El pacto de Sánchez y Bildu

Pese a que ETA, a través de su representación política el Congreso, que es Bildu, logrará la revisión de lo que fue la lucha contra esta organización terrorista en sus años de mayor apogeo criminal, en la cuenta de los casi 400 de sus crímenes sin resolver hay que anotar el secuestro y tortura de tres jóvenes gallegos, de los que nunca más se supo, que fueron confundidos con guardias civiles. Conviene recordarlo, ahora que vamos a volver la vista hacia atrás. Pero conviene subrayar que el jefe del comando de ETA que perpetró estos hechos era un tal Tomás Pérez Revilla, que más tarde, a su vez, moriría en un atentado de los GAL. Atención a este nombre, pues es uno de los que Bildu pretende rehabilitar gracias a la Ley de la Memoria Histórica, pactada con Pedro Sánchez, para revisar los episodios de la lucha contraterrorista entre 1977 y 1983.

Los hechos tuvieron como escenario localidad francesa de San Juan de Luz el 24 de marzo de 1973. Las crónicas de la época cuentan que los jóvenes gallegos habían acudido al país vecino a ver la película El último tango en París, ya que este film era imposible visionarlo en España. Miles de españoles hacían lo que ellos, pero tuvieron la mala suerte de coincidir en una discoteca con varios miembros de ETA que los tomaron por agentes de la Guardia Civil. Los tres infortunados chicos eran José Humberto Fouz, de 29 años de edad; Fernando Quiroga, de 25 y Jorge Juan García, de 23. Se habían trasladado a Euskadi, en aquel tiempo, para hacerse un futuro mejor. Después de emigrar a otros lugares de Europa, recalaron en Euskadi. Los mozos habían salido en la jornada del día 23 con destino al país vecino a bordo de un vehículo, marca Austin, propiedad de José Humberto Fouz, cuya ausencia en su puesto de trabajo el lunes, día 25 de marzo, sería la señal que haría saltar todas las alarmas en sus familiares. Al no tener noticia de su suerte, hasta se especuló con que hubiera tenido un accidente. Los tres jóvenes desaparecidos habrían tenido la mala suerte de coincidir con un grupo de miembros de la banda terrorista en la discoteca Lycorne. El episodio se inicia con un incidente entre los terroristas y los tres jóvenes, en el transcurso del cual, los etarras habrían herido de gravedad a José Humberto Fouz de un botellazo en la cabeza, quien moriría instantes después, aunque nunca se encontró su cadáver ni tampoco los de sus acompañantes.

A continuación, los tres jóvenes fueron secuestrados por sus captures que iban armados y los trasladaron a una granja, propiedad de Telesforo Monzón, dirigente histórico abertzale, en el propio vehículo de las víctimas. Una vez que estaban en poder de los criminales, estos les habrían torturado durante un tiempo. Y ahora viene lo más espeluznante del relato: según las investigaciones posteriores, gracias al testimonio de Mikel Lejarza, el topo que estuvo infiltrado en el grupo terrorista, los tres jóvenes fueron sometidos a una tortura extrema, lo que incluyó que les sacaran los ojos con destornilladores. Tan severa tortura pretendía que los secuestrados revelaran las actividades contra ETA en las que habían participado o iban a intervenir. Pero al comprobar que no eran policías ni guardias civiles decidieron asesinarlos y hacerlos desaparecer, ante el riesgo de la mala imagen que hubiera tenido para la banda que se conocieran los hechos verdaderos. Dado el tiempo transcurrido desde entonces, los hechos están prescritos y nunca las familias lograron que se reabriera. Conviene insistir ahora en el hecho de que el jefe del comando era Tomás Pérez Revilla, que más tarde, a su vez, moriría en un atentado de los GAL. Y gracias a su pacto con Sánchez, Bildu ha logrado que se revisen todos los casos en los que intervino esta organización y sus acciones.

A pesar del tiempo transcurrido, el episodio de los tres jóvenes gallegos ha quedado en el olvido hasta el presente, aunque en los años noventa hubo algunas iniciativas para exhumarlo. Una de ellas fue la de la interpelación parlamentaria de Coral Rodríguez Fouz, senadora vasca por el PSE-PSOE y sobrina y ahijada de José Humberto Fouz, quien formuló una pregunta en el Senado al entonces ministro del Interior, Jaime Mayor Oreja. Gracias a la perseverancia de esta política, se conseguiría que los tres jóvenes asesinados por ETA fuesen reconocidos como víctimas del terrorismo. Otra vez, en 2005, como diputada del parlamento vasco, solicitó sin éxito al Gobierno vasco que dispusiera los medios suficientes para esclarecer el paradero de los restos mortales de los tres jóvenes asesinados en 1973. A día de hoy, los cadáveres siguen sin aparecer. Pese a que, teóricamente, los autores de este crimen se beneficiaron de la amnistía de 1977, algunos juristas entienden que se trata de un caso que debería haber quedado fuera, ya que por sus características no fue propiamente un crimen de intencionalidad política, sino un delito común.

Fernando Ramos es periodista.

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