El papel social de la universidad

Hoy en día transitamos por tiempos inciertos, de crisis y de renovación en los esquemas sociales, políticos, económicos y culturales que marcaron la segunda mitad del siglo XX. Las problemáticas actuales, cada vez más complejas, descubren un panorama sembrado de nuevos retos y nuevas necesidades. El cambio climático, las relaciones interculturales, la paz y la seguridad o las contradicciones del sistema económico y financiero global constituyen algunos de estos retos, que acompañan el cambio de paradigma generado por la postindustrialización, la globalización y la era de la información.

Las universidades están inmersas en el estudio de estos cambios y viviendo uno de los periodos más interesantes y comprometidos de su historia, pues la globalización ofrece grandes oportunidades pero plantea complejos retos para el futuro.

En la emergente sociedad del conocimiento, quizás uno de los retos más importantes se deriva de la comprensión misma del concepto de conocimiento. Estamos viendo cómo las fronteras entre disciplinas se desdibujan y cómo cada vez más necesitamos vincular distintas áreas de conocimiento, antes parceladas, para entender problemas complejos. Esto ocurre no sólo en los sectores tecnológicos emergentes sino también en las ciencias humanas y sociales. Estamos ante la necesidad de volver a los modelos de comprensión de la realidad donde las áreas del saber se entrelazaban. Esto se denomina visión compleja o visión holística de la realidad y la función que lo hace posible es la interdisciplinariedad.

En una era de cambio acelerado hay otro reto importante: anticiparse a las demandas de la sociedad. Anticiparse supone haber identificado dónde hay que reconducir problemáticas y cómo puede hacerse, dónde se necesita nuevo conocimiento y cómo hay que difundirlo. Anticiparse y actuar de forma proactiva es dar respuesta a las demandas sociales, pero quizás no como espera hoy la sociedad o el mercado. Para ello es necesario abrir las puertas de las instituciones y establecer un diálogo que configure un entramado efectivo de relaciones con todos los sectores sociales.

Otra cuestión significativa es el valor social de la educación superior. En los últimos años se ha generado una gran presión sobre las universidades para que atendieran las necesidades sociales. Esto se ha vinculado, de manera explícita, a preparar a personas con un conocimiento especializado, orientado a una práctica profesional y que pueda contribuir a la generación de riqueza económica, bajo parámetros de creciente competitividad. Asimismo, observamos que la investigación se orienta cada vez más a satisfacer la demanda, especialmente del sector productivo. La contribución de la educación superior al desarrollo humano y social implica un cambio de paradigma que transite desde un sistema que pone el énfasis en lo individual y competitivo, a otro donde el acento sea puesto en lo colectivo y social.

Así, en la docencia, podemos centrarnos en la capacitación meramente profesional o en la educación de ciudadanos que ejercen una profesión. Identificar la responsabilidad individual y colectiva en la toma de decisiones profesionales, a partir de nuevos valores éticos globales, es un tema del futuro próximo.

En la investigación, podemos explorar la vinculación entre la producción científica y las necesidades sociales, para apoyar la toma de decisiones con implicaciones colectivas. Vincular la generación de conocimiento a las necesidades del cambio climático o a los objetivos del Milenio son decisiones de presente que pueden tener un gran impacto en el futuro. Así pues, las instituciones de educación superior están llamadas a desempeñar un papel fundamental en la construcción social, desde la perspectiva de su compromiso social.

Podemos plantear una universidad comprometida, independiente, plural, abierta e integradora, vinculada a lo local, pero trabajando en redes globales, que contribuya al bien común colectivo desde la plena responsabilidad de servicio público. Las universidades son motores de la economía del conocimiento, pero están al servicio de los objetivos humanos y culturales de la sociedad.

Estas son algunas de las reflexiones que presenta el informe La educación superior en el mundo,editado por la Global University Network for Innovation (GUNI); una red internacional de entidades comprometidas con la responsabilidad social de la educación superior, que trabaja desde Barcelona para reflexionar sobre el papel de la educación superior y sus instituciones en el siglo XXI. Plantean una universidad capaz no sólo de preparar profesionales, sino de formar a los ciudadanos del mañana. La GUNI inaugura el lunes, en la Universitat Politècnica de Catalunya, la IV Conferencia Internacional de Barcelona, para repensar el papel de la educación superior para su contribución al desarrollo humano y social.

Antoni Giró i Roca, rector de la Universitat Politècnica de Catalunya.