El periodismo comprometido

El editorial conjunto de la prensa catalana ha relanzado el debate sobre el periodismo comprometido. Llevábamos mucho tiempo en que las discusiones sobre los periódicos eran sobre su idoneidad dentro del nuevo panorama tecnológico de la comunicación, sus problemas de credibilidad, los apuros económicos de las empresas editoras y la posibilidad de que acaben desapareciendo. Este texto unitario ha tenido la virtud de saltar, al menos temporalmente, de plano, desplazando la polémica hacia una de las cuestiones de fondo. Y reafirma, encima, por la vía de los hechos, que los diarios pueden ser útiles y necesarios.

Que a estas alturas se debata sobre si el periodismo ha de comprometerse ante los problemas de la sociedad en que se mueve, refleja la profundidad de la crisis que padece. Afortunadamente, siempre ha habido periodismo comprometido. Pero no vive sus mejores momentos.

Deseos corporativos de poder y ansias de protagonismo empujan a muchos periodistas a considerar que les corresponde estar dentro del bloque de instituciones políticas, económicas y sociales con derecho a llevar las riendas de la sociedad. Es decir, a formar parte de los que mandan. Yo creo lo contrario: que el sitio de la prensa está precisamente entre los contrapesos democráticos a aquellos poderes, para poder respaldar en las situaciones conflictivas a los ciudadanos y convertirse en su voz frente a los representantes electos y los poderes fácticos. Y ante determinados tribunales, como el Tribunal Constitucional (TC), si hace falta.
No creo que haya dudas sobre que el editorial conjunto es un ejercicio de periodismo comprometido con el país. Cada uno de los periódicos que han suscrito el texto y todos los medios que luego se han adherido ya habían opinado anteriormente mil veces sobre el Estatut y sobre el significado político de modificar la voluntad popular expresada a través de un referendo y dos votaciones mayoritarias en los parlamentos catalán y español. Cada medio lo había hecho desde su propia óptica, en ocasiones poco coincidente con la de los demás. Pero ahora, desde sus respectivas líneas editoriales, han coincidido en que se precisaba un aldabonazo para que la opinión pública –especialmente la del resto de España– reflexione sobre una sentencia que puede conducir las relaciones Catalunya-España hacia un mal callejón con poca salida.
Las principales obligaciones concretas de los diarios son informar con veracidad sobre lo que sucede, trasladar a los lectores un abanico plural de las ideas que están en juego y expresar sus propios puntos de vista. Su primera obligación más abstracta es vivir compenetrados con la sociedad a la que sirven. Tanto el derecho y el deber de opinar como la complicidad con los lectores han sido ofrecidos esta vez, y de forma especial, por la prensa catalana.
Las críticas al editorial son legítimas, pero, en la mayoría de los casos, más que aportar luz o sombra sobre los argumentos del texto, retratan la luz y la sombra ideológica y psicológica de quienes las emiten. Periódicos que llevan años diciendo en sus editoriales todo lo que quieren contra el Estatut, se han molestado ahora por la libre expresión de la opinión ajena. Periódicos especializados en pontificar sobre los tribunales y los textos legales denuncian que la opinión expresada por los diarios catalanes es una presión intolerable. Incluso hay voces que protestan sin ruborizarse diciendo que los medios de Catalunya han cometido el error de «hacer política», como si existiese en el mundo alguna prensa que no la haga, empezando por ellos mismos.
Otro centro de los dardos ha sido la unanimidad. La consideran sospechosa y retrotrae, aseguran, a los años de la Prensa del Movimiento. La unanimidad, tan excepcional que apenas tiene antecedentes, debería hacer reflexionar sobre la dimensión del problema que ha podido generarla. Claro está que en ocasiones esta queja es coyuntural, como se desprende del hecho de que, después de quejarse de que se haya hecho un editorial conjunto, algunos piden explicaciones por no haberse hecho antes sobre otros temas... La trascendencia del compromiso de los diarios con Catalunya la proporciona el alud de adhesiones transversales recibidas después desde la sociedad civil. Cuando desde fuera de Catalunya dicen que la prensa catalana traiciona al sentir popular porque el tema del Estatut solo interesa a cuatro políticos locales, las adhesiones demuestran lo contrario.

El editorial ha efectuado, además, periodísticamente hablando, una buena función. Después de que los diarios catalanes subrayasen que la situación del TC es insostenible y que con su actual composición no tiene autoridad moral para nada, los demás periódicos españoles no han tenido más remedio que empezar a publicar informes confirmándolo, e incluso recogen que Zapatero y Rajoy van a intentar replantear esta cuestión. A una consecuencia directa así, que es independiente del valor del testimonio cívico de la publicación conjunta, en el mundo de la prensa se la considera internacionalmente un éxito profesional.

Antonio Franco, periodista.