Por extraño que parezca, el primer logro del nuevo Gobierno ha sido poner en duda hasta los principios más elementales de la lógica matemática. Ciencia en la que se suele decir que el orden de factores no altera el producto cuando suma, o multiplica, pero estamos ante un Gobierno que lejos de sumar o multiplicar ha empezado su andadura dividiendo las competencias agrarias y restando capacidad a quienes legítimamente tienen la obligación de ayudar.
Finalizaba la semana con el anuncio estrella del ministro de agricultura de reunirse con las organizaciones agrarias, curioso anuncio cuando hablamos de la representación de los trabajadores y sus relaciones con el ministerio que les representa. Algo que debería formar parte del devenir diario, de la más pura normalidad administrativa, se ha convertido en el mayor logro para la solución de una crisis que viene agudizándose desde hace más de un año y que ha hecho estallar al campo español.
La respuesta ha sido inmediata, primero cargas policiales y luego buenas palabras. Curioso orden que desde luego altera el resultado, palos del Gobierno antes que palabras del ministro de Agricultura, interesante operación. El Gobierno más preocupado por sus cuitas, cuentas y cuentos que por la vida de los ciudadanos del campo, ha optado por esperar a que los agricultores «tengan motivos», y vaya si los tienen. Hasta tres convocatorias europeas para retirar aceite de oliva del mercado sin que se haya escuchado al ministro pelear mejores precios o mayores cantidades. Crisis en el sector de frutas y hortalizas. Crisis en el cereal derivado de la sequía. Pérdidas de cosechas como consecuencia de las inundaciones. Subida desproporcionada de aranceles sin que se escuche la voz del Gobierno mientras nuevos mercados competidores abren sus fronteras, nuevos productos fitosanitarios prohibidos sin alternativa, plagas que incluso afectan a la salud humana como la tularemia sin respuesta, ataques de animales salvajes que eliminan rebaños completos sin solución posible en el horizonte aderezada, por si fuera poco, con la entrada de animalistas en cargos de responsabilidad en el Gobierno o de una vicepresidenta contraria a la caza.
No le han sido tampoco ajenas a agricultores y ganaderos las primeras medidas del Gobierno: ¿Cómo se puede pensar que la subida de salarios no afecta a quien debe pagarlos?; ¿a quién se le ocurre pensar que la mejor forma de afrontar la pérdida de beneficios es incrementar los gastos, el coste de la energía, del transporte y hasta el precio del gasóleo? Si la situación de nuestros agricultores y ganaderos ya era delicada, todas estas cuestiones han venido a ser la gota que ha colmado el vaso.
Lo más sorprendente de todo es que el Gobierno, lejos de escuchar y adoptar medidas conjuntas que permitan beneficios a todos los agentes de la cadena de valor, ha dado la espalda a todo el sector, generando así una situación tan asfixiante que ha provocado movilizaciones por todos los rincones de la geografía nacional frente a este Gobierno preocupado sólo por el postureo e incapaz de solucionar los problemas de los ciudadanos. No se trata de dar limosna. No se pueden resolver los problemas de agricultores y ganaderos con un puñado de monedas cada vez que hay una crisis y se organizan movilizaciones. Se necesitan soluciones de futuro, estables y con visión de conjunto, porque agricultores y ganaderos no son entes ajenos a su entorno, son el elemento imprescindible de una cadena, la cadena alimentaria. De hecho, el Gobierno de España fue pionero en hacer este planteamiento y aprobar la Ley de la Cadena Alimentaria en 2015, ejemplo en su momento para muchos países de nuestro entorno, y que hoy está por desarrollar, ese es el reto avanzar y mejorar la ley de la cadena. Avanzar en las políticas que ya diseñó el PP estabilizando las relaciones entre ellos, relaciones en las que se aseguren beneficios a todos y cada uno de los agentes de la cadena, los agricultores deben ganar con su trabajo, la industria tener beneficios y los supermercados vender y hacerlo a precios competitivos.
Llama poderosamente la atención que haya tenido que movilizarse el campo, que se hayan producido cargas policiales antes de que el Gobierno llame al diálogo a agricultores y ganaderos, y más aún, que espere a que sean los propios representantes de estos profesionales del campo quienes, tras un año de pérdidas sin precedentes, les muevan a hablar con las empresas, a pensar en el conjunto, en la cadena de valor. Un año en que los agricultores y ganaderos están asistiendo a un festival de descrédito, orquestado por un Gobierno que lejos de valorar la aportación del campo a la lucha contra la despoblación, desmenuza el Ministerio y asocia la actividad agraria y ganadera al cambio climático. Realmente esta es la clave, este es el verdadero reto, poner en valor la actividad agraria frente al problema demográfico y hacer la vida más atractiva en los pueblos. Se antoja complicado si pretenden hacerlo sin contar con quienes viven en ellos, restando capacidad económica a sus habitantes, e incluso demonizando su actividad.
Nunca es tarde, pero desde luego el orden ha alterado seriamente el resultado en el campo. Nunca es tarde, pero el resultado está por ver. Estaremos pendientes de que todas las medidas que deben avanzar en el desarrollo rural, en la mejora de la vida de nuestros pueblos, no se vean cercenadas por la ideología que impera en este nuevo Gobierno, a quien parece importarle un bledo el medio rural.
Milagros Marcos es diputada y portavoz de Agricultura del PP.