El PNV: el cobrador insaciable

Tan sólo tres semanas después de la toma de posesión del presidente Sánchez, el PNV, a través del lendakari Urkullu, que tuvo la deferencia de ir con traje y corbata y no con el uniforme del cobrador del frac, ha acudido a La Moncloa a pasar factura por sus votos, que fueron determinantes para que la moción de censura prosperase. El precio consiste en acercar los presos de ETA, romper la caja de la Seguridad Social y retirar recursos de inconstitucionalidad contra leyes vascas. En definitiva, más autogobierno para seguir avanzando hacia su objetivo final, al que ahora denominan evolución hacia un modelo «plurinacional». Al término de la reunión, Urkullu resaltó la diferencia de trato del actual inquilino de La Moncloa respecto al anterior y, lógicamente, pasó página y se olvidó de los 540 millones de euros que con éste habían acordado hace poco más de un mes.

Lo que este encuentro pone en evidencia es que en los cuarenta años que llevamos de democracia los partidos nacionales han sido incapaces de aprender la lección y siguen depositando la llave de la gobernabilidad de España en partidos nacionalistas, como el PNV, que en todo momento han mostrado su deslealtad.

Lo hizo en 1978 cuando, aunque logró que la Constitución acogiera sus exigencias más trascendentales: la inclusión del término «nacionalidades», la derogación de las leyes abolitorias de los fueros de 1839 y 1876, el reconocimiento de «los derechos históricos de los territorios forales», o la posibilidad de transferir competencias del Estado a las autonomías, al final dijo sentirse insatisfecho y se abstuvo en el referéndum constitucional.

Lo hizo en julio de 1979, cuando ETA asesinaba día sí y día también y las negociaciones del Estatuto de Guernica estaban bloqueadas. Entonces, al presidente Suárez le entregó un documento a modo de ultimátum con las transferencias que consideraba mínimas: creación de la Ertzainza, puesta en marcha de la Sanidad Vasca, transferencias en materia de Hacienda y política fiscal y Educación. A esta se resistió el ministro de Educación, Otero Novas, arguyendo que «Si les transferimos competencias que son del Estado nos quedamos sin Estado». A lo que Francisco Fernández Ordóñez le preguntó de forma cándida: «¿A qué vienen todas esas prevenciones? Las autonomías ¿son o no son Estado?» y Otero Novas razonó con palabras premonitorias: «En cierta manera sí. Pero la enseñanza es algo especial. Si transferimos su control, a la larga les habremos dado la independencia». El Gobierno de UCD cedió todo el sistema educativo sin buscar fórmulas compartidas de enseñanza y los negociadores vascos regresaron a Bilbao haciendo la «V» de la victoria y siendo recibidos como héroes. Y Arzalluz dijo: «Ocho parlamentarios hemos conseguido frente a los 342 restantes lo mismo que cien metralletas frente a un ejército».

A ese triunfo siguió el goteo de transferencias y de cesiones con los presidentes Calvo Sotelo y González. Y es en septiembre de 1996, ya con Aznar, cuando Arzalluz declaró: «Hemos conseguido con este gobierno en un día lo que no logramos en dieciséis años con Suárez, Calvo Sotelo y González», y el lendakari Ardanza dijo que era «el acuerdo más importante de nuestra historia. Desde hoy podemos decir que somos el 16 Estado de la Unión Europea». Pero no fue suficiente y la luna de miel con el Gobierno del PP duró muy poco, se rompió en marzo de 1998 cuando el PNV presentó el Plan Ardanza, en el que se establecía que ETA no podía ser derrotada por la vía policial y tenían que ser las instituciones y las formaciones políticas vascas las que negociaran con la banda terrorista, dentro del «marco vasco de decisión», el «fin a las hostilidades». Una negociación que se tenía que realizar al margen de la Constitución y del Estatuto de Autonomía y cuyo acuerdo final el Estado tenía que asumir como propio sin poder cambiar ni una coma.

Ahora, es Pedro Sánchez el que ha logrado su objetivo. Ya es presidente del Gobierno y pagará al PNV lo acordado por ello. Pero no será un punto final porque es insaciable y seguirá pidiendo más y más hasta lograr la independencia. Eso sí, con Navarra incluida.

José Ignacio Palacios Zuasti, exsenador por Navarra.

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