El petróleo y la visible obra de Chávez

Arévalo Méndez Romero, embajador de la República Bolivariana de Venezuela. El autor formula sus puntos de vista sobre la realidad de Venezuela, en respuesta a los artículos de Norman Gall, La dudosa obra de Chávez y El caos petrolero (EL PAÍS, 03/04/06):

Lo mismo que a tantos venezolanos defraudados, y a no menos foráneos engañados, EL PAÍS fue desdichadamente embaucado, pero, a pesar de uno y miles como Norman Gall, siempre prevalecerá el prestigio del diario y reinará la verdad. El infrascrito quiso lucir una pretendida esencia científica en una andanada de escritos que no alcanzaron ni remotamente la consistencia de una opinión mínimamente calificada. Los textos con la firma de Norman Gall, que encontraron divulgación privilegiada bajo los títulos La dudosa obra de Chávez y El caos petrolero, los días lunes 27 y martes 28 de marzo de 2006, constituyen una estafa mediática colectiva.

El contenido viciado de estos artículos no merece un esfuerzo argumentativo. Las notas evidencian un descontrol delirante que las desacredita a priori para el debate. La virulencia lleva inconscientemente al autor a incurrir desmedidamente en impresiones formales, las cuales invalidan los artículos para ser presentados bajo la respetada denominación de "investigación y análisis". Particularmente impresiona la desvergüenza con la cual, sin una nimia de decoro y menos de sobriedad, Gall refiere cifras inverosímiles de origen desconocido, cita fuentes indeterminables de dudosa existencia y condena a funcionarios por simple apetencia visceral.

Estos tristes relatos provienen de un doliente de nuestra determinación de administrar soberanamente nuestros recursos naturales y nuestra industria petrolera. Contrariamente a la práctica de Gall, preferimos en esta materia apelar a la palabra de organizaciones internacionales. De la resolución 1.803 de la Asamblea General de las Naciones Unidas con fecha 14 de diciembre de 1962 se puede extraer una garantía básica: el derecho de los pueblos y de las naciones a la soberanía permanente sobre sus riquezas y recursos naturales debe ejercerse en interés del desarrollo nacional y del bienestar del pueblo del respectivo Estado.

Por eso el Gobierno bolivariano frenó la privatización de Petróleos de Venezuela Sociedad Anónima (PDVSA), con la cual, ignominiosamente, por deseo de Gall y otros tantos con él, se le iba desprendiendo de sus actividades medulares. Como ejemplo de esto estuvo la llamada internacionalización, audaz esquema mercantil neoliberal mediante el cual se transfirieron al exterior más de 14.000 millones de dólares; es decir, nosotros venezolanos, subsidiando el consumo de energía para la economía más importante del planeta, incluyendo Hollywood y sus alrededores.

Otro ejemplo, el cual, por supuesto, omite Gall, lo constituye la falsa promesa de las asociaciones estratégicas de la Faja Petrolífera del Orinoco, las cuales significaron la entrega a las empresas transnacionales de 600.000 barriles diarios (MBD) de petróleo en condiciones fiscales lesivas. Baste con decir que, mientras PDVSA invierte en un costo de cuatro dólares para producir un barril de crudo con los mencionados contratos, la empresa era obligada a comprar crudo -venezolano- a 22 dólares el barril, esto tampoco lo menciona Gali. Algo tiene que ver con que Exxon haya sido desprovista de ese grosero y obsceno privilegio.

La propia Agencia Internacional de Energía, en su tarea de contabilizar la producción de los países que exportan hidrocarburos, reconoce, en su informe del mes de marzo 2006, el rescate absoluto de PDVSA, corporación que ha superado con creces el nivel de producción de crudo registrado antes del sabotaje petrolero de 2002 y 2003 en un marco legal y operativo, ubicando la producción nacional por encima de los tres millones de barriles diarios, y además contabiliza en el total los volúmenes de crudos extraídos de la Faja Petrolífera del Orinoco. Esto se suma al reconocimiento de que Venezuela es el país con la mayor cantidad de reservas de gas en el mundo, para tristeza de Gall y sus mandarines. Para nosotros los venezolanos, y para todos nuestros países latinoamericanos y caribeños, más que una obligación política, es un mandato existencial emplear y redistribuir los ingresos fiscales para el bien social. En este caso también preferimos aludir al reconocimiento de la Unesco y la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI) al pueblo y al Gobierno venezolano por la declaratoria de Venezuela como territorio libre de analfabetismo, logro alcanzado con la alfabetización de 1.482.000 iletrados inhabilitados en el pasado para ejercer plenamente su ciudadanía.

