El PP, Vox, Extremadura y el error Guardiola

La apuesta de Pedro Sánchez para conseguir ganar las próximas elecciones es aterrorizar a los votantes con la perspectiva de un futuro gobierno de coalición entre el PP y Vox. No se trata de un argumento nuevo, pues se exhibió denodadamente en las pasadas elecciones locales, y tuvo el escaso éxito que todos pudimos ver. Y dado que Sánchez es bastante más impopular de lo que eran la mayoría de sus barones, no hay motivo para pensar que en esta ocasión tal amenaza vaya a funcionar mejor que el pasado 28 de mayo.

Sin embargo, y puesto que el temor a una coalición entre el PP y Vox es lo único que parece capaz de movilizar el voto de la izquierda, el partido Popular ha tratado de hacer ver de todas las formas posibles que su intención –algo de lo que no cabe la menor duda– es gobernar en solitario. Pero para poder hacerlo necesita tener una mayoría que lo permita.

En las pasadas elecciones locales, en aquellos lugares en que los populares solo podían alcanzar el poder mediante pactos con Vox, estos se han producido de forma casi automática en la mayor parte de los ayuntamientos, mientras que en las diversas autonomías las estrategias han sido muy distintas. A nuestro parecer la más acertada ha sido la de Mazón que, consciente de la necesidad de conseguir un acuerdo con Vox, lo ha efectuado de forma inmediata. Y al hacerlo, y por más que algunos medios busquen todo aquello que se les ocurra para tratar de mantenerlo como un escándalo permanente, es evidente que el caso de Valencia ha dejado de ser noticia y que cuando llegue el día de las elecciones no es de esperar que tenga ninguna incidencia en su resultado. Pertenecerá al pasado, y en las elecciones lo que se dilucida es el futuro.

El caso peor gestionado, sin ningún género de dudas, es el de Extremadura, donde la candidata del PP ha incurrido en cuantos errores podían cometerse si bien es cierto que ha habido uno previo del que tan sólo es en parte responsable: el de presentar como candidata a alguien que no tiene ninguna de las cualidades necesarias para ello. Desde el mismo momento de conocerse el resultado electoral, y pese a no haber conseguido el triunfo, Guardiola buscó cuanto protagonismo mediático le fue posible, insistiendo una y otra vez en que ella sería la presidenta de Extremadura. Pero para ello le era necesario pactar con Vox, formación política que como es evidente no estaba obligada a aceptar las condiciones que se le ofrecieran sino que tenía el deber de buscar aquellas que considerase más favorables. Que Vox haya tenido muchos o pocos votos en Extremadura es algo completamente irrelevante pues lo que está claro es que sus votos son necesarios.

No habiendo conseguido el acuerdo que ella quería, ofrecido a Vox con la misma amabilidad y tacto que el tratado de Versalles a los alemanes tras la Primera Guerra Mundial, Guardiola cometió los dos mayores errores posibles: insultar y vejar a aquellos cuyos votos necesitaba y, sobre todo, permitir que el PSOE se hiciera con la presidencia de la Asamblea de Extremadura. Si la hubiera pactado con Vox, sin que ello supusiera decidir sobre los acuerdos posteriores, Guardiola controlaría el calendario político extremeño, y sería quien decidiría cuando se llegaba o no a un pacto con un partido compuesto en su mayor parte por antiguos militantes del PP de Extremadura. Pero, tal y como lo ha hecho ese calendario ha quedado en manos del PSOE, lo que significa que ha dado el mayor pulmón de oxígeno imaginable a Pedro Sánchez, quien utilizará los plazos para la constitución o no del nuevo gobierno extremeño como mejor le convengan para tratar de desgastar a sus oponentes.

Un artículo de El Debate venía a considerar a Guardiola como una especie de mezcla entre Diaz Ayuso y Moreno Bonilla. Esto solo es mantenible si se buscara conjugar lo peor de ambos, y aun así lo dudo mucho. Moreno Bonilla es un político con una insuperable capacidad de empatía a quien creo capaz de, en caso necesario, llegar a acuerdos con cualquier adversario político en medio de un clima de gran cordialidad; mientras que Isabel Díaz Ayuso es un flagelo constante a los mantras de la izquierda, una política sin complejos que nada tiene que ver con la imagen woke que Guardiola gusta de ofrecer.

Consciente del desastre provocado, Guardiola cuenta con la reunión del comité ejecutivo del PP extremeño del próximo martes para conseguir un respaldo que desearía unánime a su pésima gestión de la crisis, para así diluir las responsabilidades derivadas de su falta de prudencia y templanza, cualidades imprescindibles para cualquier gobernante. Y, ¡quién sabe!, puede que el comité ejecutivo se lo dé, pues hasta ese punto puede estar separada en ocasiones la sensibilidad de los políticos profesionales de la de sus electores, pero lo que está claro es que son pocos los votantes del PP de Extremadura que entienden porque su cabeza de lista parece creer que es mejor un gobierno de Vara con los comunistas de Podemos que el de una coalición entre el PP y Vox. Y menos aún entienden porque para Guardiola parece resultar más llevadero pactar con Bildu que pactar con Vox; tal es el tono que se gasta en sus ataques contra el partido cuyos votos necesita. Partido que, aunque quisiera, ya no puede permitirse votarla si no se le da todo lo que pide, pues ningún votante de Vox entendería que se apoyara sin grandes contraprestaciones a alguien que les ha atacado mucho más de lo que haya hecho nunca Fernández Vara.

El 15 de noviembre de 1931 José Ortega y Gasset publicó un artículo en El Sol titulado «El error Berenguer», artículo en el que planteaba que no es que la política seguida por el gobierno del general Berenguer fuera un error, sino que el propio Berenguer era un error. Y exactamente lo mismo podría escribirse hoy en día de Guardiola: no es tan solo que se haya equivocado en su forma de actuar, es que designar como candidata del PP extremeño a alguien con tan pocas de las cualidades que necesita un político para llevar a cabo su difícil tarea ha sido un error, un error que los extremeños pueden lamentar profundamente durante los próximos cuatro años si alguien no es capaz de remediarlo. Cosa que por otra parte no parece sencilla, pues así como Berenguer fue un caballero y se hizo a un lado cuando se le solicitó, Guardiola tiene toda la pinta de estar dispuesta a emular a Nerón tocando la lira durante el incendio de Roma (en este caso Extremadura), antes de dar su brazo a torcer.

Por Jorge Martínez Lucena, periodista, escritor y profesor en la Universitat Abat Oliba CEU.

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