El olvido del Gran Atentado

A punto de rememorar los tres años transcurridos desde aquella dantesca mañana del 11 de Marzo en que alguien, aún no sabemos quién, decidiera acabar con casi 200 vidas y cambiar el rumbo vital de más de 1.800 personas de bien (trabajadores, estudiantes, inmigrantes, viajeros de los trenes de Cercanías, etc.), tengo el sentimiento de que una buena parte de la sociedad española, o no quiere saber la verdad, o teme saber la verdad de lo ocurrido.

Mi recuerdo permanente hacia aquéllos a quienes les fue arrebatada la vida, el más elemental de los derechos humanos, que algunos reclaman para los asesinos. Mi apoyo incondicional y permanente hacia sus familiares y hacia los que sufren las secuelas, físicas y psíquicas, de aquel acto de lesa humanidad. Mi reconocimiento y mi gratitud eterna a todos los profesionales y voluntarios que entregaron lo mejor de sí mismos para remediar el dolor, curar heridas, donar su sangre y poner paz y humanidad donde otros sólo sembraron muerte, caos, ruina y aprovechamiento de todo ese río revuelto que el mal utiliza para hacer su agosto. España, ante la barbarie y el mal sin límites de unos pocos, supo exhibir ante sí y ante el mundo lo mejor que el hombre guarda en su interior. Gran lección de un pueblo noble que ha sabido hacer Historia y vida comunitaria ante las grandes adversidades. Pero la Historia y su memoria no son algo que se hace a la medida de unos pocos. La Historia la hacemos todos, y la sufrimos y la disfrutamos todos. La Historia es un bien común, y como tal hemos de cuidarla y conservarla.

El hombre y la humanidad han basado su progreso en las grandes hecatombes y en los grandes desastres naturales o provocados. Yo animo a todos a que tanto mal no sea desaprovechado, sino que nos sirva para desfacer los entuertos y para corregir el mal que los provoca.

Al principio decía que un gran número de españoles no quieren saber lo que ocurrió en aquel desdichado 11 de Marzo. Mis disculpas para los que no se sientan concernidos por esta afirmación. En efecto, tres años después, en pleno inicio del primer juicio sobre dichos atentados, podemos observar cómo en ciertos sectores de la sociedad, incluso en los poderes públicos, está proscrita la memoria histórica de la masacre del 11-M, mientras seguimos empeñados en analizar el ADN de nuestros antepasados para resolver no sé qué disputas que quedaron zanjadas en nuestros corazones y en nuestra mente hace ya muchos años. Aquello lo resolvimos con inteligencia, no exenta de generosidad, hace ya más de un cuarto de siglo. Pusimos las bases para que no se vuelva a repetir, y hoy nos miramos unos a otros con una mirada limpia e incluso reconocemos que no mereció la pena tanta sangre para llegar a la situación en que estamos. Ésta es una visión positiva de la Historia basada en el conocimiento y reconocimiento de la verdad:

Las diferencias se dirimen en un ámbito de diálogo sincero y permanente, de acción respetuosa con las minorías y con las mayorías, en un ámbito de comprensión del otro y del diferente. El terror y la muerte sólo sirven para favorecer la cadena del odio y la imposición de las razones por esta vía. Jamás podrá dar buen fruto para todos.

Las motivaciones del 11-M, mientras no se demuestre lo contrario, fueron netamente políticas. No se puede explicar de otra forma, ni tan horrendo crimen, ni la situación derivada del mismo. Sin el conocimiento de dichas motivaciones no podremos saber nunca, ni explicar, la verdad de lo ocurrido; y sin la verdad no es posible la justicia ni la prevención ¿Qué servicio prestamos a la sociedad y a nosotros mismos si nos negamos a conocer las motivaciones de los atentados, la trama que permitió la masacre y los beneficios obtenidos con tanta sangre inocente? Si de los juicios sólo vamos a poder conocer la punta del iceberg, ¿creemos sinceramente que ello bastará para que se haga justicia? Si no se dirimen las responsabilidades políticas, ¿no estamos marcando una línea de conducta al terrorismo y sus apoyos mediáticos? Si la sociedad se encoge de hombros, ¿no podrá ser presa de su miedo a la verdad o de su indiferencia ante el mal organizado?

Me intento poner en el lugar de los que fueron inmolados, ¿de veras se sentirían contentos de lo que hacemos los que aún arrastramos nuestra vida esquivando la verdad y la justicia?

Hoy, de nuevo 11-M, seguro que moveremos muchas flores, inauguraremos monumentos en recuerdo a las víctimas, se nos escaparán algunas lágrimas, nos haremos fotos con personas importantes, la prensa dará un tratamiento periodístico a esa fecha. Pero, ¿es eso lo que realmente desearían que hiciéramos nuestros seres queridos? ¿Es para eso para lo que elegimos a nuestros representantes? Sinceramente, creo que no. Pues aún estamos a tiempo de rectificar nuestro recuerdo, en este tercer aniversario. Alguien importante en mi vida dijo: «La verdad os hará libres» y «por sus obras los conoceréis».

Que acertemos en el homenaje a nuestros seres queridos y que dicho homenaje sea útil para la sociedad en la que aún seguimos participando.

Gabriel Moris Noguera, químico y vicepresidente de la Asociación de Víctimas del Terrorismo. Perdió a un hijo en los atentados del 11-M y participa como perito en el análisis de los explosivos.