El Papa, los hijos y los animales de compañía

Durante su primera audiencia del año, el Papa llamó “egoístas” a las parejas que no procrean o no lo hacen de modo suficiente: “Una de las formas del egoísmo hoy es que algunas personas no quieren tener hijos, o solo uno”, afirmó Francisco: “Sin embargo, sí tienen perros y gatos que ocupan el lugar de los niños. Sí, ya sé que da risa, pero esas personas sienten que es más cómodo tener perros o gatos. La negación de la paternidad y de la maternidad nos menoscaba y la humanidad se pierde”.

Es de suponer que el Papa era consciente de la polémica que levantarían sus palabras. Porque ¿qué piensa la sociedad sobre ese tema? Según encuestas realizadas entre ciudadanos españoles de 18 a 40 años, mayoritariamente prefieren los animales de compañía, y las razones que prevalecen para no tener hijos son, sobre todo, de carácter económico y ecológico. Argumentan que nuestro superpoblado planeta no necesita más habitantes: el crecimiento de la población es una de las causas tanto del calentamiento global como de la pérdida de la biodiversidad. Además, la gran mayoría de los sueldos no permiten una vivienda decente, ni de compra ni de alquiler. Tener dos o tres hijos representa un gasto enorme que no todo el mundo está en condiciones de asumir. Asimismo, criar bien a los hijos requiere dedicación y tiempo que no es precisamente lo que sobra en los cargados horarios laborales de nuestros días.

Sorprende que el Papa, un firme defensor de la preservación del medioambiente y de flexibilizar las medidas de adopción, que nunca deja escapar la oportunidad de criticar la desigualdad y el consumismo, no tenga más en cuenta la opinión de esos posibles padres y madres, conscientes como él de su responsabilidad hacia el medio ambiente. Asimismo, debería prestar más atención a las mujeres del mundo entero que reclaman el derecho a la anticoncepción y al aborto.

El Papa es consciente de que los muchos millones de personas que viven en la pobreza necesitan más alimentos y agua, tierra y energía, además de infraestructuras. También sabe que la población cristiana disminuye en el mundo occidental y en cambio gana influencia en el África subsahariana y en la región del Pacífico asiático, o sea en áreas muy pobladas. Lo sabe y, sin embargo, pide más niños.

En vez de reclamar que la población crezca, el Papa y la Iglesia deberían repensar su cerradísima actitud respecto al aborto y ponerse a financiar los métodos anticonceptivos para paliar su falta en muchas partes del mundo. En un artículo de opinión en la CNN, el director de Campañas y Comunicaciones en Population Matters, Alistair Currie, dice que “270 millones de mujeres tienen una necesidad insatisfecha de métodos modernos de anticoncepción”. Al favorecer o incluso patrocinar la anticoncepción en lugar de oponerse a ella, el Papa y la Iglesia harían un gran favor a las mujeres, a la humanidad y al planeta en general.

Puesto que la Iglesia católica tiene una larga historia dando lecciones a las mujeres sobre qué hacer con sus cuerpos, esas afirmaciones del Papa han caído en terreno abonado y las críticas no han tardado en hacerse oír. Tanto hombres como mujeres consideran las citadas declaraciones del Papa no solo una falta de sensibilidad sino una ofensa hacia las mujeres. Dana Nessel, la fiscal general del Estado de Míchigan, se interroga en The Washington Post: “¿Debemos tener hijos que no deseamos solo porque el Papa lo dice? Cuando los hijos se enteran de que fueron indeseados, el impacto suele ser terrible tanto para ellos como para los padres”. Lydia Spencer-Elliott argumenta en el Grazia Magazine que “la elección individual de traer o no a un hijo al mundo no puede tomarse a la ligera. Es una responsabilidad monumental que cambia la vida y exige tener en cuenta la salud mental, las finanzas, la situación vital, los objetivos profesionales y la ética medioambiental”.

Los regímenes dictatoriales suelen extorsionar y chantajear con más facilidad a quienes tienen hijos que a los que no los tienen. En los países totalitarios, muchos padres hubieran deseado formar parte activa de la disidencia; si se quedaron en un segundo plano fue porque temían las represalias que podían sufrir sus hijos. Algo parecido sucede en el mundo laboral: quien no tiene hijos puede plantar cara a las injusticias sin tanto temor porque carece de la responsabilidad de ser madre o padre. Esta libertad para oponerse a lo que se considera injusto es otra razón que algunos esgrimen para no tener hijos.

Por todo lo dicho, cada vez hay más personas que optan por unos compañeros peludos. El 83% de los españoles presume de maternidad o paternidad respecto a sus mascotas. En este contexto es una excelente noticia que, desde el comienzo de este año, en España los animales de compañía sean considerados por ley “seres vivos dotados de sensibilidad” y se hayan convertido en miembros de esas familias multiespecie no solo de facto sino también ante la ley.

Monika Zgustova  es escritora.

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