A este logro, apuntalado por el debido uso del ingreso petrolero nacional, se suman actualmente, también en el campo informativo, 555.687 inscritos en el plan masivo de educación media y diversificada y 330.346 bachilleres cursando programas de formación universitaria, todos excluidos antiguamente de la educación formal. Vamos camino a una inversión del 10% del PIB en educación. En materia de salud, referimos el reconocimiento de la OMS y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) de los resultados conseguidos con el desarrollo de una red de atención médica primaria y especializada, que hasta el pasado 25 de febrero acumulaba 167,3 millones de consultas en módulos construidos en zonas populares, así como 6,7 millones de exámenes realizados en las clínicas populares.

Si de desarrollo económico se trata, la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), la banca extranjera y hasta el mismo FMI y el Banco Mundial avalan el crecimiento de 9,3% de la economía venezolana en 2005, con un antecedente de 17,3% en 2004 y su proyección positiva para el año en curso. Por cierto, que este comportamiento de la actividad económica se fundamente principalmente en el crecimiento del sector no petrolero, prueba el dinamismo actual de nuestro sector productivo. Para esto es nuestro petróleo, a pesar de uno y miles Gall.

Y si de infraestructura se trata, ámbito que también parece apasionar a Gall, un seudoinvestigador quien dice soportar sus comentarios en tres semanas de entrevistas en Venezuela -sin acercarse a alguna oficina gubernamental-, cuando parece que el supuesto trabajo de campo lo realizó mientras vivió en Venezuela entre 1968 y 1974, olvidó mencionar que actualmente en nuestro país se construyen simultáneamente vías terrestres en el oriente y centro-occidente, férreas en el centro, norte y los llanos del país, y subterráneas en Caracas, Los Teques, Maracaibo y Valencia; centrales hidroeléctricas y un gran puente sobre el río Orinoco. Conscientes de que el desarrollo de las infraestructuras constituye uno de los factores fundamentales para contribuir a elevar la calidad de vida de la población y para promover el crecimiento económico, el Gobierno venezolano dedica especial atención a la construcción de importantes obras públicas nuevas, pero también a evitar el colapso definitivo de obras construidas o abandonadas durante periodos anteriores de gobierno, con vicios ocultos en su desarrollo, algunas de las cuales Gall defiende afanosamente. El sector construcción viene experimentando un crecimiento sostenido (20,1% del PIB total en 2005), sobre la base de las grandes obras de infraestructura, como los ferrocarriles, las líneas de metro y las autopistas, indicativo de que la actividad no petrolera muestra un dinamismo superior a la petrolera.

El Gobierno bolivariano ha mantenido una asignación presupuestaria promedio del 5,7% al Ministerio de Infraestructura con respecto al total de los ejercicios fiscales desde el año 2000 hasta el 2005, pues los programas de inversión de infraestructuras públicas fundamentales para el servicio público y el crecimiento económico del país se destinan no solamente a crear las condiciones externas favorables para el desarrollo de la industria, la agricultura, el comercio y los servicios, sino que también destaca el programa de reparación y construcción de las infraestructuras de servicios públicos esenciales, tales como instituciones educacionales, centros de salud, instalaciones deportivas y culturales, entre otras. También destaca la atención a la masificación de la construcción de viviendas populares y de clase media.

Es perfectamente admisible exponer opiniones divergentes sobre nuestra realidad actual, caracterizada por su dinamismo y avance vertiginoso hacia el desarrollo social y económico deseable. No nos queda más que invitar a Gall a visitar nuestro país para coronar su aspiración de presentar una investigación y análisis; mientras tanto, preferimos la crítica ponderada, así como la expresión de quienes se han tomado la molestia de estar por nuestro país recientemente y han quedado convencidos del pujante y auténticamente democrático camino que emprende nuestro pueblo en este tiempo.