El perfume de la guerra

Por William R. Polk, miembro del Consejo de Planificación Política del Departamento de Estado en la presidencia de John F. Kennedy (LA VANGUARDIA, 16/01/06):

Como las corridas de toros, las crisis en Oriente Medio siguen una rutina establecida. Al igual que en la coreografía del toreo, las hostilidades empiezan con personajes que desempeñan el papel de los picadores y clavan puyas acusadoras en el adversario; a continuación, los estadistas y propagandistas, a modo de banderilleros, se lanzan a una campaña de prensa cada vez más violenta con objeto de preparar a la opinión pública para el gran acontecimiento. Por último, la parte más fuerte ataca. Es lo que sucedió en las guerras entre israelíes y uno o más estados árabes en 1956, 1967, 1973, 1978 y 1982, así como entre estadounidenses e iraquíes en 1991 y el 2003. ¿Por qué ha habido tantas guerras? La respuesta básica es que en Oriente Medio los protagonistas siempre creen lo peor del otro: los árabes ven a Israel como un Estado colonial nacido del imperialismo; los israelíes, por su parte, creen -y ésa es la repetida advertencia que reciben de las estridentes declaraciones de los dirigentes árabes- que serán expulsados de Oriente Medio. La guerra fría se extendió por Oriente Medio. Estados Unidos intentó impedir la propagación del comunismo creando una alianza conocida como el pacto de Bagdad, mientras que los soviéticos buscaron obtener aliados en Egipto, Siria e Iraq. Ambas potencias entregaron dinero e ingentes cantidades de arsenales y armas a sus amigos mesorientales. Asimismo, Estados Unidos y la Unión Soviética libraron una larga guerra diplomática y una guerra encubierta de espías. Así, de una forma u otra, la guerra ha sido endémica en Oriente Medio al menos durante el último medio siglo. Tras presenciar repetidas veces esa coreografía del conflicto, es posible evaluar a partir de la actuación de picadores y banderilleros si va a tener lugar un duelo importante o si la corrida va a suspenderse. ¿Qué es lo que vemos hoy en Oriente Medio? La circunstancia novedosa más clara es que EE.UU. se ha lanzado al ruedo. Tiene desplegados unos 150.000 soldados en Iraq y cerca de cincuenta bases por todo Oriente Medio. Ha invertido las vidas de más de 2.100 soldados y los cuerpos heridos de más de 10.000 jóvenes, así como un tesoro que asciende a varios centenares de miles de millones de dólares. A causa de estos costes astronómicos y del permanente malestar causado por el terrorismo, Oriente Medio se ha convertido en una obsesión entre los estadounidenses. Podemos decir sin exagerar que está moldeando la sociedad y la política estadounidenses. El miedo a ser acusados de conducir al país hacia la derrota obsesiona a los republicanos, mientras que el miedo a ser acusados de no apoyar los esfuerzos de guerra pone nerviosos a los demócratas. El resultado es que los dirigentes políticos estadounidenses temen adoptar una iniciativa atrevida. Israel también está nervioso por estas circunstancias. Una de las estrategias israelíes a largo plazo es el mantenimiento de la superioridad militar. En la cúspide de este esfuerzo se encuentra el programa de armas nucleares. Israel casi se encuentra en el mismo nivel nuclear que las grandes potencias. Es la única potencia nuclear en la inmensa área que va desde Francia a Pakistán. Ahora esa hegemonía se ve disputada, al menos verbalmente, por Irán. No cabe duda de que Irán va camino de convertirse en un miembro del club de poseedores de armas nucleares. Sus dirigentes niegan ese objetivo; sin embargo, el Gobierno iraní sería ingenuo si no procurara obtener armas nucleares con tanta celeridad como lo permite la prudencia, ya que teme, con razón, que sin ellas pueda ser atacado por Estados Unidos (con bases en torno a Irán) o por Israel (con armas y efectivos listos para la ofensiva), o por ambos. Justificando sus acciones con los mismos motivos, tanto Israel en 1981 como EE.UU. en el 2003 atacaron a Iraq. ¿Por qué -se preguntará un dirigente iraní- no van a hacer lo mismo con Irán? Hay buenas razones para que no lo hagan. Irán sería mucho más difícil de conquistar que Iraq; es un país mucho más grande, con mayor capacidad de entablar una guerra de guerrillas. El nacionalismo y la religión hacen que los iraníes estén muy motivados. Es casi seguro que, bajo cualquier forma de Gobierno, Irán intentará conseguir armas nucleares por todos los medios (fabricándolas, comprándolas o robándolas). Fuera del país, el ataque contra Irán enardecería los ánimos en todo el mundo musulmán y exacerbaría el terrorismo mundial y le conseguiría nuevos aliados. Estas consecuencias pueden darse por seguras. Más especulativa es la posible repercusión sobre China, que obtiene buena parte de sus recursos energéticos de Irán y Rusia, cuya población musulmana amenaza ya la estabilidad del régimen. Por todo ello, la invasión resultaría ruinosa, cara e ineficaz. Ahora bien, eso no significa que no vaya a intentarse. Tanto EE.UU. como Israel han proferido amenazas, ambos países han dispuesto sus fuerzas para un ataque. Ambos, no cabe duda, están estableciendo su red de espionaje. Sin embargo, no es probable que Irán se amilane. Si no lo hace, a Israel y EE.UU. les resultará difícil retroceder. Los ánimos están enardecidos. El perfume de la guerra está en el aire. Es probable que los primeros meses del 2006 vean el estallido de la crisis.