El potencial económico de la paridad de género en África

El potencial económico de la paridad de género en África

Como continente en que se encuentran algunas de las economías de mayor crecimiento del planeta, África es una estimulante frontera para las empresas que buscan oportunidades de expandirse en nuevos mercados. Sin embargo, una persistente desigualdad de género está limitando su potencial.

A pesar de las historias de éxito sobre las mujeres que alcanzaron la cima de la pirámide, millones de africanas comunes y corrientes no participan en condiciones de igualdad de la economía y la sociedad de África. Peor todavía, en los últimos años el proceso hacia la paridad de género se ha estancado o incluso ha retrocedido. A pesar de que más de la mitad de la población africana son mujeres, en 2018 generaron apenas un 33% de su PIB.

Por supuesto, los avances hacia la paridad de género varían según regiones y países. Mientras el sur y el este de África han logrado un sólido progreso, otros países en el norte y el área subsahariana aún no lo han hecho. En algunos países africanos se han dado pasos hacia la igualdad de género en el lugar de trabajo, pero no en la sociedad, y viceversa. Pero, en último término, es imposible avanzar en un frente sin dar pasos en el otro.

El potencial económicoUna mayor igualdad de género en ambos frentes daría importantes dividendos económicos. Un nuevo estudio del McKinsey Global Institute (MGI) y McKinsey & Company en África concluyó que el continente podría añadir $316 mil millones a su PIB (un aumento del 10%) entre hoy y 2025 si cada país igualara el avance hecho por el país que mostrara el mejor desempeño en un indicador determinado. Pero este escenario sigue siendo una posibilidad distante. Al ritmo actual, serían necesarios 140 años para que África logre la paridad de género.

Por ejemplo, algunos países africanos (en particular Botsuana, Kenia, Uganda, Ruanda y Sudáfrica) han avanzado en hacer que más mujeres accedan a las juntas directivas de las empresas. En el continente las mujeres ocupan hoy un 25% de los puestos directivos, bien por encima del promedio global de 17%. Sin embargo, ha habido muy poco chorreo al resto de la sociedad. Aunque la participación femenina en la fuerza de trabajo africana está por sobre el promedio global, la mayoría de las africanas trabajan en empleos mal pagados en el sector informal, y carecen de las habilidades y las oportunidades para mejorar su situación. De hecho, la proporción de mujeres africanas en puestos de administración intermedia ha bajado en los últimos cuatro años. Para avanzar, más países africanos deberán aprender de los ejemplos de Ruanda y Sudáfrica, que han elevado la representación femenina en puestos medios en un 27% y un 15%, respectivamente.

Más allá de los lugares de trabajo, el progreso de África hacia la paridad de género es comparativamente bajo. Si bien Argelia ha reducido su tasa de mortalidad materna en cerca de 9%, el índice en el resto del continente todavía es superior a cualquier otra región del mundo. África también queda por debajo del promedio global en términos de educación femenina e inclusión financiera y digital en comparación con los hombres. Incluso los indicadores que miden la inclusión financiera de las mujeres han bajado estos últimos cuatro años. Y el continente presenta altos niveles de violencia contra las mujeres: un 19% de las africanas han sido víctimas de violencia de sus parejas, en comparación con el 11% global.

Un aspecto más positivo es la inclusión política. La representación general de las mujeres africanas en gabinetes y parlamentos es mayor que el promedio global (25% frente a un 22%), y se ha elevado en un 6% y un 3%, respectivamente, en los últimos años. Tres países lideran al resto: Etiopia (que tiene una presidenta), Ruanda y Sudáfrica han logrado un equilibrio de género en sus gabinetes. Pero en 12 otros países (como Marruecos, Níger y Nigeria), esta participación se ha reducido desde 2015.

Para que África se asegure los dividendos económicos de empoderar a sus mujeres, debe jugar más a lo grande. El empoderamiento de todas las africanas, más que solo aquellas que están en la cima, requiere una acción sistemática y concertada de los gobiernos, las empresas y los líderes comunitarios. Destacan cinco prioridades.

Primero, África debe ampliar su capital humano invirtiendo en educación para las chicas. En el área sub-sahariana hay menos de 90 chicas por cada 100 chicos matriculados en el nivel secundario inferior, y la cifra cae a 85 en la secundaria superior. Más allá de una educación básica, las mujeres necesitan mucho más apoyo para desarrollar sus habilidades digitales, financieras y legales, y aquellas que precisarán para sus trabajos futuros.

Segundo, los países africanos deberían buscar maneras de crear más oportunidades económicas para las mujeres, tanto en las economías formales como informales. Para ello, las autoridades tendrán que abordar la tercera área: asegurar que las mujeres tengan un acceso igualitario a las tecnologías digitales y móviles que abren cada vez más puertas a las oportunidades económicas. En el África sub-sahariana actual, solo cerca de un 25% de las mujeres cuentan con acceso a la internet móvil, frente a la mitad de los hombres.

Cuarto, las autoridades, las empresas y los líderes comunitarios deben hacer un mayor esfuerzo por cambiar actitudes muy arraigadas acerca del papel de la mujer en la sociedad y el trabajo, ya que estas sustentan muchas manifestaciones de desigualdad de género. Por último, las mujeres africanas necesitan que la ley las apoye, comenzando por hacer cumplir las leyes antidiscriminación en los países donde ya existen.

En todo el continente, los países están comenzando a adoptar políticas explícitas que apuntan a cerrar las brechas de género. Algunos están logrando rápidos avances que demuestran lo que es posible si se actúa con previsión y compromiso. Si los gobiernos y las empresas pueden abrir el camino para que más mujeres tengan mayores ingresos y estén más satisfechas con sus empleos, y que vivan sus vidas de manera más saludable y equilibrada, se beneficiarán no solo millones de mujeres, sino todos los africanos.

Acha Leke is a senior partner in McKinsey & Company's Johannesburg office. Lohini Moodley is a McKinsey & Company partner in Addis Ababa. Traducido del inglés por David Meléndez Tormen.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *