Las ventajas de implantar el pasaporte Covid en España
En los últimos días, está a debate la necesidad o no de que sea obligatorio presentar el pasaporte COVID para acceder a aquellos lugares donde es de presumir un mayor riesgo de contagio, como pueden ser espacios cerrados, con poca ventilación y proclives a grandes concentraciones de masas.
Es una medida complicada de adoptar y que confronta varios derechos fundamentales. Pero como yo trabajo con bata y fonendo, y no con toga y leyes, no entraré a valorar cómo tienen que hacer su trabajo quiénes se encargan de legislar en Salud Pública.
Lo que sí puedo comentar es que la Ley Orgánica 3/1986, de 14 de abril, de Medidas Especiales en Materia de Salud Pública, debe de adaptarse a las circunstancias actuales, ya que en estos momentos la implantación de medidas no es sencilla.
La gran mayoría de las comunidades autónomas tienen sobre la picota este tema. Algunas ya han tomado cartas en el asunto y han adoptado la obligatoriedad de presentar el certificado Covid en algunos lugares, determinados y definidos por cada gobierno autonómico. Nosotros defendemos la necesidad de que haya equidad entre todas las comunidades autónomas.
¿Quiénes serán los principales perjudicados de esta medida? Pues, como es obvio, toda aquella persona que no haya recibido la pauta completa de vacunación o haya pasado la enfermedad hace más de 180 días. Esto nos invita a pensar que instaurar esta medida incitará a los escépticos a inmunizarse frente al Covid-19. Si bien es cierto que los españoles somos muy propensos a vacunarnos.
En esta línea, me gustaría destacar que España es referente y ejemplo en el mundo de cómo llevar a cabo una campaña de vacunación sin precedentes en tiempo récord, y la Atención Primaria ha sido la parte principal que ha permitido lograrlo. A 26 de noviembre, el 90,8% de la población diana (mayores de 12 años) de nuestro país está vacunada, según cifras oficiales del Ministerio de Sanidad.
Con las fiestas navideñas a la vuelta de la esquina, nadie quiere perderse estas celebraciones, tan entrañables y familiares. Por lo que no debemos descuidar las medidas de seguridad: los reencuentros pueden propiciar una rápida propagación del virus. En un momento como este, en el que los casos de Covid van en aumento, tenemos que pecar antes de precavidos que de confiados.
En este sentido, considero que la implantación del pasaporte Covid será una herramienta más para frenar al avance del virus. Pero es fundamental que el documento tenga unas garantías que respeten los derechos de protección de datos de los pacientes y que sea seguro para evitar posibles falsificaciones.
Como médico de Atención Primaria, me gusta catalogarnos como médicos de trinchera, pues somos la primera línea de defensa dentro de nuestro sistema sanitario y estamos encargados de combatir contra el coronavirus.
Somos la barrera principal para mitigar los achaques de este virus, que nos ha llevado a los profesionales sanitarios a la extenuación, nos ha hecho dar el 200% de nuestras capacidades y ha hecho mucha mella en nosotros. Aunque no lo parezca, somos personas que, además de pasar consulta, tenemos familias a las que hemos descuidado por atender a nuestros pacientes.
Por cierto, es importante que no se olvide que, a pesar del virus, hemos seguido combatiendo el resto de las patologías y trabajando para que los pacientes crónicos tengan un buen control de su enfermedad. Para ello, necesitamos muchos más recursos, especialmente material y humano. Los profesionales de Atención Primaria tenemos la capacidad de resolver el 85% de los casos que vienen a consulta. Si nos facilitasen más recursos y acceso a pruebas diagnósticas, podríamos aumentarlo a casi el 94%.
Me gustaría, queridos lectores, que viesen esta medida como una ventaja. Cuando le soliciten el pasaporte Covid para acceder a algún sitio, le estarán garantizando que toda persona que tiene a su alrededor está inmunizada frente al virus que a tantos familiares, amigos y conocidos se ha llevado. Como bien sabe, estar inmunizado no garantiza el ser libre de contagio, pero sí que nos permite reducir en su mayoría las complicaciones y situaciones más graves.
El pasaporte no le supondrá ningún gasto, lo podrá llevar en su dispositivo móvil o, si usted es más clásico y prefiere llevarlo en formato físico, lo podrá guardar doblado en la cartera y mostrarlo cuando le sea requerido. Por tanto, considero que su pronta implantación será una medida con más ventajas que inconvenientes y nos permitirá frenar el avance del virus, que en las últimas semanas nos está ganando terreno.
José Polo García es presidente de la junta directiva nacional de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria.
El corto recorrido de implantar (ahora) el pasaporte Covid en España
El confinamiento domiciliario. La mascarilla en exteriores. El toque de queda. La limitación de movilidad entre comunidades autónomas. Los medidores de CO2. La vacuna. El pasaporte Covid.
Todas ellas son medidas de diferente eficacia pero que tienen algo en común: en algún momento han centrado la atención social, política y mediática durante la pandemia. Y cada una persigue sus objetivos. En este caso, son dos los más inmediatos.
Por un lado, proteger a la población vacunada que accede a un recinto cerrado y tal vez mal ventilado, en situaciones en las que no se cumplen las medidas de seguridad (locales de ocio nocturno y restaurantes, por ejemplo, donde la gente se quita la mascarilla y habla en alto).
