El pacto faustiano de Europa

La segunda ola de infecciones de COVID-19 ha golpeado a Europa mucho más de lo esperado. La esperanza de una recuperación en V ha sido reemplazada por el miedo a una segunda recesión, lo que se traduce en que no habrá ningún retorno rápido a las reglas presupuestarias normales de la Unión Europea. Lo que resulta más preocupante es que Europa ahora se encuentra obligada a escoger entre dos objetivos, ambos críticos para su viabilidad a largo plazo como bloque político y económico supranacional. Ahora más que nunca, el compromiso de la UE con el estado de derecho parece estar en el patíbulo.

No todas las noticias son malas. Debido a decisiones políticas previsoras de los líderes de la UE, las relaciones norte-sur al interior de la Unión están en una posición más firme de lo que han estado en muchos años. Una señal de esto es que los diferenciales entre las tasas de interés alemanas e italianas están en un mínimo histórico, lo que indica que la posición de Italia en el euro ahora es sólida como una roca. La “ansiedad expandida” sobre la sustentabilidad del euro se ha calmado en toda la región del sur de la eurozona.

Olvidémonos de los obstáculos políticos recientemente introducidos por los estados miembro de Europa Central con sus amenazas de vetar el presupuesto de la UE y el nuevo fondo de recuperación del COVID-19. Defender la tan esperada convergencia política y económica entre el norte y el sur será la máxima prioridad de la UE en las semanas y meses por venir.

Si bien la reducción de los diferenciales de tasas de interés en un principio reflejaba las políticas de alivio cuantitativo (QE) del Banco Central Europeo, el nuevo fondo de recuperación de la UE –llamado Nueva Generación UE- es lo que los llevó a mínimos históricos. Los inversores han dejado de vender los bonos de países del sur endeudados porque se dieron cuenta de que los políticos del norte, particularmente en Alemania, están dispuestos a ofrecer el respaldo necesario (ya sean subsidios o préstamos) para impedir una desintegración del euro.

Luego del anuncio de Nueva Generación UE llegaron otras buenas noticias. En octubre, la primera emisión de corona-bonos de la Comisión Europea con los cuales financiar el programa recibió una enorme sobresuscripción. Los inversores hicieron ofertas por más de 233.000 millones de euros (276.000 millones de dólares), superando en exceso los 17.000 millones de euros en oferta. Esta reacción del mercado envió una señal inequívoca de que un programa de recuperación plenamente financiado de 750.000 millones de euros pronto se haría realidad.

A pesar de la sobresuscripción, Hungría y Polonia han puesto en duda el futuro del fondo al amenazar con vetarlo a menos que la UE desestime su demanda de que el desembolso de fondos de la UE sea condicional a la adherencia de los estados miembro al estado de derecho. El hecho de que los diferenciales entre norte y sur se mantengan en mínimos históricos a pesar de este nuevo barullo político al interior de la UE refleja la confianza de que los políticos europeos resolverán las cosas antes de una cumbre crucial el 10-11 de diciembre, el plazo límite para cerrar un acuerdo presupuestario antes de 2021.

Con el premio de la unidad norte-sur sobre la mesa, habrá una intensa presión para neutralizar a los dos saboteadores. La extorsión es especialmente probable porque tanto Hungría como Polonia tienen el veto y la voluntad política de utilizarlo. Más precisamente, ambos gobiernos saben que ésta tal vez sea su última y mejor oportunidad de evitar la imposición de una condicionalidad al desembolso de los fondos de la UE en el futuro.

El actor principal, como de costumbre, es la canciller alemana, Angela Merkel. Ahora, en el ocaso de su prolongado mandato como canciller, Merkel no permitirá que Nueva Generación UE –que seguramente será una parte importante de su legado- se descarrile. Poner en peligro la solidaridad norte-sur y la recientemente lograda cohesión de la eurozona es, lisa y llanamente, un precio demasiado alto para alzarse contra Hungría y Polonia.

Por supuesto, existirá la habitual hoja de parra política. Hungría y Polonia simularán comprometerse con principios democráticos (que luego seguirán violando) y los líderes de la UE fingirán creerles. Así las cosas, el fondo de recuperación le costará a Europa más de lo que debería.

Aun así, pensando en el largo plazo, la subasta de bonos de la Comisión Europea trajo buenas noticias para el BCE, que se beneficiará con un efecto derrame importante a partir del retorno de una política fiscal robusta. Los subsidios de Nueva Generación UE a estados miembro endeudados le quitará parte de la presión al BCE después de años de que la política monetaria hiciera el mayor esfuerzo.

Según Reuters, el consejo de gobierno del BCE está discutiendo la manera de “ofrecer un respaldo menos generoso a los gobiernos endeudados cuando cree un nuevo paquete de estímulo el mes que viene, para obligarlos a solicitar subsidios de la Unión Europea ligados a inversiones productivas”. Al reducir la centralidad del QE en el respaldo de la solidaridad europea, este desenlace finalmente convertiría al consejo de gobierno del BCE en un organismo menos contencioso.

Este desenlace es especialmente alentador en el largo plazo. Las interminables escaramuzas de los halcones y las palomas del BCE por el QE no son sólo cansadoras; también han minado la solidaridad europea en un momento de revanchismo ruso, imprevisibilidad norteamericana, asertividad china y todas las disrupciones que trajo aparejadas el Brexit. En este marco geopolítico lúgubre, la promesa del fondo de recuperación de reducir la división en el concejo de gobierno no podría ser más conveniente. No sorprende que la presidenta del BCE, Christine Lagarde, quiera que los políticos de la UE entronen a Nueva Generación UE como un mecanismo de políticas permanente, y no temporario.

Jean Monnet, uno de los primeros exponentes de la integración europea después de la Segunda Guerra Mundial, observó que el proyecto europeo “siempre avanza a través de las crisis”. En este sentido, la pandemia representa una oportunidad única de impulsar la integración europea como nunca antes. Aun si los populistas iliberales de Europa en Hungría y Polonia parecen evadir responsabilidades una vez más, su postura puede ser más endeble en el futuro. Una UE que ya no necesita preocuparse por el colapso del euro tendrá mucho más tiempo, energía y resolución para ocuparse de sus enemigos adentro.

Melvyn Krauss is a senior fellow at Stanford University’s Hoover Institution.

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