El peligroso coqueteo de Alemania con las armas nucleares

Igual que en el ajedrez, hay jugadas geopolíticas con las que un país puede encerrarse a sí mismo sin darse cuenta. Iniciar un debate sobre el desarrollo alemán de armas nucleares es una de esas jugadas. Pero es exactamente lo que algunos alemanes propusieron hace poco. Los partidarios de nuclearizar a Alemania sostienen que la protección nuclear de la OTAN perdió toda credibilidad con las declaraciones del presidente estadounidense Donald Trump.

Hay al menos tres buenas razones por las que considerar la opción nuclear es una idea temeraria. Para empezar, Alemania renunció a ello en reiteradas ocasiones, primero en 1969 al firmar (y luego ratificar) el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares (TNP), y después en 1990 al firmar el Tratado “Dos más cuatro”, que sentó las bases de la reunificación alemana.

Poner en duda estos compromisos provocaría un grave daño a la reputación y confiabilidad internacional de Alemania. Restaría credibilidad a la disuasión nuclear de la OTAN, debilitando así la alianza misma y todo el régimen de no proliferación nuclear.

Hay que señalar que desde su creación en 1949, la OTAN ha sido uno de los instrumentos más exitosos del mundo para la prevención de la proliferación. Ni un solo estado miembro de la OTAN (dejando a un lado Estados Unidos, el Reino Unido y Francia) consideró necesario obtener armas nucleares propias.

Si ahora Alemania abandona su condición de potencia no nuclear, ¿qué impedirá a Turquía o Polonia, por ejemplo, hacer lo mismo? Alemania, sepulturera del régimen internacional de no proliferación; ¿quién querría ver eso?

En segundo lugar, la nuclearización de Alemania implica deteriorar el entorno estratégico europeo en detrimento propio. Rusia interpretará los pasos de Alemania hacia un arsenal nuclear como amenazas directas a su seguridad nacional, y probablemente les opondrá medidas militares propias. Eso a su vez dificultará todavía más hacer realidad la visión de un orden de paz y seguridad paneuropeo, objetivo central de la política exterior de todos los gobiernos alemanes desde el de Konrad Adenauer. Además, la ambición nuclear alemana puede poner en riesgo el delicado equilibrio de poder en Europa (incluido, por ejemplo, el que existe entre Alemania y Francia), con consecuencias incalculables para la cohesión duradera de la Unión Europea.

Finalmente, no es aventurado predecir un firme rechazo de la opinión pública a la decisión de desarrollar armas nucleares, especialmente porque implicaría un cambio rotundo en la postura del gobierno de la canciller alemana Angela Merkel, que hace apenas unos años decidió comenzar el abandono total de la energía nuclear. Es difícil imaginar un fiasco peor para la política exterior y de seguridad alemana que proponer una estrategia nuclear y después no obtener aprobación parlamentaria.

Hay formas más inteligentes para reforzar a largo plazo la defensa nuclear de Europa que no pasan por nuclearizar a Alemania. Por ejemplo, tal vez Francia esté dispuesta a dar a su capacidad de disuasión nuclear un papel más amplio, a la par del que desempeñan Estados Unidos y el Reino Unido en la OTAN. Si bien para esto sería necesaria una reorientación radical y una europeización de la estrategia nuclear de Francia, Alemania y otros socios europeos pueden dar apoyo financiero a esa iniciativa, en el contexto de una futura unión europea de defensa con un componente nuclear. Pero son, en el mejor de los casos, opciones a largo plazo.

En síntesis, más allá de lo que diga Trump, Alemania seguirá dependiendo de la protección nuclear de Estados Unidos hasta donde es posible prever.

El mejor modo de mantener la credibilidad de la OTAN y ser tomados en serio por Estados Unidos es trabajar con seriedad en pos del objetivo de llevar el gasto de defensa al 2% del PIB, y aumentar la inversión en capacidades militares convencionales; no para satisfacer las demandas de Estados Unidos, sino para proteger nuestros intereses de seguridad y defensa. Pero no se trata solamente de gastar más; se trata de gastar con más inteligencia, en particular, mediante la mutualización de capacidades y la sistematización de procedimientos de adquisición conjunta con Francia y otros socios europeos, incluido el uso del recién creado Fondo de Defensa de la UE.

Nada de esto funcionará mientras Alemania no defina la estrategia militar, la seguridad y la defensa como máximas prioridades políticas. Sólo entonces podrá el Bundestag dar a la <>Bundeswehr (a menudo calificada de “ejército parlamentario”) lo que necesita para hacer su trabajo. La alternativa (considerar el desarrollo de armas nucleares) es una jugada perdedora.

Wolfgang Ischinger, former German Ambassador to the United States, is Chairman of the Munich Security Conference and Professor for Security Policy and Diplomatic Practice at the Hertie School of Governance in Berlin. Traducción: Esteban Flamini.

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