El poder de la influencia rusa: la desinformación

Tema

La desinformación (deziformatsiya) como práctica del régimen ruso diseñada para engañar y desorientar al oponente, influir en sus decisiones y socavar su eficiencia política, económica y militar.

Resumen

El objeto de este análisis es la desinformación como método militar asimétrico e indirecto en la guerra híbrida que Rusia libra en Europa y EEUU.

La desinformación es uno de los instrumentos principales de la estrategia rusa de influencia política. Su origen histórico está en la Rusia prerrevolucionaria. Hay tres tipos de desinformación: (1) la doméstica, orientada a los ciudadanos rusos; (2) la desinformación para los vecinos, destinada a los compatriotas y a los ciudadanos de las ex repúblicas soviéticas; y (3) la desinformación como “punto de vista alternativo” dirigida a los ciudadanos de la UE y de EEUU. Aunque sus instrumentos sean los mismos (medios de comunicación convencionales y redes sociales), sus objetivos varían según el blanco elegido.

Independientemente de la intensidad de la desinformación, el límite de su éxito reside en el blanco (target) de su ataque. Una afirmación de Stanislav Levchenko (jefe de los espías rusos en Japón durante los años 70), “busca tus vulnerabilidades y allí encontrarás el KGB”, sigue siendo pertinente. El flanco más vulnerable de Occidente (no en un sentido militar de seguridad y defensa) se halla en la concatenación de sus crisis (la económica global, la del euro, el Brexit, la de la migración), en el relativismo postmoderno que considera que no existe una verdad de los hechos sino sólo diferentes tipos de narración y, paradójicamente, en las dos virtudes fundamentales de las sociedades ilustradas: la duda y la conciencia moral, que permiten a la desinformación rusa desacreditar fácilmente el sistema de la democracia liberal. También Internet y las redes sociales (el 40% de los norteamericanos regularmente se informa a través de ellas) influyen, sin duda, en nuestra vulnerabilidad a la desinformación.

Análisis

¿Qué es la desinformación? Evolución de un concepto

“Desinformar”, según el diccionario de la RAE, significa: (1) dar información intencionadamente manipulada al servicio de ciertos fines; y (2) dar información insuficiente u omitirla.

En Rusia, la desinformación formaba parte de las “medidas activas” (activniye meropriyatya) y se define como una acción cuyo fin es “desacreditar y debilitar a los oponentes y distorsionar su percepción de la realidad”.1 Las “medidas activas” fueron uno de los pilares de la estrategia militar Soviética2 durante la Guerra Fría. Otras “medidas activas” eran la propaganda, la provocación, la manipulación de los medios de comunicación extranjeros, la infiltración de agentes y las operaciones paramilitares encubiertas.

El origen de las “medidas activas” está en la Rusia pre-soviética, tanto en los métodos de la policía secreta zarista (Ojrana), creada en 1866 para infiltrarse en los movimientos revolucionarios, anarquistas y terroristas, como en las ideas de los revolucionarios rusos. Un ensayo del populista Piotr Tkachov (1844-1886), La tarea de la propaganda revolucionaria en Rusia (1874), y otro de Vladimir Ilich Lenin (1870-1924), ¿Qué hacer? (1902), son fundamentales para entender los instrumentos que el KGB (Comité para la Seguridad del Estado) denominó “medidas activas” durante la Guerra Fría. Lenin sostuvo que cualquier medio es admisible para neutralizar al enemigo y lograr un objetivo revolucionario: “seducción, chantaje, puños y plumeros o agua hervida”. Cuando sólo unos días después de la Revolución de octubre ordenó el cierre de la prensa “contrarrevolucionaria” (es decir, los periódicos antibolcheviques), afirmó que “la información es un arma no muy diferente de las bombas”.3

Desde Lenin, la militarización de la información ha sido habitual en la estrategia militar rusa. El actual régimen ruso conserva esta tradición. La principal estrategia de la doctrina de la Guerra de Nueva Generación(New Generation Warfare o NGW), consiste en una “estrategia de influencia, no de fuerza bruta”, porque su objetivo trascendental es “romper la coherencia interna del sistema [político, económico, militar] del enemigo, y no aniquilarle”.4

Según la “Visión Conceptual” del Ministerio de Defensa de 2011, los objetivos de la guerra informativa son “socavar el sistema político, económico y social, adoctrinar la población para desestabilizar la sociedad y el Estado, y forzar a los Estados a tomar decisiones favorables a los intereses de sus oponentes”.5

