El potencial filantrópico de África

Ya han pasado más de tres años desde que la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó la Agenda de Desarrollo Sostenible 2030 y el dinero necesario para cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) –las metas clave de la agenda- sigue sin aparecer. En verdad, se ha prometido incluso menos de la mitad de los 6 billones de dólares de financiamiento anual que hacen falta.

Pero si bien la ausencia de financiamiento global podría ser vista como una tragedia para el Sur Global, para África en realidad representa una tremenda oportunidad.

La ayuda extranjera ha sustentado el progreso de África durante mucho tiempo. Pero los africanos cada vez más pueden invertir en sus propias soluciones. Para 2025, el gasto de los hogares y empresas de África podría alcanzar los 5,6 billones de dólares, y Deloitte estima que para 2030, 500 millones de africanos tendrán ingresos disponibles. Si cada africano con los medios necesarios aportara un dólar al mes durante un año para generar nuestros propios recursos, los beneficios serían enormes.

Pero antes de que ni siquiera podamos empezar a soñar con legiones de donantes locales, el objetivo inmediato debe ser crear redes y estrategias para maximizar los beneficios de las donaciones africanas. El primer paso es construir infraestructura filantrópica –los sistemas tecnológicos, legales, impositivos y de rendición de cuentas necesarios para garantizar que las donaciones sean seguras-. Si bien los servicios financieros digitales ya han facilitado la recaudación de fondos, la escala de las donaciones online en África sigue siendo pequeña. Por ejemplo, la plataforma de recaudación de fondos online más grande de África, M-Changa, lanzada en 2012, ha recaudado dinero de más de 340.000 donantes para unos 29.000 proyectos. La plataforma solidaria Tencent de China, en comparación, solicitó 28 millones de donaciones en apenas tres días el año pasado.

Es más, las organizaciones de la sociedad civil (OSC) de África deben volverse más adeptas a la hora de persuadir a potenciales donantes africanos de que son receptores merecidos de la ayuda. Según EPIC-Africa, una organización sin fines de lucro con sede en Dakar que lleva un registro de la efectividad de las OSC, existen pocos datos creíbles sobre la cantidad de OSC africanas, de lo que hacen y de cómo implementan el cambio en los lugares donde operan. En otras palabras, los donantes no tienen muchas maneras de saber si su dinero está siendo bien gastado. Si la filantropía africana alguna vez ha de cumplir el rol de un catalizador efectivo del progreso humano, será necesaria una mayor transparencia de las OSC.

Consciente de estas deficiencias, EPIC-Africa ha conformado una sociedad con la Fundación Rockefeller para crear los Premios a la Excelencia de OSC Africanas, un programa diseñado para reconocer la capacidad organizativa en cuestiones como capacidad de estrategia, liderazgo, gobernanza, salud financiera y control de proyectos. El máximo objetivo es fortalecer la infraestructura filantrópica para que las entidades de beneficencia sean más efectivas y más responsables a la hora de rendir cuentas.

Finalmente, el impulso filantrópico de África debería apuntar al crecimiento económico. Una de las mejores maneras de hacer virar el foco de los africanos de la reducción de la pobreza a la creación de riqueza es respaldando a las pequeñas y medianas empresas –incluidas las granjas administradas por mujeres-. De esa manera, cuando los gobiernos construyen sistemas que conectan el comercio intra-africano con las cadenas de valor globales, las PYME bien financiadas pueden actuar para sacar provecho. Y cuando las PYME tienen éxito, se crean empleos, lo que ayuda a más gente a encontrar medios de ascenso social.

La diáspora africana, así como los africanos en el continente con ingresos disponibles, pueden ayudar a los gobiernos a lograr los ODS dirigiendo recursos a aquellas organizaciones que estén en mejores condiciones de crear riqueza africana. Al reunir estratégicamente sus recursos financieros, los africanos podrían poner fin a la pobreza, erradicar enfermedades, mejorar los sistemas de atención médica y educar a los niños del continente. Todo esto ayudaría a que África concretase su potencial económico –incluido su potencial para fomentar la prosperidad global.

Desde 2015, el crecimiento del gasto de los hogares de África ha promediado el 3,5%, y para fines de 2019, se prevé que la demanda de los consumidores sumará 1,1 billones de dólares al PIB africano –una mayor evidencia de que cada vez más africanos tienen los medios financieros para ayudar a que el continente africano logre sus objetivos de desarrollo humano-. Lo que se necesita ahora son las herramientas para canalizar de manera adecuada la nueva capacidad filantrópica de los africanos.

La comunidad internacional debería seguir respaldando el progreso en toda África, y los países con más recursos deberían cumplir sus compromisos incumplidos de financiamiento de los ODS. Pero los africanos no necesitamos esperar a que el mundo venga al rescate; tenemos los recursos que necesitamos aquí mismo en casa. Después de tantas décadas de dependencia del financiamiento extranjero, es hora de que la riqueza –y no la pobreza- dictamine cómo se desarrolla el continente africano.

Carl Manlan is an economist and Chief Operating Officer of the Ecobank Foundation. He is a 2016 Aspen New Voices Fellow.

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