El plan del PP para Cataluña, en 60 puntos

1. Para comprender cuál era el plan del PP para gestionar —que no solucionar— el conflicto catalán hay que conocer tres datos previos.

2. El primero de esos datos es cuál cree Mariano Rajoy que es el estado ideal de la democracia española.

3. Ese estado utópico mariano es un bipartidismo más o menos equitativo en el que PP y PSOE se alternen en el poder con el apoyo de los partidos nacionalistas vascos y catalanes.

4. Ese es todo el plan político de Mariano Rajoy para España. No hay más.

5. A diferencia del PSOE de Pedro Sánchez —que nada desearía más que la desaparición del PP en el fondo del Océano Atlántico— el presidente del Gobierno considera al PSOE como la otra cara, necesaria e inevitable, de una misma moneda: la del régimen que debería gobernar España durante los próximos cien años.

6. Nadie protegerá más al PSOE de su desaparición que un PP liderado por Mariano Rajoy y nadie hará más por la desaparición del PP que un PSOE liderado por Pedro Sánchez. El problema del PP no es de complejos: es de inconsciencia.

7. Pero el estado utópico mariano se derrumba como un castillo de naipes con la aparición de Ciudadanos en 2006.

8. La existencia de un tercer partido estatal de centro, centro-izquierda y centro-derecha amenaza con desestabilizar ese bipartidismo a cuatro que Mariano Rajoy considera el estado natural, e ideal, de la democracia española tras la Transición.

9. Dado que Ciudadanos amenaza con robar más votos al PP que al PSOE, la aparición de Podemos en 2014 es vista como el contrapeso ideal a ese desequilibrio en la Fuerza.

10. Podemos, creen Rajoy y Soraya, restará en 2015 votos al PSOE sin llegar a convertirse jamás en una alternativa seria de Gobierno.

11. Su radicalismo hará que, de forma natural, el electorado de centro huya del PSOE para refugiarse en el voto útil del PP.

12. Y de ahí se deduce el nada disimulado apoyo que varias cadenas de televisión y grupos de comunicación, con el del empresario multimillonario comunista Jaume Roures a la cabeza, han prestado y siguen prestando a Podemos.

13. Apoyo espoleado por una vicepresidenta a la que Podemos debe todo su éxito. Sin ella, Podemos no sería hoy más que una anécdota.

14. Los fallos de ese plan se hacen obvios en 2015, cuando Podemos está a punto de escapar al control de sus pigmaliones y de formar una coalición de Gobierno junto al PSOE.

15. Pero la ambición desmedida, el sectarismo, la escasa inteligencia política y el ego de su líder, en realidad una marioneta en las manos del PP, frustran ese Gobierno de izquierda y centro-izquierda que Podemos tenía al alcance de la mano.

16. El segundo de esos datos que nos permiten comprender cuál era el plan del PP para gestionar el conflicto catalán es cuál es la respuesta estándar de Mariano Rajoy a cualquier problema.

17. Esa respuesta estándar es "uf, qué lío".

18. Porque a Mariano Rajoy, del Big Bang para acá, todo le parece un lío.

19. Prueba de ello es la anécdota que suele contar la periodista Isabel San Sebastián sin que nadie hasta ahora haya osado contradecirla. El día de los atentados del 11S, Mariano Rajoy, vicepresidente del Gobierno y en la práctica presidente en funciones por la ausencia de José María Aznar, fue sorprendido viendo la Vuelta Ciclista a España por la tele mientras el resto de Moncloa gestionaba lo que en ese momento parecía el estallido de la III Guerra Mundial.

20. El tercero de los datos es la falta absoluta no ya de ideología, sino de convicciones, de Mariano Rajoy. Que es, en realidad, la falta absoluta de la más mínima brújula moral.

21. Asumida esa carencia de brújula moral se comprende mejor la indiferencia del presidente frente al arrinconamiento de la lengua española en Cataluña, Valencia y Baleares.

22. O frente al aniquilamiento de los derechos de los ciudadanos constitucionalistas en esas mismas regiones.

23. O frente a la desobediencia y la deslealtad reiterada de las autoridades autonómicas.

24. O frente a la existencia de un cuerpo armado de 17.000 policías de lealtad dudosa a la Constitución en la región históricamente más violenta de España.

25. O frente a la evidente desautorización del Estado de derecho español que supone la reciente decisión de un juez regional alemán respecto a la extradición de Puigdemont.

26. Conocidos esos tres datos, puede deducirse, sin problemas, el plan del PP para gestionar el conflicto catalán.

27. Ese plan era, lisa y llanamente, el mantenimiento del statu quo.

28. Es decir, la cesión sin batalla al nacionalismo del control de una región de la que el Estado empezó a desaparecer en el minuto uno de la Transición. Control tolerado por el Estado a cambio del puñado de votos que permitan mantener vivo el régimen bipartidista.

29. La conclusión es obvia. Al Gobierno, Cataluña y los catalanes no nacionalistas le importan políticamente poco menos que nada.

30. Lo único que parece interesar es que el partido hegemónico nacionalista, idealmente uno de derechas, continúe gobernando Cataluña per saecula saeculorum a cambio de su apoyo al partido que ocupe el Gobierno central en ese momento.

31. Corrupción, desobediencia, deslealtad y violación reiterada de los derechos de los catalanes constitucionalistas son minusvalorados a diario con el único objetivo de no revolucionar el gallinero nacionalista vasco y catalán.

32. A día de hoy, por ejemplo, los nacionalistas vascos siguen presumiendo de que la suya es la única comunidad libre de corrupción.

33. Obviamente, la realidad es otra. En el País Vasco el Estado, como en Cataluña, ha hecho mutis por el foro dejando el campo expedito a los caciques locales.