Por otro, estimular la vacunación de los aún no vacunados con una medida que, al limitarles los espacios de socialización, podría hacer que hubiera quienes quisieran se decidieran a dejar las reticencias previas y vacunarse.
Con todo, como forma de proteger a la población vacunada en entornos cerrados, no conocemos la efectividad de esta medida para ello. Esto, sin embargo, no ha sido obstáculo para desarrollar múltiples medidas a lo largo del último año y medio, lo cual es lógico por la coyuntura y las necesidades de la pandemia.
Hay dos aspectos clave en este tema. Primero, la población vacunada puede contagiarse y contagiar, pero es cierto que lo hace en menor proporción que la población no vacunada. Segundo, la principal población a vacunar con esa medida sería aquella que es menos probable que genere importante protección inmunitaria con la vacunación completa estándar, es decir, la población inmunodeprimida.
Y hay un tercer aspecto relevante. Según hemos podido ver en los datos recientes publicados por el Ministerio de Sanidad, el riesgo de sufrir una hospitalización, un ingreso en UCI o fallecer por Covid es mucho mayor en las personas no vacunadas que en las vacunadas. Esto hace que medidas como el pasaporte Covid favorezcan de forma más intensa a quienes no están vacunados, al evitar que los no-vacunados se expongan a un posible entorno favorecedor de la transmisión, siendo ellos quienes mayor riesgo tienen de un desenlace grave de la COVID-19.
En lo que concierne a esta medida como forma de estimular la vacunación, es preciso comentar algunas cosas. En España, casi 9 de cada 10 personas llamadas a la vacunación ya tienen la pauta completa. Sin embargo, esta cifra no se reparte de forma homogénea en todos los grupos de edad.
Mientras más del 95% de las personas mayores de 50 años está vacunada, la cifra es inferior al 80% entre los 20 y los 39 años. Esto es una buena y una mala noticia. Buena porque hemos conseguido centrar la mayor protección posible en la población más vulnerable. Mala porque tenemos un grupo con alta frecuencia de contactos sociales que presenta una cobertura vacunal mejorable.
En el avance del Barómetro del CIS del mes de noviembre, tan sólo un 21% de las personas encuestadas decía que había que tomar medidas más exigentes en relación con el control de la pandemia, siendo el pasaporte Covid apoyado por un 82% de esas personas. Además, se muestra que, entre la población aún no vacunada, un cuarto de la misma sí que estaría dispuesta a vacunarse a corto plazo y algo más de la mitad no lo haría. Entre quienes no lo harían, los argumentos mayoritarios se centran en la creencia de que no está bien estudiada y en miedos relacionados con posibles efectos secundarios.
Según lo que sabemos por los estudios relacionados con las personas que dudan si vacunarse o no, estas dudas pueden tener un abordaje desde la cercanía y no tanto desde mensajes impersonales en medios de comunicación, ni por medidas genéricas que no ahonden en la causa concreta de la no vacunación. Por eso, tal vez los vacunódromos que han tenido un papel en la vacunación masiva inicial deberían dejar paso a la acción de la Atención Primaria sobre la reticencia vacunal.
Todo esto que se afirma en el artículo hay que pasarlo por un filtro mayor: medidas como el pasaporte Covid para entrar en bares o restaurantes no tienen un valor aislado del contexto vacunal y epidemiológico. El pasaporte Covid en un contexto de baja vacunación, como era el caso de Francia cuando comenzó a implantarlo, es probable que estimule la vacunación, porque falta un gran porcentaje de población por vacunar y las causas de esa no vacunación son variadas.
Pero implantarlo en un entorno de muy alta vacunación es poco probable que estimule la vacunación de forma muy importante y, además, su impacto en las dinámicas de transmisión será mínimo. La población excluida de los ámbitos de socialización será muy poca.
Si las hospitalizaciones comienzan a aumentar en España de forma muy notable, hasta tensionar el sistema sanitario, lo harán a expensas de población no vacunada, pero también de población vacunada, dado que sólo con la población no vacunada sería difícil provocar un impacto grave sobre el sistema. De modo que, de ser necesarias medidas, es más probable que tuvieran que ser, en ese caso, sobre el conjunto de la población y no solo sobre una fracción muy minoritaria de ella (la población no vacunada).
Además, debería prestarse atención especial a las plantas de hospitalización y las residencias de personas dependientes. Lugares con población especialmente vulnerables donde el pasaporte COVID debería ser un mínimo exigible y donde los cribados periódicos mediante pruebas diagnósticas de infección aguda (PCR o prueba de antígenos) deberían mantenerse.
El pasaporte COVID puede tener sentido en contextos concretos, pero hay que tener cuidado de no caer en la satisfacción de darnos palmadas en la espalda por la aplicación de medidas cuya aportación al bienestar general será, probablemente, marginal o anecdótica. Sabemos qué es lo que funciona: vigilar epidemiológicamente, vacunar lo más posible, ventilar los interiores y usar mascarilla en interiores.
Reforcemos lo que funciona hasta la extenuación y pasemos a otras pantallas sólo cuando esté claramente justificado.
Javier Padilla Bernáldez es médico de familia, experto en salud pública y diputado por Más Madrid en la Asamblea de Madrid.