El paro, el salario mínimo y otros temas

«Para todo problema hay siempre una solución que es clara, plausible… y errónea». Lo dijo un escritor americano, H.L. Mencken. Probablemente estaba pensando en las propuestas de política económica que circulan en nuestro país estos días. Por ejemplo: si la gente no puede vivir decentemente con salarios bajos, subamos el salario mínimo.

El mercado de trabajo español tiene muchos problemas. Los tres que me parecen más graves son la alta tasa de paro (que se complica por las dificultades de muchos jóvenes para encontrar su primera ocupación, y de muchos parados para volver a un empleo más o menos decente), los salarios bajos (para los poco cualificados y para los que llegan por primera vez al mercado) y la dualidad (es decir, la separación clara entre trabajadores protegidos por contratos indefinidos y gran antigüedad y los demás). Pero hay otros muchos problemas, y todos ellos están relacionados entre sí. Por ejemplo, pocos empleados y salarios bajos significa pocos ingresos de la Seguridad Social, déficit y pensiones insostenibles.

De modo que, antes de arreglar un problema, conviene que nos preguntemos si con eso facilitamos o dificultamos la solución de otros problemas. El salario es bajo para los no cualificados probablemente porque su productividad debe ser muy baja; a la empresa no le salen los números si tiene que pagarles salarios más altos. ¿Y si lo hacemos por ley, aumentando el salario mínimo? Esto tendrá al menos tres efectos. Uno: muchos de esos parados no cualificados no encontrarán empleo, y eso aumentará el paro, que, a su vez, es una de las causas de los bajos salarios, porque hay muchos trabajadores potenciales que estarán dispuestos a hacerlo por unos cientos de euros al mes. De guatemala a guatepeor.

Dos: el aumento del salario mínimo no se limita a los trabajadores en la parte baja de la escala, sino que se traslada a los siguientes. Esto puede provocar paro en esos colectivos o, alternativamente, aumentos salariales que acentúen la polarización entre los de arriba, bien pagados, y los que no tienen empleo ni lo encontrarán durante mucho tiempo. Estos pasarán a vivir del seguro de desempleo u otras ayudas, y esto provoca el tercer efecto: pasarán a depender del Estado del bienestar, reducirán sus posibilidades de encontrar un nuevo empleo, aumentarán el déficit público y harán más difícil la sostenibilidad de las pensiones. De hecho, para esos trabajadores que saltan del empleo precario al paro y vuelta a empezar, la posibilidad de una pensión decente el día de mañana es ya un sueño irrealizable.

Pero hay economistas que defienden que la subida del salario mínimo puede ser positiva… Sí, es posible. Si las empresas tienen márgenes muy elevados y pueden reducirlos para pagar salarios más altos, cosa que no ocurre en España ahora. O si se reducen las cotizaciones sociales para abaratar los nuevos empleos, pero eso aumenta el déficit público, que habrá que cubrir con más impuestos... O si se logra que funcione un mecanismo maravilloso: los mayores salarios aumentan el consumo de las familias, la producción de las empresas y la necesidad de empleo. Esto puede salir bien en una economía boyante y con empleo pleno, y siempre que los costes de producción no crezcan desmesuradamente, pero me parece que estas condiciones óptimas no se dan en nuestro país hoy, con una recuperación económica incipiente, con muchos riesgos potenciales, con la urgencia de mantener la competitividad ante el exterior y con familias muy endeudadas.

Vuelvo al principio: los problemas del mercado de trabajo están relacionados entre sí, y con otros ámbitos, como el de las pensiones, el déficit público o la creación de empresas. La solución del paro requiere el reingreso de muchos miles de trabajadores en el mercado, y eso no parece compatible con salarios altos, salvo para ocupaciones de alta productividad, que ya tienen mejores remuneraciones.

Los salarios pueden ser altos si aumenta la productividad, pero eso exige un desarrollo de la educación y la formación profesional y de la innovación tecnológica que estamos muy lejos de conseguir en el corto plazo. Necesitamos también que nuestros parados se reciclen rápidamente, para ser capaces de ocupar nuevos empleos; y esto es también una utopía, a no ser que estemos dispuestos a cambiar radicalmente las políticas activas, con menos fondos para que los parados sobrevivan y más fondos para que se preparen efectivamente para volver al mercado.

¿Subir el salario mínimo? Hablemos, pero hagámoslo sin prejuicios ideológicos ni posiciones de partida sesgadas. Y, sobre todo, tratemos este tema dentro del amplio conjunto de problemas de nuestra sociedad.

Antonio Argandoña, Profesor del IESE.

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