34. Sabe Dios lo que se esconde en las Vascongadas. Como dicen en Jaén: "Ahí debe de haber hasta perros follando". Aunque esto es sólo una sospecha educada.

35. Pero volviendo a Cataluña. El Gobierno jamás creyó que los líderes del procés separatista llegaran hasta donde han llegado. En su fantasía, el nacionalismo sólo estaba presionando para lograr un mejor trato fiscal.

36. De ahí las imágenes de Soraya Sáenz de Santamaría en evidente sintonía con Oriol Junqueras. Un hombre que está en la cárcel tras haber sido engañado por Carles Puigdemont —e incluso por algunos de los consejeros de su propio partido— y que en contrapartida sólo ha logrado engañar a una persona en toda su carrera política: a la vicepresidenta del Gobierno.

37. Consumado el golpe de Estado los días 6 y 7 de septiembre, y reiterado dicho golpe el 1 de octubre, el desconcierto es total en el PP. ¡Pero si sólo querían más dinero y más vista gorda del Estado!

38. Su obsesión pasa a ser entonces la de que Carles Puigdemont convoque elecciones autonómicas lo antes posible para que la comunidad retorne al mencionado statu quo: el del control caciquil de la región por parte del nacionalismo a cambio de sus votos en el Congreso de los Diputados.

39. Otra conclusión obvia. Al Gobierno no le importa nada, en realidad, que el separatismo haya dado un golpe de Estado.

40. El Gobierno sólo pretende librarse lo antes posible de la pelota que el nacionalismo ha colocado en su tejado. Y los catalanes no nacionalistas son la evidente moneda de cambio para ello.

41. "Haced lo que queráis con ellos, pero convocad elecciones generales".

42. El resto es conocido. Los líderes del procés, con Carles Puigdemont a la cabeza, enloquecen tras creerse sus propias fantasías rurales y proclaman la independencia.

43. El retorno al ansiado statu quo parece cada vez más lejano.

44. Pero aún queda una rendija de esperanza. Que el poder judicial haga la estatua frente al golpe de Estado y sus principales líderes sean condenados por una leve desobediencia.

45. Penas de multa o menores, inhabilitaciones selectivas y aquí paz y después gloria.

46. Se dice y se rumorea que la Fiscalía General del Estado recibe presiones para que no solicite prisión provisional para los líderes del golpe de Estado que aún andan en libertad. Esa presión es un secreto a voces en la capital y se habla incluso de discusiones a gritos en los despachos de algunos altos funcionarios pertenecientes al poder judicial.

47. La presión, dicen también, no llega hasta el punto de la ruptura del principio de la separación de poderes. El Gobierno no controla al poder judicial y este actúa autónomamente en todo momento.

48. Para desazón del Gobierno, la Fiscalía se muestra firme y los abogados de Vox hacen su labor. Los líderes del golpe de Estado entran en prisión de forma escalonada. En este punto, el Gobierno sigue con su plan original: el retorno a la calma chicha.

49. Nada haría más feliz al Gobierno ahora que el separatismo hiciera presidente a cualquier diputado nacionalista, cualquiera, siempre y cuando este no estuviera inmerso en un proceso judicial.

50. Que el procés continúe activo o que esa investidura de un nacionalista partidario de la "implementación de la república catalana" suponga el retorno al control del presupuesto público por parte del separatismo y la vuelta a las andadas golpistas le trae sin cuidado a nadie en el Gobierno: el próximo golpe de Estado catalanista se lo comerá muy probablemente Ciudadanos.

51. Pero los líderes separatistas, atenazados por sus propias divisiones internas, no leen bien al Gobierno y le siguen considerando un enemigo cuando es, en realidad, su principal aliado. En consecuencia, no logran investir presidente a nadie.

52. Al Gobierno sólo le queda una esperanza frente a la incompetencia del separatismo para volver a la senda que jueces y líderes del PP les están señalando con focos de muchos miles de vatios de potencia.

53. Esa esperanza es que la papeleta se la solucione otro. En este caso, Europa.

54. Europa es eso que los anglosajones llaman un longshot. Una esperanza lejana a la que se confía toda la suerte del proyecto.

55. Pero salta la sorpresa en Alemania. Un simple juez regional alemán, el equivalente de una audiencia provincial, desestima contra todo pronóstico la acusación de rebelión para Carles Puigdemont y abre la puerta a que el resto de países europeos implicados (Bélgica, Suiza, Escocia/Reino Unido) sigan sus pasos.

56. El Gobierno ha conseguido lo que quería. Deslegitimar políticamente el procesamiento por rebelión de los líderes del golpe de Estado sin mancharse las manos.

57. Esa deslegitimación del proceso judicial contra el separatismo ha tenido un coste inasumible para España. El descrédito de la idea de Europa, para empezar.

58. También la consolidación de España en el imaginario colectivo europeo como una democracia de segundo rango. Democracia de segundo rango que, como dice Arcadi Espada, puede ser chuleada impunemente.

59. Además de una segunda deslegitimación: la del Estado de derecho en Cataluña y el País Vasco. Probablemente también en el resto de España —si no podemos ni siquiera defendernos de un golpe de Estado, ¿en manos de qué déspota regional quedaremos en el futuro?—.O el abandono a su suerte de los catalanes (y los vascos) no nacionalistas.

60. Pero el Gobierno tiene al fin lo que quiere. El retorno de Cataluña al trote cochinero del chantaje permanente al Estado. La vuelta, lenta pero segura, al statu quo. Sin condenas de peso. Sin alboroto. Sin que las molestias sean sufridas por nadie más que los españoles no nacionalistas en Cataluña, el País Vasco, Baleares o Mallorca. Ese fue siempre el plan: que el lío se lo comiera otro.

Cristian Campos, periodista.

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