En 2013 el general Valeri Gerasimov, jefe de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas Rusas, escribió que lo que más distingue la guerra convencional de la guerra híbrida6 es la simultaneidad en ésta de las batallas en tierra, mar, aire y espacio informativo y el uso de métodos indirectos y no lineales para alcanzar objetivos militares.7

En julio de 2016 se comprobó que los medios de comunicación rusos han asumido la NGW. En la celebración del 75º aniversario de la creación del Buró Informativo Soviético, Dimitri Kiselyov, director de la agencia Rossiya Segodnaya (“Rusia hoy”) y de una de las televisiones estatales (VGTRK), afirmó que “hoy en día es mucho más costoso matar el soldado de un ejército enemigo que en la Primera o en la Segunda Guerra Mundial”, y añadió, “si puedes persuadir a una persona, no hace falta matarla”.8

La desinformación no es la divulgación simple de las mentiras, sino de mensajes tanto verdaderos como falsos para engañar a sus receptores.

Los caballos de Troya rusos

Aunque el objetivo final de la desinformación siempre es el mismo, sus instrumentos varían, así como el contenido de los mensajes emitidos, según sean los blancos elegidos. Los instrumentos principales de todo tipo de desinformación rusa son los medios de comunicación convencionales como Sputnik (agencia estatal de noticas), televisiones nacionales, RT (televisión internacional, antigua Russia Today), el periódico Russia Beyond the Headlines (que se publica en español para los países hispanohablantes), los ataques cibernéticos y los Internet trolls, personas que publican noticias falsas y ofensivas en las redes sociales (facebook, twitter o páginas web fantasma). Las características comunes de los mensajes de la desinformación son la dificultad de averiguar la exactitud de los hechos que tratan, la falta de equilibrio en la presentación de la información (se insiste más en las debilidades del oponente que en la información de los hechos) y la ausencia de credibilidad de las fuentes elegidas (se introducen con un “muchos dicen” o “se habla de”, o se inventa un acontecimiento falso como el caso de una niña rusa supuestamente violada por dos refugiados en Alemania).9

La desinformación doméstica

La desinformación doméstica se dirige a los ciudadanos rusos. Sus mensajes principales son: (1) Rusia está amenazada por el Occidente hegemónico y decadente (la UE, EEUU y, sobre todo, la OTAN) que aspira excluirla del orden internacional; (2) el gobierno de Ucrania es “fascista” y por lo tanto era necesario anexionar Crimea y apoyar a los rebeldes pro rusos en Donbás, para proteger a los compatriotas; y (3) en algunas repúblicas post-soviéticas la seguridad física y los derechos humanos de los rusos no están garantizados. Los objetivos principales de la desinformación doméstica son: (1) crear un sentimiento antioccidental en los rusos; (2) dividir la población en patriotas y traidores (para impedir la competencia política); (3) elevar la importancia de los silovki porque velan por la seguridad del país (sila significa “fuerza” y silovki son los que usan la fuerza: Ministerio de Interior, Servicio de Inteligencia, Policía y Guardia Nacional); y (4) evitar cualquier cambio político y fortalecer el poder del presidente Vladímir Putin y de un reducido grupo de personas cercanas a él.

La desinformación para los vecinos

La desinformación para los vecinos está dirigida a los ciudadanos del espacio post-soviético de origen ruso y no ruso. Los mensajes principales se centran en el tema de la ausencia de los derechos humanos y la inseguridad física de los compatriotas, y la disfuncionalidad de la democracia liberal. La UE se presenta como una entidad política al borde del colapso y la desintegración, por ser incapaz de solucionar sus múltiples crisis. La OTAN se presenta como una organización obsoleta que puede provocar la Tercera Guerra Mundial por su afán de expandirse hacia las fronteras de Rusia. Su objetivo es crear un sentimiento de inseguridad entre las minorías rusas y, en consecuencia, justificar la necesidad de protegerles, lo que avalaría intervenciones militares (como en los casos de Georgia en 2008, Crimea en 2014 y de la actual guerra de Donbás). Otro de los objetivos es disuadir a las repúblicas ex soviéticas de estrechar sus lazos con la UE y la OTAN, ofreciéndoles a cambio el respaldo del Kremlin. Hay una expresión rusa que ya se empleaba en la época zarista para definir los objetivos rusos en los países vecinos: prinudit k druzhbe (“obligar a alguien a ser amigo tuyo”). El caso de Ucrania es paradigmático porque refleja tres tipos de mensajes de la desinformación para los vecinos: (1) la anexión de Crimea y la guerra de Donbás se justifican con la necesidad de proteger a los rusos amenazados por el gobierno “fascista” de Kiev; (2) Ucrania se define como un “Estado fracasado” y un sujeto “semi-soberano”; y (3) se culpa a Occidente de provocar una “guerra civil” en el país.10

