El plan del Estado Islámico

¿Cómo puede sobrevivir una organización terrorista que parece haber declarado la guerra el mundo entero? En 2016, el Estado Islámico (ISIS, en sus siglas en inglés), la organización terrorista mejor financiada, equipada y avanzada de la historia, quizá no conquistará nuevos territorios, pero sin duda logrará no solo sobrevivir, sino reforzar su influencia internacional. Y existen varios motivos para ello.

Sus enemigos están divididos sobre la mejor estrategia en su contra. Cuenta con el apoyo de los suníes marginados en Irak y Siria. Tiene enorme facilidad para disponer de dinero y gran dominio de la tecnología. Pero su mayor ventaja frente a grupos como Al Qaeda y los talibanes es lo que ofrece a sus seguidores: no solo la mera posibilidad de luchar contra un enemigo lejano en una larga guerra de futuro incierto, sino un plan para construir algo nuevo y tangible, un imperio islámico con fronteras trazadas por guerreros musulmanes, no por políticos occidentales.

Con cada nueva atrocidad del ISIS, se oyen en Europa y Estados Unidos promesas de derrotar directamente a sus jefes en Siria e Irak. Pero para desmantelar el ISIS es necesaria una intervención terrestre. No se les puede destruir desde el aire. Y nadie —ni estadounidenses, ni franceses, ni rusos, ni nadie más— va a aceptar el coste en sangre y dinero de una operación semejante.

Ni siquiera en el aire se ponen de acuerdo los enemigos del grupo. EE UU seguirá arrojando bombas, pero el presidente Obama no tiene intención de volver a emprender una guerra terrestre en Oriente Próximo. Rusia quiere reforzar a su aliado, El Asad, atacando a los rebeldes respaldados por EE UU y Arabia Saudí, y hace poco contra el ISIS. Turquía ataca sobre todo a los kurdos sirios, y los franceses no tienen ninguna coalición que dirigir. Los combatientes iraníes están en inferioridad, y los Estados del Golfo no poseen tropas de tierra.

En Irak, el gobierno chií no podrá vencer al ISIS mientras no ofrezca a los suníes un sitio para luchar por su futuro. Cuando EE UU apartó a Sadam Husein del poder, apartó a sus seguidores del partido Baaz. El ISIS es la única organización que les ha dado medios para vengarse y, mientras eso no se resuelva, seguirá controlando la parte suní del país.

El ISIS y sus imitadores disponen de un gran territorio. Siria, Irak, Libia, Yemen y Afganistán son, en distintos grados, Estados fallidos. Enormes extensiones de terreno sin gobierno que proporcionan refugios y campos de entrenamiento. En el nordeste de Nigeria, el norte de Mali y la península egipcia de Sinaí, los terroristas aprenden el oficio. Y los inmensos campos de refugiados en Turquía, Jordania y Líbano son terreno fértil para el reclutamiento. Además, el ISIS tiene dinero de sobra para hacer realidad sus ambiciones. Gracias a la venta del petróleo de los pozos capturados, los rescates de secuestros, las mercancías confiscadas, los impuestos a las poblaciones locales, la ayuda de sus amigos del Golfo y el saqueo de los bancos en las ciudades iraquíes tomadas, el grupo ha acumulado unas reservas de más de mil millones de dólares. Y ha aprendido a utilizar las redes sociales y los mensajes en clave para ampliar sus tentáculos.

Pero, sobre todo, el ISIS ofrece una visión global con la que grupos como los talibanes y Al Qaeda no pueden competir. Los talibanes siguen siendo un movimiento de pastunes de Afganistán y Pakistán, con escaso atractivo fuera de allí. Al Qaeda tiene una visión apocalíptica. Y es más difícil captar seguidores con un culto a la muerte que con la promesa de un imperio que resulta creíble porque ya se ha adueñado de grandes franjas de territorio en dos países y un mensaje seductor. “En Siria e Irak, no tienes futuro. En Europa y América, te excluyen porque te odian. Ven a construir. Únete a la primera generación. Te damos la bienvenida”. Este llamamiento, que va más allá de asesinar a infieles, logra su objetivo.

¿Dónde nos lleva todo esto? En realidad, la construcción del Estado Islámico es el punto débil del ISIS. Es imposible eliminar completamente el terrorismo, porque basta un solo individuo dispuesto a morir para ampliar la dimensión internacional del grupo. Pero los numerosos enemigos del ISIS tienen poder más que suficiente para impedir que la organización cumpla su promesa de construir un Estado. Los bombardeos en Siria no han hecho más que empezar.

Mientras tanto, el ISIS —cuya influencia no puede sino crecer— guarda más sorpresas desagradables para el resto del mundo.

Ian Bremmer es presidente del Eurasia Group, consultora de riesgos políticos mundiales, y autor de Superpower: Three Choices for America’s Role in the World. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

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