El peor momento de África

El senegalés Thierno Mamoudou, dueño de una tienda de la esquina local, posa para una foto en Dakar el 22 de abril de 2020 durante la pandemia del coronavirus COVID-19. El encierro nocturno implementado por el gobierno senegalés desde las ocho de la noche hasta las seis de la mañana ha sido un duro golpe para su negocio. John Wessels/AFP via Getty Images.
El senegalés Thierno Mamoudou, dueño de una tienda de la esquina local, posa para una foto en Dakar el 22 de abril de 2020 durante la pandemia del coronavirus COVID-19. El encierro nocturno implementado por el gobierno senegalés desde las ocho de la noche hasta las seis de la mañana ha sido un duro golpe para su negocio. John Wessels/AFP via Getty Images.

Todavía no hay forma de saber cuál será el costo de la a COVID-19 en términos de vidas y salud para el África subsahariana, pero ya queda claro el terrible impacto económico de la pandemia en la región.

He trabajado en forma intermitente en toda el África subsahariana desde principios de la década de 1990 y la escala de los desafíos económicos que se están generando ahora es superior a la de cualquier otra durante esa época. La contracción económica prevista para la región este año —se estima que el PIB caerá al menos el 1,6 % y el 4 % en términos per cápita— será la mayor al menos desde 1970.

Hay varios motivos por los cuales esta pandemia es una amenaza tan poderosa para la región. En primer lugar, las crisis africanas previas (como las derivadas de desastres naturales y del desplome de los precios de las materias primas) siempre tuvieron un impacto diverso sobre las economías, pero ningún país se salvará de las secuelas del virus.

Aunque la carga por la enfermedad de la COVID-19 en algunos países africanos hasta el momento ha sido limitada, eso fue gracias a medidas agresivas de contención y mitigación, que van desde confinamientos hasta cierres de fronteras. La actividad económica formal fue brutalmente restringida en todos los sectores.

Además, es muy probable que los pobres sean los más castigados por la crisis. A quienes deben salir y ganar el sustento diario para sus familias ahora se les exige que se queden en casa y mantengan el distanciamiento social. Serán pocos los que puedan trabajar desde sus hogares.

El significativo deterioro del entorno externo profundiza el impacto de estos factores. En especial, la situación financieras más restrictiva y la brusca caída de los precios de las materias primas (especialmente del petróleo) exacerban los desafíos que enfrentan muchas economías.

Por último, y lamentablemente, la mayoría de los países del África subsahariana tienen una capacidad muy limitada para implementar algo que se acerque a la respuesta fiscal y de políticas monetarias necesaria. Muchos tienen elevados niveles de deuda pública y escaso ahorro interno, y las opciones de financiamiento externo privado se han agotado justo cuando más las necesitaban.

¿Qué pueden hacer los gobiernos de la región? La prioridad crítica, por supuesto, es proteger la salud y el bienestar de sus ciudadanos. Para esto hace falta aumentar el gasto para mejorar la preparación de los sistemas de salud y proporcionar transferencias dirigidas, en efectivo o especies, a los grupos más vulnerables. Siempre que sea posible, los gobiernos también deben ofrecer apoyo de liquidez a las pequeñas y medianas empresas para garantizar su supervivencia en este difícil período. Esta asistencia se debe proporcionar de manera transparente y según los estándares más elevados de gobernanza.

Pero, más que nunca, los países del África subsahariana también necesitan financiamiento externo a gran escala. El Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial estiman que la región enfrenta una brecha de financiamiento gubernamental (suponiendo una postura fiscal de apoyo modesto) de al menos 114 mil millones de USD en 2020. Los gobiernos africanos no pueden movilizar internamente ese monto.

Por su parte, el FMI puede proporcionar cerca de 19 mil millones de USD en financiamiento de rápido desembolso a los países africanos este año; 26 ya recibieron financiamiento gracias a sus mecanismos de emergencia. Además, 19 de los países más pobres recibirán un alivio directo de la deuda. El Fondo Fiduciario para Alivio y Contención de Catástrofes del FMI proporcionará subsidios para cubrir los pagos del servicio de la deuda al Fondo.

Otros socios para el desarrollo, como el Grupo del Banco Mundial y el Banco Africano de Desarrollo, también están incrementando el financiamiento. Y los países del G20 han dado un paso adelante con una importante iniciativa para suspender los pagos de servicio de la deuda hasta el fin de 2020 para los países pobres que soliciten asistencia.

A pesar de estos esfuerzos, sin embargo, los gobiernos africanos a una enfrentan una brecha de financiamiento residual significativa de al menos 44 mil millones de USD para 2020.

Hay abrumadores motivos por los cuales la comunidad internacional debe ayudar a paliar este déficit. Con estos fondos aumentaría en gran medida la capacidad de los países africanos para implementar medidas fiscales y mitigar los efectos negativos de la pandemia, y los prestamistas internacionales estarían haciendo una de las inversiones más estratégicas a largo plazo si complementan este financiamiento con un mayor apoyo para fortalecer la recuperación económica de la región.

De un modo u otro, lo que ocurra en África marcará este siglo. Dentro de solo diez años, el África subsahariana concentrará más de la mitad del aumento anual de la mano de obra en el mundo. Además, el aumento marginal del consumo global y la demanda de inversión provendrán cada vez más de esta región. Cuanto más sana esté la población africana, más robusta será la futura mano de obra mundial. Y cuanto mejor sea la urbanización del continente en términos ambientales, más ecológico será nuestro futuro.

Los montos implicados son ciertamente manejables. Por ejemplo, 100 mil millones de financiamiento nuevo para apoyar la recuperación económica de la región representan solo un 2 % del apoyo fiscal que los gobiernos del G7 han inyectado en sus economías en las últimas semanas. Y con las tasas de interés globales en los bajos niveles actuales, es difícil pensar en un momento más oportuno para realizar un compromiso de este tipo con África, o una inversión más importante para el futuro de nuestro planeta.

Abebe Aemro Selassie is Director of the African Department at the International Monetary Fund.

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