El PP arrincona al PSOE

El pasado martes 24, el PSOE se quedó en llamativa soledad frente a toda la oposición en la junta de portavoces del Congreso en la que el PP e IU reclamaron la comparecencia del presidente del Gobierno para explicar las medidas que el Ejecutivo piensa adoptar ante la preocupante crisis económica que muestra cada día más claramente los rasgos que acreditan su gravedad. Primero, el portavoz, José Antonio Alonso, intentó que fuera Pedro Solbes quien compareciese; después, y ante una nueva negativa, el atribulado representante socialista disfrazó el fracaso anunciando la comparecencia de José Luis Rodríguez Zapatero el próximo miércoles "a petición propia".

Ese mismo día, el PSOE padeció otro revolcón en el Senado, donde toda la oposición rechazó el decreto-ley que fija el techo del gasto público para el 2009, cuestión menor pero bien expresiva. Asimismo, el PSOE tuvo que aceptar en el Parlamento varias propuestas de CiU, que amenazaba con respaldar otras del PP si no recibía el apoyo solicitado de la formación mayoritaria.

El centrado del PP a consecuencia de las nuevas iniciativas de Mariano Rajoy que tomaron cuerpo y adquirieron visibilidad en el 16° congreso que concluyó con la derrota de los críticos está sin duda detrás de semejante confinamiento de los socialistas, que en las pasadas elecciones se aproximaron en cinco diputados a la mayoría absoluta, aunque todavía están a siete escaños de ella y necesitan, por lo tanto, contar con algún socio en todas las iniciativas parlamentarias. Si durante la legislatura anterior la posición ideológica antipática y extremada y el beligerante antinacionalismo explícito del PP lo sumieron en patética soledad, los nuevos rumbos populares más contemporizadores y gregarios le abren posibilidades inéditas. El mismo día mencionado que resultaba parlamentariamente aciago para el PSOE, Rajoy manifestaba en el foro de Abc su voluntad de alcanzar pactos con el PNV y CiU para formar mayorías en el Congreso y plantear fórmulas conjuntas de oposición. Con posterioridad a tal declaración, ha reiterado la intención varias veces, sin que ni siquiera el PP vasco, ahora ya fuera del control de María San Gil, manifestara objeción alguna.

La credibilidad del viraje de Rajoy es todavía escasa, ya que la ponencia política surgida del 16° Congreso, aunque no cita a ningún partido nacionalista por su nombre, sigue siendo aún extremadamente dura contra ellos e incluye la paradójica enmienda de Vidal-Quadras según la cual el PP habría de preferir pactar con el PSOE a hacerlo con las fuerzas periféricas. No es fácil, en fin, que quien ha cultivado una determinada imagen pueda mudar de piel en las pocas horas de un acto de partido, sobre todo si ha de satisfacer a las mismas bases. Sin embargo, se va difundiendo la percepción de que Rajoy se encuentra ahora mucho más cómodo que antes en su nuevo papel de mayor afabilidad y moderación, una vez abandonada la faz torva del hombre irritado que tan poco cuadra con su personalidad.

En definitiva, este desplazamiento del PP hacia parajes más tranquilos, con la consiguiente ruptura de los vínculos que le unían al complejo mediático que lo descentraba gravemente, obligará al PSOE a practicar una estrategia de gobierno completamente distinta. En primer lugar, porque los apoyos de los nacionalistas, que ahora pueden optar por uno u otro de los dos grandes partidos sin perder el decoro, se encarecerán notablemente, y en todo caso las minorías dispondrán de mejores instrumentos para desgastar a la fuerza mayoritaria. En segundo lugar, porque el discurso socialista ya no puede limitarse a afear al PP su ubicación en la "derecha extrema": ahora deberá contrastar sus posiciones con las del adversario e imponerlas por la fuerza de la razón y de unos pactos que resultarán mucho más arduos y costosos.

La reubicazión del PP, si se confirma, puede tener asimismo consecuencias electorales muy amenazantes para el PSOE. Si se cree, como parece demostrado, que el resultado electoral global de unas elecciones generales depende de los comportamientos de la "izquierda volátil" y del "centro flotante", la evidencia de que se está produciendo una aproximación entre el PP y el PSOE no resulta tranquilizadora para este partido.

En efecto, los sociólogos saben que existe mayor rozamiento --mayor dificultad-- en el trasvase de votos entre el PP y el PSOE que al contrario en los parajes centrales del espectro. Y, además, si el debate se templa y se hace razonable, será difícil movilizar a la "izquierda volátil" que suele abstenerse, que siente en todo caso más simpatía por IU que por el PSOE y que solo apoya excepcionalmente a este partido en ocasiones singulares en que se siente herida por la derecha y quiere impedir pragmáticamente que alcance el poder (en el 2004, por ejemplo).
Si se cumplen todas estas previsiones, asistiremos a una legislatura de mayor debate constructivo que la anterior, menos crispada y más pacífica, lo cual es en todo caso una buena noticia que aproximará a la ciudadanía a los focos públicos de decisión. Y acercará todavía más las posiciones electorales de los dos grandes partidos, que desde hace tiempo mantienen un gran equilibrio en las preferencias del electorado.

Antonio Papell, periodista.