El perro mueve la cola, la cola no mueve al perro

Qué gracioso es, cómo mueve la colita... Comentario común ante perritos, se torna en desagrado cuando el perro es grande: ¿Pero qué le pasa a este perro? Al entrar al salón, ha movido su cola, se ha cargado la lámpara y nos hemos quedado sin luz...

Así son las cosas: las colitas moviéndose de los perros pequeños, pueden hacer gracia, e incluso en momentos tristes, provocar una sonrisa por su total desconexión entre lo que ocurre y esa colita juguetona. Pero ay, si hablamos de perros grandes, fuertes y poderosos, los movimientos de su cola pueden dar origen a desastres.

Por ello siempre se ha dicho, que es el perro quien mueve la cola. Cuando las cosas ocurren al revés, cuando la cola es lo que mueve al perro, es que estamos en presencia de un perro vago, perezoso, que va a terminar mal por dejarse manejar por su cola, en lugar de ser él, el perro entero, quien controle los movimientos de su cola, extremo de su columna.

Esta imagen del perro y su graciosa o peligrosa cola, recuerda la actualidad de la sociedad española.

«Colitas graciosas». Tras un atentado terrorista como los asesinatos en Barcelona y en Cambrils, las pancartas que dicen «la mejor respuesta es la paz», me parecen un chiste malo, en un momento de dolor. Como una «colita» que queriendo ser solemne, resulta ridículamente graciosa. Pero de ahí no pasa, porque España es una sociedad libre, la libertad de expresión está garantizada, incluso para quienes se expresan antes de esforzarse en pensar.

Pero también hay «colas peligrosas» si el perro es grande y fuerte. Los españoles formamos una gran sociedad, que a lo largo de siglos ha demostrado su sabiduría y su valentía. Y que, hay que decirlo, en algunos momentos puede parecer dormida, y correr riesgos por dejar que la cola, algunos malvados, jueguen con las cosas comunes y pongan en riesgo lo que es de todos, moviendo al perro hacia el desastre. Afortunadamente, siempre que estamos en una situación de riesgo, la maravillosa sociedad española despierta de su sopor, y como si saliera de una pesada siesta, reacciona a tiempo. El perro vuelve a ser quien mueve la cola, y no es la cola quien maneja al perro.

«Colas peligrosas». Tras los atentados terroristas de Niza (julio 2016), Berlín (diciembre 2016), Londres (marzo 2017), Estocolmo (abril 2017), etcétera, rechazar la instalación de bolardos en las Ramblas porque «Barcelona es una ciudad de libertad», ya no es la colita juguetona del perrito que hace gracia. No. Que un gran perro como es la sociedad barcelonesa, tenga una cola que haga este suicida movimiento, porque quien ocupa el sillón de la alcaldía tiene esta ocurrencia, es algo muy grave. Colau no puede hacer ese movimiento, que en un perrito podría tener su gracia, pero que en un perro grande como Barcelona, objetivo terrorista, significa que los asesinos tienen libertad para invadir paseos peatonales para matar, pero que los inocentes no tienen libertad para pasear protegidos con bolardos por las Ramblas. Esto ya no tiene ninguna gracia, y es imperdonable.

Otra cola peligrosa, cuando el Consejero de Interior Forn i Chiariello (con madre y hermanas ecuatorianas que conservan su apellido Chariello sin catalanizar ni la «i»), reconvertido en fúnebre empleado de un irreal Registro Civil, otorga nacionalidades inexistentes a la víctimas. (Ay, cuánto se recuerda a su antecesor Jordi Jané). Ni respeto a los muertos. Resulta patético y ridículo. Y más y más etcétera.

La sociedad española está saliendo de su sopor. Está despertándose, o ya está despierta. Y su mejor prueba es el Rey de España, a la cabeza de una manifestación de duelo por las víctimas y de repulsa a quienes quieren hacernos cambiar de sociedad. Y con él, tras el Rey, las autoridades y la inmensa mayoría de españoles, es decir, de catalanes, aragoneses, navarros, riojanos, vascos, cántabros, asturianos, gallegos, castellanos, madrileños, extremeños, andaluces, murcianos, valencianos, mallorquines, canarios y ceutíes y melillenses, todos ellos presentes o representados en esa manifestación de dolor y de repulsa, que quiere, aunque en ocasiones esa inmensa mayoría sea tal vez demasiado silenciosa, que sea ella el perro que mueva la cola y no que un grupo de maleducados cretinos quieran ser cola, mover ellos al perro, llevándolo a la oscuridad del pasado.

Cuando esos maleducados cretinos insultan al Rey, nuestro «símbolo de unidad y permanencia», e incluso le interpelan en descerebradas frases, nos están insultando a la inmensa mayoría de españoles. Ellos tienen dos marcadas características: Soberbia, que les lleva a pensar que son más listos que los demás, y, en consecuencia, a creerse que la gente es tonta y «traga lo que le echen»; y Avaricia, porque no se gastan ni un euro propio en sus delirios de soberbia, sino que pagan todas las rondas con el dinero de los demás. Pero ahí está la inmensa mayoría de españoles, despertando o despiertos ya, de esa prolongada siesta. Y con una característica que el grupo de maleducados cretinos ha olvidado, y que Pío Cabanillas siempre decía: La sociedad española es amable, pero ojo, aunque fonéticamente suene parecido, es de idiotas o de cretinos, confundir amabilidad con debilidad.

Esta sociedad es amable pero fuerte, y no va a tolerar, y hay que decirlo alto, despacio y claro, para que lo comprendan hasta los que no suelen pensar, que la cola grande que algunos mueven con espasmos para llevar al gran perro al precipicio, no va a tener éxito en su empeño.

Porque es el perro quien mueve la cola, y no al revés.

Javier Borrego, abogado del Estado y exjuez del Tribunal Europeo de Derechos Humanos.

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