La desinformación como “un punto de vista alternativo”

La desinformación como “un punto de vista alternativo” está dirigida a los ciudadanos de las sociedades occidentales. Sus mensajes subrayan la disfuncionalidad del sistema político, económico y social de la democracia liberal. La televisión internacional RT y Sputnik (la agencia de noticias), que emiten en el idioma del país anfitrión, son especialmente activos en divulgar este tipo de mensajes. Margarita Synmoyan, la editora jefe de RT, al ser preguntada por un periodista acerca de los principios editoriales de la RT, respondió que su objetivo era “ofrecer al público un punto de vista alternativo” y que “no existe el reportaje objetivo”.11 Estos mensajes buscan propiciar una percepción distorsionada de la situación política en los países occidentales, crear confusión respecto a sus objetivos políticos, debilitar y desacreditar las instituciones democráticas y la alianza transatlántica y profundizar en la desunión de los países miembros de la UE para suavizar o cancelar las sanciones impuestas a Rusia por su intervención militar en Ucrania.

Tres países aliados –EEUU, el Reino Unido y Alemania– han informado a la OTAN de que han sufrido ataques cibernéticos por parte de “un agente extranjero”. La más sonada y reciente de estas quejas ha sido la del Partido Demócrata de EEUU. Según seis Servicios de Inteligencia norteamericanos los ataques contra éste perseguían facilitar la victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales, desprestigiando a Hillary Clinton y desacreditando el sistema político estadounidense.12

Los ataques cibernéticos introducen una nueva dimensión en la guerra de información entre Rusia y Occidente. No son dezinformatsiya, sino parte de la kombinatsiya (“combinación”: conjunto de operaciones complejas que integran varios objetivos e instrumentos). Los hackers obtuvieron una información exacta: los correos electrónicos que revelaban el trato que el Partido Demócrata infligía al otro candidato en las primarias, Bernie Sanders. Luego, los medios de comunicación y las redes sociales convirtieron esa información en propaganda en contra de Hillary Clinton. La injerencia rusa y de Wikileaks en las elecciones norteamericanas suponen un precedente insólito y peligroso e indican la existencia de una nueva leak-ocracia.13 Los hackers se han convertido en actores invisibles e importantes que pueden influir en los procesos electorales. Es un hecho que (re)plantea preguntas sobre el uso de las nuevas tecnologías en las sociedades democráticas.

Occidente contra sí mismo

Cualquiera que sea la intensidad de la desinformación, su límite es la solidez del blanco de su ataque y, en consecuencia, su capacidad de bloqueo. Dos virtudes de la sociedad ilustrada, la duda y la conciencia, se están volviendo contra sus inventores. “Atreverse a saber” (sapere audere), el coraje de poner en duda cualquier certeza reputada, ha sido la actitud básica del progreso y del desarrollo de Occidente. La crisis económica global, la del euro, el Brexit, la crisis de la migración y la impotencia frente a los ataques del terrorismo islámico han puesto de relieve la fragilidad del sistema de la democracia liberal. El colapso financiero dejó en ridículo las promesas del liberalismo de mercado. La crisis del euro desacreditó la profecía, vigente para varias generaciones de líderes europeos, de que la integración continental era el camino más seguro hacia la prosperidad. El Brexit ha demostrado que el proceso de construcción europea no es irreversible. La legitimidad de Occidente ha sido impugnada por el mismo escepticismo que tanto contribuyó a su tradición ilustrada. Los partidos populistas europeos de la izquierda y de la derecha (al igual que el Kremlin) no se preguntan ya qué es lo que funciona mal en el sistema democrático, sino que lo cuestionan constantemente, subrayando sus fallos.

Otro de los blancos de la desinformación rusa es la conciencia y el sentimiento de culpa de los occidentales. Un buen ejemplo de ello son los mensajes que nutren la creencia popular de que el comportamiento de Moscú en Georgia y Ucrania no es una agresión, sino más bien una reacción contra la ampliación de la OTAN a expensas de Rusia.

Internet y las redes sociales han “democratizado” la información, en el sentido de que cada individuo puede producirla desde el ordenador de su casa o desde su teléfono móvil, lo que implica una pérdida de calidad de la información y la identificación errónea de información y conocimiento. La complejidad del mundo interconectado de hoy agota permanentemente nuestra capacidad intelectual. El déficit de conocimiento y la información confusa han reemplazado la búsqueda de la verdad de los hechos. La verdad ha cedido a la verosimilitud.

