El poder de empoderar a los refugiados

Refugee Camp, Dadaab, Kenya. Edwina Pickles/Fairfax Media/Fairfax Media via Getty Images
Refugee Camp, Dadaab, Kenya. Edwina Pickles/Fairfax Media/Fairfax Media via Getty Images

En una pequeña comunidad cerca de la línea del ecuador, niños de diversos países asisten a clases en una de las mejores escuelas primarias de la región. El colegio tiene una banda de bajos, una granja, un colectivo de artistas, un club literario y otro de microfinanzas, y grupos de apoyo a víctimas de violencia doméstica. Incluso hay un programa de tutorías para ayudar a las niñas afectadas a continuar sus estudios.

Este paraíso educativo no está en un país rico con recursos ilimitados, sino en un campo de refugiados en Uganda occidental. Se financia no por flujos de ayuda extranjera, sino por refugiados que funcionan con un presupuesto ajustado. Y es un modelo para empoderar a refugiados en otras zonas.

Este experimento en educación comenzó en 2005, cuando yo y otros niños vivíamos en el asentamiento de refugiados de Kyangwali, en el distrito Hoima de Uganda. Con poca comida y acceso limitado a atención de salud, luchábamos por sobrevivir; la educación formal estaba fuera de cuestión. Sin embargo, porque sabíamos que la educación era clave para la prosperidad, nos enseñamos unos a otros lo que buenamente podíamos. Los estudiantes mayores hacían de tutores para los menores, y todos trabajábamos para pagarnos libros de texto y uniformes.

Con el tiempo, estas semillas de base acabaron por florecer y convertirse en CIYOTA, una organización de voluntarios jóvenes que imparte iniciativas de capacitación, así como la escuela COBURWAS, cuyo nombre alude a los países de origen de los niños del asentamiento: la República Democrática del Congo, Burundi, Ruanda y Sudán del Sur.

En la actualidad, más de 1500 estudiantes están inscritos en escuelas primarias iniciadas por CIYOTA y sus ex alumnos. Más de 700 alumnos se han graduado de la escuela secundaria, y más de 40 ex alumnos asisten a grados avanzados en universidades de todo el mundo. Nuestros graduados han recibido Becas de la Fundación Mastercard por su aptitud académica, conciencia social y cualidades de liderazgo. Y nuestros ex alumnos incluso han asistido a la Academia Africana de Liderazgo, una de las instituciones preeminentes de altos estudios de África. Esta relación organizacional tiene particular importancia, ya que ha mejorado mucho la red profesional de CIYOTA.

Muchos jóvenes africanos ya se han beneficiado de la iniciativa CIYOTA, pero nuestro trabajo no se detiene en las puertas de las aulas. Puesto que comprendemos que los niños aprenden mejor cuando cuentan con sólidos sistemas de apoyo tras ellos, también trabajamos con los padres y los miembros de sus comunidades para dar una mayor prioridad a la educación. De este modo, esperamos llegar a incluso más niños necesitados de una educación de calidad.

Puede que nuestra organización tenga raíces humildes, pero nuestros planes son ambiciosos. Queremos transformar África mediante la ampliación del acceso al conocimiento a los estudiantes pobres. En nuestra opinión, encontrar un cupo en la escuela es solo el primer paso; queremos inspirar a los niños a convertirse en líderes y emprendedores, y que apliquen las habilidades aprendidas en la escuela para que mejoren sus comunidades y países. Como refugiados, nuestro objetivo siempre ha sido empoderar a través de la autosuficiencia.

Pero para ejecutar incluso los mejores planes son necesarios recursos importantes, y sin la generosidad de los demás CIYOTA seguiría siendo una idea. Por ejemplo, durante un encuentro fortuito hace algunos años, conocí a un recaudador de fondos con buenas conexiones en la Academia Africana de Liderazgo que nos ayudó a juntar $ 20 000 en capital semilla. Y la oficina del primer ministro donó terrenos para que CIYOTA pudiera cultivar bananas, maíz y otros productos para alimentar a los estudiantes y generar ingresos.

Estos gestos brillan más si se considera el creciente número de refugiados que llegan a Uganda. Hoy, cerca de 1,5 millones de desplazados viven en el país, y a medida que los conflictos regionales se intensifiquen la cifra probablemente aumente. En tiempos en que otros países rechazan la llegada de los refugiados, Uganda mantiene abiertas sus puertas.

Queremos que los refugiados jóvenes del mundo se inspiren con nuestra experiencia. Los recién desplazados necesitan alimentos y apoyo de emergencia, pero mientras más tiempo estén lejos de sus hogares, más necesitan de acceso a instituciones que les permitan la autodeterminación. Con empleos, tierras y escuelas, los refugiados pueden recuperar algo que perdieron cuando huyeron: la esperanza. Si el mundo ha de lograr una educación primeria universal, una meta a la que la comunidad internacional se comprometió hace cerca de siete décadas, necesitará muchas escuelas como la nuestra. Los programas de educación impartidos por refugiados en Kyangwali son ejemplos de lo que puede ocurrir cuando se les da a los jóvenes las herramientas para manejar su propio destino.

Joseph Munyambanza is Executive Director of CIYOTA and a Mastercard Foundation Scholar. Traducido del inglés por David Meléndez Tormen.

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