El peligro de una Europa débil

En 1973, el Secretario de Estado estadounidense Henry Kissinger, tras un periodo de preocupación de su país sobre Vietnam y China, anunció un “año de Europa”. En tiempos más recientes, después de que el presidente Barack Obama anunciara un “giro” o reequilibrio estratégico de EE.UU. hacia Asia, muchos europeos temieron que se los dejara de lado. Hoy puede que 2016 se convierta por necesidad en otro “año de Europa” para la diplomacia estadounidense, debido a la actual crisis de los refugiados, la ocupación del este de Ucrania y la anexión ilegal de Crimea por parte de Rusia, y la amenaza de que Inglaterra abandone la Unión Europea.

Más allá de los eslóganes, Europa sigue contando con importantes recursos de poder y es un interés vital para Estados Unidos. Aunque la economía estadounidense es cuatro veces mayor que la de Alemania, la economía de toda la Unión es similar en tamaño a la suya, y su población de 510 millones es muy superior a los 320 millones de estadounidenses.

Es verdad que el ingreso per cápita de Estados Unidos es mayor, pero en términos de capital humano, tecnología y exportaciones la UE está muy a la par. Hasta la crisis de 2010, cuando los problemas fiscales en Grecia y otros lugares generaron ansiedad en los mercados financieros, algunos economistas habían especulado que pronto el euro podría reemplazar al dólar como moneda de reserva primaria del mundo.

En términos de recursos militares, Europa gasta menos de la mitad de la partida que Estados Unidos destina a defensa, pero tiene ejércitos con mayores efectivos. Gran Bretaña y Francia poseen arsenales nucleares y una capacidad limitada de intervención externa en África y Oriente Próximo, y participan activamente en los ataques aéreos contra el Estado Islámico.

En cuanto a su poder blando, por largo tiempo Europa ha ejercido un alto atractivo y sus ciudadanos han desempeñado un papel central en las instituciones internacionales. De acuerdo a un estudio reciente del Portland Group, 14 de los 20 principales países eran europeos. La sensación de que Europa se unía en torno a instituciones en común la hicieron muy atractiva para sus vecinos, si bien esto se desgastó un poco tras las crisis financiera.

La pregunta clave al evaluar los recursos de poder de Europa es si la UE conservará la cohesión suficiente como para hablar con una sola voz en una amplia variedad de asuntos internacionales, o seguirá siendo una agrupación limitada y definida por las identidades nacionales, culturas políticas y orientaciones exteriores de sus miembros.

La respuesta varía según el tema. Por ejemplo, en asuntos comerciales Europa está a un nivel comparable con EE.UU. y tiene capacidad para equilibrar el poder de éste. En el Fondo Monetario Internacional sólo Estados Unidos supera a Europa (si bien la crisis financiera ha mellado la confianza en el euro).

En políticas antimonopolio, el tamaño y atractivo del mercado europeo ha significado que las empresas que desean fusionarse han tenido que obtener la autorización tanto de la Comisión Europea como del Departamento de Justicia estadounidense. En el mundo cibernético, la UE es quien define los estándares globales de protección de la privacidad, que Estados Unidos y otras compañías multinacionales no pueden pasar por alto.

Sin embargo, la unidad europea se enfrenta a limitaciones importantes. Las identidades nacionales siguen siendo más fuertes que una identidad europea en común. Los partidos populistas de derechas tienen a la UE como una de las instituciones a las que atacan con su xenofobia.

Al interior de la UE está aumentando la integración legal, pero sigue siendo limitada la de los ámbitos exterior y de defensa. Y el Primer Ministro británico David Cameron ha prometido reducir los poderes de las instituciones de la UE y someter los resultados de sus negociaciones con los líderes de la Unión a referendo popular para fines de 2017. Si Gran Bretaña vota no y abandona la UE, serán serios los efectos sobre la moral europea. Es un resultado que Estados Unidos ha dejado en claro que se debe evitar, aunque poco pueda hacer por impedirlo.

En el más largo plazo, Europa se enfrenta a graves problemas demográficos debido a la baja tasa de natalidad y la poca disposición a aceptar una inmigración masiva. En 1900, representaba un cuarto de la población mundial. Para mediados de este siglo, puede que la cifra sea de apenas un 6% y que casi un tercio de ellos sea mayor de 65 años.

Si bien la actual ola inmigratoria podría ser la solución al problema demográfico de largo plazo en Europa, amenaza su propia unidad, a pesar del excepcional liderazgo de la Canciller alemana Ángela Merkel. Ha sido fuerte el efecto de rebote político en la mayoría los países europeos, debido al alto ritmo de entrada (más de un millón de personas el año pasado) y el origen musulmán de la mayoría de los inmigrantes. Nuevamente está en juego un importante interés diplomático de Estados Unidos, pero no es mucho lo que puede hacer al respecto.

Es muy bajo el peligro de que Europa llegara a convertirse en una amenaza para Estados Unidos, y no sólo debido a su bajo nivel de gasto militar. Representa el mayor mercado del mundo, pero carece de unidad. Y sus industrias culturales son notables: en términos de educación superior, 27 de sus universidades se encuentran entre las 100 principales del mundo, frente a 52 de Estados Unidos. Si Europa superara sus diferencias internas e intentara convertirse en un actor que compitiera con EE.UU., estos recursos equilibrarían parcialmente el poder estadounidense, pero no lo igualarían.

Sin embargo, para los diplomáticos estadounidenses el peligro no es una Europa demasiado fuerte, sino una demasiado débil. Cuando Europa y Estados Unidos se mantienen como aliados, sus recursos se refuerzan mutuamente.

A pesar de las inevitables fricciones que han reducido el ritmo de la propuesta de Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (ATCI, o TTIP por sus siglas en inglés), es improbable que se produzca una separación económica, y Obama viajará a Europa en abril para promover la TTIP. La inversión directa en ambas direcciones es mayor a la que existe con Asia y ayuda a fortalecer los lazos entre sus economías. Y si bien por siglos europeos y estadounidenses se han criticado entre sí, comparten valores de democracia y derechos humanos en un grado mucho mayor que con otras regiones del planeta.

Ni un Estados Unidos fuerte ni una Europa sólida representan una amenaza para los intereses vitales o importantes del otro. Pero si Europa se debilita en 2016 acabará afectando a ambos.

Joseph S. Nye, Jr., a former US assistant secretary of defense and chairman of the US National Intelligence Council, is University Professor at Harvard University. He is the author of Is the American Century Over?. Traducido del inglés por David Meléndez Tormen.

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