres como los de São Paulo, que quizá ahora sea la metrópolis más próspera de los países en vías de desarrollo. Para Reid, "São Paulo, que se ha reinventado a sí misma como centro financiero y de servicios, es la única ciudad auténticamente global de América Latina". Mejoras como éstas suponen una gran diferencia, que sin embargo suele pasarse por alto. En Forgotten Continent Reid nos regala una insólita perspectiva.

Norman Gall, director ejecutivo del Instituto Fernand Braudel de Economía Mundial de São Paulo. Viene realizando investigaciones e informes sobre América Latina desde 1961. Traducción de Jesús Cuéllar Menezo.