El peligro de los profetas del desastre climático

La mayoría de los habitantes del planeta se despiertan cada día pensando en que las cosas están yendo a peor, lo que no debería causar sorpresa, en vista de lo que leen en los periódicos o ven en la televisión. Pero este ánimo sombrío representa un problema, porque alimenta historias de terror sobre cómo el cambio climático acabará en Apocalipsis.

El hecho es que el mundo está mejorando, en su mayor parte. Para comenzar, la esperanza de vida mundial se ha más que duplicado desde 1900 y hoy supera los 70 años. Puesto que este aumento ha sido particularmente evidente entre los pobres, la desigualdad sanitaria se ha reducido notablemente. Más todavía, el mundo está más alfabetizado, el trabajo infantil está bajando y vivimos una de las épocas más pacíficas de la historia.

Además, la gente está mejor económicamente. En los últimos 30 años, el ingreso per capita promedio global casi se ha duplicado, causando enormes reducciones de la pobreza. En 1990, cerca de cuatro de cada diez habitantes de la Tierra eran pobres, en comparación con la cifra actual de menos de uno de cada diez. Eso ha ayudado a transformar el estilo de vida de la gente. Por ejemplo, entre 1990 y 2015 la proporción de la población mundial que defecaba al aire libre se redujo a la mitad, un 15%. Y en el mismo periodo, 2,6 mil millones de personas obtuvieron acceso a mejores fuentes hídricas, haciendo subir la cifra global a un 91%.

Estos cambios también han mejorado el medio ambiente. A nivel global, el riesgo de morir a causa de polución del aire –por lejos el mayor asesino ambiental- ha bajado de manera sustancial desde 1990, casi a la mitad en los países de bajos ingresos. Finalmente, los países ricos están preservando cada vez más sus bosques y reforestando, gracias al aumento de los rendimientos agrícolas y al cambio actitudinal sobre el medio ambiente.

Por supuesto, mucha gente puede escuchar todo esto y seguir convencida de que el cambio climático arrasará el planeta. Es comprensible, pero eso habla más de la influencia de activistas ambientales inflexibles y la desesperación de los medios de comunicación que sobre la realidad.

Se nos dice que el calentamiento global causará condiciones meteorológicas extremas y un caos climático que literalmente pondrán en riesgo la supervivencia de nuestra especie. Pero esta visión no solo no tiene base, sino que contradice los hallazgos del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) de las Naciones Unidas.

Por ejemplo, constantemente se vincula a los huracanes con el calentamiento global. Pero solo tres huracanes de alta intensidad (es decir, de Categoría 3 o superior) han asolado a Estados Unidos continental en los últimos 13 años, la cifra más baja desde, al menos, 1900. En su evaluación más reciente, el IPCC –usando el término “ciclón” para huracán- señaló que no ha habido “tendencias significativas en la frecuencia de los ciclones tropicales a lo largo del siglo pasado”. Y el equipo de modelamiento de huracanes de la NASA concluyó que “el registro histórico de frecuencia de huracanes en el Atlántico no arroja una evidencia sustancial de un aumento de largo plazo inducido por gases de invernadero”.

Los científicos consideran que el calentamiento global hará que, con el tiempo, los huracanes sean más intensos, pero menos frecuentes. Al mismo tiempo, es probable que la prosperidad se eleve radicalmente en las próximas décadas, volviéndonos más resistentes a estos acontecimientos. Si se toma eso en cuenta, el impacto general de los huracanes para 2100 será en realidad más bajo que en la actualidad.

El cambio climático es real, y es un problema. Según el IPCC, su impacto general para la década de 2070 equivaldrá a una pérdida de ingreso de entre un 0,2 y un 2%. Eso no es el fin del mundo, sino equivalente a una recesión económica simple, y será en un mundo mucho más próspero que el actual.

El riesgo es que un temor desmesurado nos lleve por un camino equivocado para enfrentar el cambio climático. Preocupados, los activistas quieren que el mundo abandone los combustibles fósiles lo antes posible. Pero eso significaría ralentizar el crecimiento que ha sacado a miles de millones de la pobreza y ha transformado el planeta. Eso tiene un coste muy real.

La gente rica y bien educada de las economías avanzadas a menudo pasa por alto o se burla de este coste. Desde la comodidad de la reunión anual de 2017 del Foro Económico Mundial en Davos, el ex Vicepresidente estadounidense Al Gore ridiculizó los planes de construir plantas alimentadas por carbón en Bangladesh. Pero Sheikh Hasina, Primer Ministro de ese país, le retrucó así: “Si no puedes desarrollar las condiciones económicas de tu pueblo, entonces ¿cómo lo salvarás? Tenemos que garantizar la seguridad alimentaria y dar oportunidades laborales a la gente”.

En efecto, los análisis realizados para el Centro del Consenso de Copenhague indican que –incluso si se considera el daño del cambio climático-, el desarrollo de energía a carbón para impulsar el crecimiento económico en Bangladesh es una política eficaz. El coste sería de $9,7 mil millones, incluidos los costes climáticos de $570 millones en el largo plazo para el planeta, pero los beneficios superarían los $250 mil millones, cifra equivalente a todo un año del PIB de Bangladesh.

A escala global, nuestras opciones han quedado claras con un estudio realizado para la ONU que describe cinco futuros mundiales diferentes. Resulta que la humanidad estará mucho mejor (incluida África) en un escenario de alto uso de combustibles fósiles que incluso uno en que lográramos un benigno panorama de bajas emisiones de CO₂.

Debemos solucionar el cambio climático, pero sin que la cura sea más dolorosa que la enfermedad. Una respuesta adecuada sería invertir mucho más en investigación y desarrollo de fuentes de energía sin uso de carbono más baratas que puedan ir reemplazando a los combustibles fósiles. Con ello se asegurará una transición paulatina que no ralentice las economías ni afecte negativamente a los más desposeídos de la sociedad.

El pesimismo distorsiona nuestra visión de mundo y puede llevar a emprender malas políticas. El futuro es brillante y tenemos que tomar decisiones inteligentes para mantenerlo así.

Bjørn Lomborg, a visiting professor at the Copenhagen Business School, is Director of the Copenhagen Consensus Center.

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