El poder hispano en EEUU

Por José Antonio Pérez-Nievas Heredero, empresario y patrono cofundador del Consejo España-EEUU (EL MUNDO, 03/05/06):

Se llama Moctezuma, tiene un apellido muy español y es un destacado líder norteamericano en la industria del cine de EEUU. Su origen es hispano -o latino, como él prefiere decir-, concretamente de México. Lo conocí durante uno de los seminarios que estamos organizando desde hace pocos años en la fundación Consejo España-EE.UU.para estrechar las relaciones entre ambos países.

Estas reuniones las orientamos particularmente, de acuerdo con los estatutos de la parte española del Consejo, hacia los líderes de la emergente comunidad norteamericana de origen hispano. Los resultados de estos seminarios están siendo espectaculares en cuanto al redescubrimiento por parte de ellos de una España que creían vieja y anticuada, y en cuanto al reconocimiento por nuestra parte de una nueva realidad emergente en Estados Unidos. Se han organizado con líderes del mundo académico, de las artes y de la empresa. Todavía está pendiente una reunión con los líderes de la política, entre los que ya abundan personajes muy significativos, tales como Bill Richardson (de origen mexicano y actual gobernador del Estado de Nuevo México), Mel Martínez y Ken Salazar (los dos primeros senadores hispanos en Washington), y una larga lista de importantes políticos tanto en el ámbito local como federal, e incluso diplomáticos como dos de los tres últimos embajadores estadounidenses nombrados para España.

Moctezuma nos contó que prefería ser considerado latino antes que hispano, porque en su educación lo hispano había tenido unas connotaciones sombrías que no tenía, en cambio, lo latino. En efecto, como es bien sabido, de todas las antiguas colonias españolas en América, es México la nación más reticente a no destacar las luces mientras magnifica las sombras que en la conquista española del Nuevo Mundo, como en toda conquista, se acabaron desplegando.

Nuestro amigo emigró y logró triunfar en EEUU, que es su segunda y actual patria, de la que se muestra muy orgulloso. Además, nos comentó que no entendía una extraña devoción y afecto que, a pesar de las sombras, siempre había detectado entre muchísimos de sus primeros compatriotas mexicanos hacia España, a la que seguían llamando Madre Patria. Sin embargo, reconoció que, al recibir nuestra invitación, sintió una gran ilusión por venir a España y participar en el seminario, como norteamericano de origen hispano. Tan entusiasta se mostró que repitió dos veces, acudiendo a las convocatorias del mundo del arte y de la empresa.Son los contrastes y sorpresas del amor-odio que todavía persiste en las relaciones entre España e Hispanoamérica, o entre los españoles y los hispanos.

En EEUU, inicialmente país de muchos emigrantes pobres y actualmente país de muchos ciudadanos ricos, a su ciudadanía ya triunfadora le sucede lo más natural en el hombre: querer saber de dónde viene. Cuando te sobran recursos y tiempo, se empiezan a gastar los ahorros en temas tan intrigantes y superfluos como averiguar la historia de tu familia. En Europa, en la mayoría de los casos, no sucede así porque todos conocen el pueblo o ciudad donde hunden sus raíces tus antepasados desde siempre. Pero en el caso de descender de emigrantes, ello supone que en tu ascendencia familiar existe un punto de ruptura, de discontinuidad, que es el año de la emigración. Esa fecha es muy importante y se recuerda nítidamente en la familia. Por eso, cuando llega la generación que se hace rica, quiere averiguar de qué terruño o de qué pueblo salió su antepasado obligado por las circunstancias a emigrar. En un país de emigrantes esta curiosidad se repite masivamente.

En el origen de los norteamericanos hay dos nacionalidades que hoy predominan: la británica (ya que los ingleses fueron los primeros conquistadores) y la europea de confesión judía (cuyos integrantes en 1920 representaban el 30% de la población de Nueva York). Pero según el censo de 1990 existen también unos 58 millones de estadounidenses que se consideran alemanes de origen; unos 36 millones, irlandeses; unos 14 millones, italianos; unos 10 millones, franceses; unos ocho millones, polacos; etcétera. Contrastan con estos datos los escasísimos 100.000 de origen español.

Casi toda la elite norteamericana tiene un origen europeo, de lo que está muy orgullosa, hasta tal punto que extraña pertenecer al stablishment de triunfador sin tener raíces en el Viejo Continente.Cuando los primeros emigrantes llegaron a Estados Unidos, los del mismo país se ayudaban y protegían entre sí estableciendo grupos de influencia que aún hoy perduran, y de los que ha emergido el lobby, como figura típica norteamericana, incluso amparada por la ley.

Todo país busca a los EEUU como aliado en cualquier tema de política internacional. El tratamiento preferencial que todos los gobiernos norteamericanos muestran repetidamente con países como el Reino Unido e Israel tiene mucho que ver con los llamados poder inglés o poder judío, surgidos de la emigración. España, con tan escasa emigración, no pertenece ni puede pertenecer a ninguno de esos exclusivos y genuinos poderes de influencia.

Pues bien, es ahí donde pueden España y los hispanos reencontrarse y descubrir intereses comunes, que son fundamentales para que toda relación crezca y no acabe en trasnochados romanticismos.Además, las circunstancias que dan lugar a esos potenciales intereses son únicas y exclusivas entre nuestro país y la comunidad hispana: España no pertenece a ningún grupo genuino de influencia en EEUU, pero sí representa la añorada y posible patria europea de la reciente emigración hispana. Los llamados hispanos que ya empiezan a agruparse y, poco a poco, a ejercer como grupo de influencia en Estados Unidos (son unos 43 millones los emigrantes censados) también tienen unos orígenes europeos, la vieja España, que fue la Madre Patria de sus primeros antepasados cuando emigraron a América. España podría, por tanto, ser proclamada como la Abuela Patria de los actuales norteamericanos de origen hispano.

Cuando esta nueva figura de España como Abuela Patria la mencionamos en el seminario antes aludido, todo el grupo de origen mexicano allí presente sonrió complacido. Moctezuma aclaró sonriente que estaba dispuesto a aparcar sus complejos y a abrirse sin problemas al nuevo concepto. «Los abuelos son más benevolentes y las madres más hieriáticas», dijo, y según su criterio cualquier hispano aceptaría gustosísimamente a España como Abuela Patria.

Si los españoles aceptan gustosamente proclamarse hispanos en EEUU, los norteamericanos de origen hispano también aceptarían que participáramos en su naciente poder hispano, especialmente al constatar que España también puede ofrecer el ensalzado origen europeo de sus ancestros.