El paro en la 'matria' de Yolanda

Pedro Sánchez conversa con Yolanda Díaz en el Congreso. EFE
Pedro Sánchez conversa con Yolanda Díaz en el Congreso. EFE

Existen cuatro o cinco aspectos claves muy negativos de la llamada democracia española que le son genuinos y no se encuentran en ninguna otra nación mediana o grande homologable en nuestro entorno occidental. Siempre hemos sostenido que su corrección, a medio y largo plazo, pero empezando ya, debe constituir una prioridad absoluta para cualquier político o gobernante con visión de Estado y dedicación al interés general.

Queremos centrarnos hoy, trágicamente, en un drama socio económico. Spain is different en un tema sangrante: tiene un nivel de paro estructural descomunal, sistémico y permanente. Y aquí no importa tanto el que sea el mayor de la OCDE sino que es, per se, gigantesco y, por tanto, una muy destructiva carcoma social. Recordemos que el altísimo desempleo, en su faceta económica, es una lamentable infrautilización de recursos propios de una sociedad, es un desperdicio, si se quiere, de las fuerzas vivas de una nación, que atenta contra su productividad global y su crecimiento y prosperidad. Y, socialmente, es una lacra de lamentables efectos destructivos en cuanto a la cohesión e igualdad, un ataque a la posibilidad de libertad y emancipación individual (por dejar sin satisfacer necesidades básicas) y un factor de angustia y desesperación, a veces de exclusión, de familias enteras, entre otros males. El paro elevado y prolongado es un mal esférico.

En este punto es donde causa perplejidad y preocupación el afloramiento reciente de casi medio millón de parados más de los anunciados hasta ahora por el ministerio de Doña Yolanda Díaz, que se ha visto obligada a sumar parados para responder a una pregunta parlamentaria. Esa revelación lleva la tasa de paro en España a más del 15% y siembra unas dudas devoradoras sobre las estadísticas del ministerio que recuerdan los toques de atención que el propio Eurostat ha lanzado sobre la plena fiabilidad de las cifras de paro en España. Pero no queremos plantear la preocupación desde el punto de vista técnico estadístico ni gestor económico contable, sino como ciudadano concernido por su polis, su patria. Es momento de sospechar que el enfoque que da Doña Yolanda Díaz a la gestión de su ministerio pueda ser predominantemente cosmético y superficial. Hemos apreciado, en su momento, el intento de preservar cierta flexiseguridad a la española cambiando contratos temporales por el viejo contrato de fijos discontinuos, que mejoraba un poco la situación de los trabajadores.

Pero es hora de evaluar los resultados en profundidad de la reforma del mercado de trabajo sobre la realidad, y es muy descorazonador sospechar que se ha perseguido un maquillaje contable de las cifras. Por citar un solo ejemplo, que en Baleares se registren muchos más perceptores de subsidio de paro que parados es una grotesca manipulación que sólo pretende engañar en un tema de enorme importancia, en una terrible herida social. Sabemos que la reducción, con tiempo, del insoportable nivel de desempleo estructural depende de otros muchos ministerios, principalmente Economía, Fomento, Educación… pero el Ministerio de Trabajo tiene también su papel y es delito que su gestión se justifique en camuflar conceptos y manipular recuentos. Un parado, tenga la etiqueta que tenga, es un recurso desperdiciado y una familia con angustia y problemas, se llame fijo discontinuo o animoso no ocupado… Y lo peor que puede hacer el Gobierno de España en este tema central son trampas en el solitario. Sería un fraude político social… más.

El otro aspecto preocupante de este reciente afloramiento de paro clandestino es cómo se ha producido y se ha recibido. Por supuesto que el desbocado paro estructural no es culpa (sólo) de este Gobierno y viene de largo, incluso el aumento del paro puede venir en buena parte de shocks externos como la Covid o la guerra, pero lo importante es cómo afronta el Gobierno el desastre y cómo alerta, prepara y moviliza a la sociedad para combatir el gravísimo problema. Y ahí es donde la actitud de la ministra de Trabajo nos parece desacertada o peligrosa. En efecto, pareciera que su intención fuera camuflar, minimizar, banalizar la cuestión, anestesiar a la sociedad (sobre engaños) en vez de movilizarla con la crudeza de la verdad. Pretende, pecado mortal con ayuda de ciertos mass media, hacer aceptar a los ciudadanos la situación como normal.

Es decir, consolidar una España que conviva establemente con un exorbitante paro del 15% (al menos). Ahí es donde recuperaríamos su famoso y etéreo concepto de matria en vez de patria. Ella, o el Gobierno, sería una tierna madre que cuidaría de un amplísimo e inevitable sector de ciudadanos asistidos, pendientes del erario público y resignados, o satisfechos de que les hayan cambiado la etiqueta estadística. Contentarse con una sociedad asistida, cada vez más pobre, cada vez más desigual, cada vez más desmotivada, cada vez más frágil, por no priorizar y emprender urgentemente las medidas estructurales (y no ideológicas) que la lacra del elevado paro permanente requiere, nos parece desolador y contrario a la España que queremos, sea matria o patria.

Por Enrique Calvet Chambon, ex europarlamentario y Presidente de ULIS.

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