El mundo postmoderno es un mundo donde la verdad siempre es discutible, pero en el que las distintas “percepciones” de la misma deben ser respetadas. En tal contexto, “el punto de vista alternativo” que ofrecen los mensajes de la desinformación rusa parecen verdades respetables, aunque cuestionen constantemente nuestros valores y los cimientos de la democracia liberal.

Conclusiones

El concepto de desinformación se entiende fácilmente; su esencia es la intención de engañar. Sin embargo, es muy difícil demostrar dicha intención en mensajes concretos, así como identificar la desinformación cuando está ocurriendo. El primer paso sería contrastarla, pero para ello sería necesario averiguar la exactitud de los hechos y comprobar la credibilidad de las fuentes.

Para contrarrestar el efecto de la desinformación rusa se precisa coordinación tanto entre los países miembros de la UE como entre esta última y la OTAN. El pasado 6 de diciembre, la UE y la OTAN suscribieron una lista de 40 medidas para avanzar conjuntamente en la lucha contra la desinformación, los ataques cibernéticos y “otras causas de desestabilización” (por ejemplo, la financiación de partidos políticos europeos por el Kremlin) de las sociedades occidentales.

España está considerada como un país “moderado” por el Kremlin, lo que por ahora la ha librado de ataques cibernéticos o injerencias directas en sus instituciones. Sin embargo, según un artículo del semanario The Economist, el partido Podemos puede estar recibiendo financiación del Kremlin, como otros partidos populistas europeos, aunque sería difícil obtener pruebas de ello, ya que se trataría de una “financiación opaca”.14

Como miembro de la UE y de la OTAN, España debe contribuir a la defensa de los cimientos y los valores del sistema de la democracia liberal. Su solidez es el límite mismo de la desinformación. Siempre deberíamos tener presente el viejo dicho de que la democracia es la peor forma del gobierno, a excepción de todas las demás. ¿Por qué? Porque, a diferencia de los gobiernos despóticos que sólo se pueden sufrir en silencio o derrocar mediante la violencia, los sistemas democráticos tienen mecanismos para arreglar sus desperfectos.

Mira Milosevich-Juaristi, Investigadora senior asociada, Real Instituto Elcano.


1 Richard H. Shultz y Roy Godson (1984), Dezinformatsia, Pergamon-Brasseys, Oxford, p. 2.

2 Vasili Sokolovsky (1981), Estrategia militar soviética, Ediciones Ejército, Madrid.

3 Harold Shukman (ed.) (1988), The Blackwell Encyclopedia of the Russian Revolution, Blackwell, Oxford-Londres, p. 152.

4 CSIS (2016), The Kremlin Playbook, octubre, p. 10.

5 Konseptualnye vzglyady na deyatelonst Vooruzhennykh Sil Rossiyskoy Federatsii v informatsionnom prostranstve, citado en James Sher (2016), “Russian Infowar: Continuity and Evolution”, Institute for Statecraft, 6/IV/2016.

6 Los rusos usan tres términos para el concepto de la guerra híbrida: “guerra no lineal” (nelinnearnaya voyna), “guerra ambigua” (neopredelonnaya voyna) y “guerra de redes” (setovaya voyna).

7 Véase Mira Milosevic (2015), “Por qué Rusia es una amenaza existencial para Europa?”, ARI nº 35/2015, Real Instituto Elcano.

8 Citado en Neil MacFarquhar (2016), “A Powerful Russian Weapon: The Spread of False Stories”, New York Times, 28/VIII/2016.

9 Neil MacFarquhar (2016), “A Powerful Russian Weapon: The Spread of False Stories”, New York Times, 28/VIII/2016.

10 Svetlana Kobzar (2016), “Mind the Gap: Interpreting the Minsk II Agreement”, Policy Brief nº 3/2016, Insitute for European Studies, VUB.

11 Peter Pomerantsev (2016), “Why we’re post-fact”, Granta, 20/VII/2016.

12 David E. sanger (2017), “Putin Ordered Influence Campaign Aimed at U.S. Election, Report Says”, New York Times, 6/I//2017.

13 Steven Hill (2016), “The New Leak-Ocracy: Elections Decided by Hackers and (Wiki)leaks”, Social Europe, 24/IX/2016.

14 The Economist (2014), “In the Kremlin’s pocket. Who backs Putin and why”, 15/II/2014.

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