El pasado de Argentina todavía enturbia las relaciones con Estados Unidos

Clara Jurado, en el centro de la imagen, protesta junto a otras madres de la Plaza de mayo frente a la Casa Rosada, sede de la presidencia argentina durante la década de los 80. Daniel Garcia/Agence France-Presse — Getty Images
Clara Jurado, en el centro de la imagen, protesta junto a otras madres de la Plaza de mayo frente a la Casa Rosada, sede de la presidencia argentina durante la década de los 80. Daniel Garcia/Agence France-Presse — Getty Images

El día que el presidente Obama aterrice en Buenos Aires será la víspera de una de las fechas más traumáticas de nuestra historia. El 24 de marzo, Argentina conmemora el 40 aniversario del golpe de Estado que “desapareció” a miles de personas y causó un trauma profundo en la psique de la nación.

Hubo otras atrocidades, incluso peores, en América Latina en aquellos tiempos, como las que sucedieron durante las guerras civiles en Colombia o Guatemala. Los asesinatos en Argentina quizá fueron menos numerosos, pero se trató de una matanza masiva y premeditada.

La dictadura militar argentina organizó su genocidio en campos de exterminio, con métodos que recordaban los utilizados por los nazis (de hecho, muchos nazis encontraron asilo en Argentina después de la Segunda Guerra Mundial y seguían viviendo ahí en esa época). En muchos casos, había doctores que sedaban a los opositores antes de arrojarlos desde aviones, aún vivos, a las aguas heladas del atlántico sur.

Se debe elogiar a Argentina por sus esfuerzos para enfrentarse a su terrible pasado. Fue un hecho sin precedentes en los anales de la justicia internacional, se llevó a juicio a más de 1000 oficiales del ejército. Cientos ya han sido condenados. La semana pasada, antes de la visita de Obama, Susan E. Rice, consejera de seguridad nacional, anunció que el gobierno estadounidense desclasificará los registros militares y de inteligencia sobre la dictadura, que podrían ser usados como pruebas para más juicios.

Se les debe mucho a defensoras de los derechos humanos como las aclamadas Abuelas de la Plaza de Mayo que, durante décadas, han trabajado para localizar a los hijos de mujeres que dieron a luz en cautiverio y que después fueron asesinadas. Los bebés fueron dados en adopción a gente aprobada por el régimen, normalmente familias de militares, para que los criaran como propios. Las abuelas han recuperado a 119 de sus nietos perdidos.

La líder del grupo, Estela de Carlotto, buscó durante 36 años hasta que una prueba de ADN la ayudó a reunirse con su nieto Ignacio. El señor Montoya Carlotto, músico, creció sin saber su verdadera identidad ni que sus padres biológicos fueron asesinados en un campo de exterminio en 1978. Hay muchas historias dolorosas como la suya de la época de la Junta.

Así que, incluso 40 años después, los líderes de organizaciones de derechos humanos en Argentina sienten que tienen derecho a protestar por la presencia de Obama durante este lamentable aniversario. Adolfo Pérez Esquivel, que ganó el premio Nobel de la Paz en 1980 por su trabajo en defensa de los derechos humanos, le escribió una carta abierta al presidente donde le pide que posponga su visita. Él mismo fue torturado y detenido sin juicio durante 14 meses en una prisión donde la policía había pintado una esvástica gigante en la pared.

El 5 de mayo de 1977, Pérez Esquivel, estaba en un “vuelo de la muerte”. Lo encadenaron a su asiento y vio cómo un oficial preparaba la jeringa. Durante un buen rato, el avión militar voló en círculos sobre el delta del Río de la Plata, que desemboca en el océano Atlántico, como si esperara órdenes. Finalmente, escuchó que de la radio salía el mandato de volver a la base. Pérez Esquivel cree que se salvó de morir gracias a todas las demandas que recibieron las autoridades tras su desaparición.

En su carta a Obama, Pérez Esquivel hizo notar que la dictadura militar contó con “financiamiento, entrenamiento y coordinación de parte de Estados Unidos”. Los defensores de los derechos humanos señalan un encuentro en 1976 entre el Secretario de Estado Henry A. Kissinger y el ministro de asuntos exteriores del régimen, el Almirante César Augusto Guzzetti, en el que este último les pedía a los estadounidenses “comprensión y apoyo” para eliminar la resistencia al golpe de Estado.

“Si hay cosas que necesita hacer, debe hacerlas rápido”, le dijo Kissinger.

A muchos argentinos les cuesta trabajo perdonar el apoyo a estas atrocidades. Sin embargo, es un error pensar que Obama representa de alguna manera esas ideas y por lo tanto no debería ser bienvenido.

Aquellos que aún están enojados con Estados Unidos por su complicidad con la Junta militar olvidan que el presidente Jimmy Carter ayudó a salvar muchas vidas cuando tomó posesión de su cargo en 1977 e instauró los derechos humanos como piedra angular de la política exterior de Estados Unidos.

En agosto de ese año, la comisionada de Carter para los derechos humanos, Patricia M. Derian, se reunió con el almirante Emilio Massera, uno de los líderes más sanguinarios de la represión, en la Escuela de Mecánica de la Armada en Buenos Aires, un centro de detención clandestino donde, se cree que murieron cerca de 5000 personas.

“Es posible que, mientras hablamos, haya gente que está siendo torturada”, le dijo Derian al almirante. En septiembre, el mismo Carter aprovechó una reunión en la Casa Blanca con el dictador argentino, el general Jorge Rafael Videla, para retomar el tema de los desaparecidos.

En la embajada estadounidense en Buenos Aires, un diplomático valiente llamado F. Allen Harris (mejor conocido como Tex) recibía regularmente a familiares de “gente desaparecida”, les daba aliento y mandaba a Washington listas de los miles de “desaparecidos”. Durante algún tiempo, Estados Unidos fue considerado aliado de las víctimas y no de la Junta. Robert Cox, un periodista británico que estuvo cautivo en el mismo edificio de la esvástica donde estuvo Pérez Esquivel, recuerda que en su celda, un prisionero anterior no había garabateado en la pared el típico eslogan antiestadounidense “Yankee go home” (Yankee, vete a tu casa), sino la súplica “Yankee get me out of here” (Yankee, sácame de aquí).

De cualquier manera, los coordinadores de la agenda de la Casa Blanca claramente subestimaron el sentimiento profundo que evoca el 24 de marzo en Argentina. Según el programa corregido de la visita, Obama se reunirá con el presidente Mauricio Macri en Buenos Aires el 23 de marzo, pero después se retirará al lejano complejo vacacional de Bariloche, para evitar que algunos defensores de los derechos humanos lleven a cabo las protestas que habían anunciado.

Que muchos en Argentina no estén dispuestos a aceptar que el apoyo inicial de Washington a la dictadura fue contrarrestado por los valientes esfuerzos que hizo la administración de Carter para reprimir a los asesinos uniformados es un triste epílogo en el historial contradictorio de Estados Unidos con respecto a la dictadura de 1970.

Uki Goñi es autor de “The Real Odessa: Smuggling the Nazis to Perón’s Argentina” y un columnista de opinión.

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