El poder de los sin poder en China

Tan pronto como terminé de leer un artículo que se ensalzaba a Vaclav Havel, el dramaturgo que se convirtiera en disidente, revolucionario pacífico y presidente, y que acababa de morir, dos noticias posteriores pusieron en contexto la su extraordinaria carrera: la muerte de Kim Jong-il, adicto a la pornografía y líder supremo de la nuclear Corea del Norte y las protestas pacíficas contra la expropiación de tierras por los campesinos de Wukan, en la provincia de Guandong, sur de China.

Si Havel tuvo alguna vez momentos de duda acerca de su impacto positivo y duradero en el mundo, espero que fuera capaz de ver las noticias sobre Wukan antes de morir. En ese pueblo de 6000 pescadores se demostró de nuevo el "poder de los sin poder" que Havel promovía como medio para socavar los gobiernos totalitarios, y con una dignidad y disciplina tan enormes que han dado bríos en China como ninguna protesta desde Tiananmen en la primavera de 1989.

En cierto sentido, Kim fue el anti-Havel, ya que no sólo carecía de escrúpulos morales, sino también la habitual preocupación dictatorial por cómo manejar un país. Su muerte me hizo recordar la de Mao Zedong, con toda la histeria de masas -real y fingida- que acompaña a la muerte de un dios autoungido.

Pero la muerte de Mao por lo menos puso fin a la era del cesarismo en China. Puesto que no tenía un hijo para sucederle, designó un politburó de cinco personas para hacer el trabajo. Sus miembros, que incluían a su sobrino, Mao Yuanxin, su amante, Zhang Yufeng y Jiang Qing, su última esposa, fueron tan incapaces de gobernar como Kim pero, tras el desastre de la Revolución Cultural, el antagonismo hacia ellos en las fuerzas armadas y otras instituciones del Estado era demasiado amplio como para que duraran en sus puestos. Junto con la Banda de los Cuatro (de los cuales Jiang Qing era miembro) fueron expulsados en breve.

El tránsito de China del cesarismo al despotismo, y luego del marxismo al capitalismo, ha sido afortunado para la mayoría de los ciudadanos chinos. La mala suerte de Corea del Norte es que, a pesar de su incompetencia, Kim Jong-il parece haber logrado legar la dinastía que heredó a su hijo menor, Kim Jong-un. Dada la aparente indiferencia de otras instituciones de Corea del Norte sobre el desastre en que los Kim han sumido a su país, parece haber pocas probabilidades de un cambio de curso serio desde el interior. Sin embargo, una lucha por el poder todavía podría significar el fin del régimen.

Corea del Norte es una especie de espejo de las palabras de Havel de que, para sobrevivir bajo el totalitarismo, uno debe vivir en la verdad. Afortunadamente para Havel, los mezquinos gobernantes comunistas de Checoslovaquia también eran mezquinos en sus mentiras. Pero cuando todos los aspectos de la sociedad se construyen, como en Corea del Norte, en torno a una gran mentira y luego sobre una mentira aún más grande, es probable que sea difícil mantener la cordura, por no hablar de la capacidad de vivir en la verdad.

En cualquier caso, es poco probable que el reinado de Kim Jong-un dure o sea tan demencial como los de su padre y su abuelo. El comunismo, gracias a la atracción de las economías de mercado exitosas y el ejemplo de personas como Havel, ha puesto el sistema bajo una presión externa tan poderosa que Kim III no tiene a quién acudir en busca de ayuda real. De hecho, incluso los dos regímenes más deseosos de mantener la dinastía Kim -China y Rusia- están sintiendo la presión de sus habitantes descontentos y, según parece, no tan impotentes.

En Wukan, simples aldeanos no tuvieron miedo de desafiar el poder del partido local y la policía cuando los funcionarios les robaron sus tierras para un proyecto de construcción. En Henan, los policías han salido a la calle exigiendo la protección de los derechos humanos. En Dalian, cientos de miles de personas protestaron contra la construcción de una planta petroquímica. A diferencia de lo que ha sucedido hasta ahora en Wukan, la protesta de Dalian fue aplastada, pero -como las decenas de miles de otras protestas en China el año pasado- fueron una señal al partido en el poder de que los ciudadanos chinos ya no están interesados sólo en la búsqueda políticamente pasiva de ganancias materiales.

En Rusia, la situación del primer ministro Vladimir Putin es muy similar. Tras el simulacro de elecciones a principios de diciembre, estallaron protestas masivas en Moscú y San Petersburgo. Y los que marchaban no eran los habituales agitadores empobrecidos, sino las nuevas clases medias de Rusia. Al igual que los habitantes de Wukan, se han hartado de la deshonestidad oficial.

Los norcoreanos han sufrido coacción por mucho tiempo, y aunque se les haya lavado el cerebro para ser dóciles y leales a la dinastía Kim, simplemente no se puede imaginar cómo van a permanecer a la entera disposición de Kim Jong-un, que no tiene las credenciales, militares ni de otro tipo, para gobernar. Dada su posición internacional cada vez más aislada en Asia, si los conflictos internos de Corea del Norte se agudizan, China puede tener dificultades para comportarse con Kim Jong-un, de cualquier manera que no sea una fría y ansiosa indiferencia.

Y recordemos que fue la indiferencia a la falta de reformas de los regímenes comunistas de Europa del Este por parte de Mijail Gorbachov y la Unión Soviética lo que al final selló su destino y llevó a Havel de una celda de prisión al Castillo de Praga. Por supuesto, Havel se benefició de tal indiferencia, pero nunca la practicó, siendo a lo largo de toda su vida un luchador por la verdad y la libertad.

Para los chinos que se preocupan sobre cómo vivir en la verdad, Havel sigue siendo nuestro ejemplo. El movimiento Carta 77 que fundó proporcionó el patrón para hombres como el premio Nobel encarcelado Liu Xiaobo, que ayudó a fundar Carta 08, donde se proclama que los chinos también podrían vivir con dignidad y libertad.

La desaparición de Kim Jong-il nos recuerda que todas las personas son iguales ante la muerte. La de Havel nos recuerda que el valor de la vida finalmente termina por prevalecer.

Ma Jian, escritor. Su novela más reciente es Beijing Coma.

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