El precio de la fatiga causada por la expansión europea

J.R. Seeley, el historiador inglés del siglo XIX, célebremente dijo: Gran Bretaña adquirió su imperio durante un momento de “arrebato de locura”. Lo mismo se podría decir de la Unión Europea posterior a la Guerra Fría. En cierto modo, la expansión de la UE más allá de su núcleo de Europa occidental ocurrió durante un arrebato de distracción posterior al colapso de la URSS. Ahora, hay un desgaste en el bloque.

Las fronteras de Europa siempre han sido flexibles en la mente de sus líderes. Para Charles de Gaulle, Europa incluía a Rusia hasta los montes Urales. En el año 2018, el actual presidente de Francia, Emmanuel Macron, propuso una definición más matizada, aunque a su vez también controvertida: una Europa de “círculos concéntricos”, donde cada círculo se traduce en un nivel diferente de identidad. Es una visión de una Europa de dos niveles en la que a los países de Europa oriental y sudoriental se los coloca en su lugar.

Si bien la idea de Macron nunca se convirtió en política oficial de la UE, refleja un mapa mental arraigado que devalúa a la periferia de Europa. Según la cosmovisión que prevalece actualmente en la UE, las periferias son importantes únicamente cuando el núcleo las necesita, o cuando se convierten en una amenaza para su seguridad.

En la Cumbre UE-Balcanes Occidentales del año 2020, celebrada durante las primeras etapas de la pandemia de COVID-19, los líderes europeos aprobaron un amplio paquete de ayuda para Europa oriental y sudoriental. En intervenciones separadas, Rusia y China también hicieron lo propio. Pero de igual manera la UE dio su apoyo a la adhesión de Albania, Montenegro, Kosovo, Serbia, Macedonia del Norte, y Bosnia y Herzegovina al bloque. La entonces canciller alemana, Angela Merkel, dijo que la medida respondía a un “interés geoestratégico absoluto”.

Sin embargo, ni siquiera la guerra de agresión de Rusia contra Ucrania ha acercado a estos países al logro de su membresía en la UE. En junio, la UE concedió el estatus de candidato a Ucrania y Moldavia, lo que generó desilusión entre los líderes de los Balcanes Occidentales, donde las negociaciones para la adhesión se encuentran paralizadas.

Pero, ¿por qué se estanca Europa? En la cumbre UE-Balcanes Occidentales de 2022, los líderes europeos insistieron en que la membresía en la UE debe “basarse en reformas creíbles, una condicionalidad justa y rigurosa, y el principio de méritos propios”. En resumen, dijeron que la región no está lista. No obstante, esto no relata toda la historia.

Hay pocas dudas sobre que la inestabilidad de los Balcanes Occidentales, agravada por instituciones democráticas débilmente establecidas, subyace a la indecisión que muestra Europa. Hoy en día, Serbia y Kosovo están enfrentados por asuntos territoriales y culturales. Si bien Kosovo ha avanzado en la aplicación del estado de derecho y la lucha contra la corrupción, las tensiones entre los serbios étnicos y la mayoría albanesa mantienen el territorio dividido. Varios miembros de la UE (España, Rumania, Grecia, Eslovaquia y Chipre) ni siquiera reconocen la soberanía de Kosovo.

Del mismo modo, Macedonia luchó contra las exigencias de los miembros de la UE. En el año 2019, cambió su nombre por el de Macedonia del Norte debido a la presión ejercida por Grecia. Y si bien Bulgaria levantó su veto a la adhesión de Macedonia del Norte a la UE el pasado mes de junio, insiste en que no se puede reconocer al macedonio como su idioma oficial.

Pero ninguna de estos asuntos debería bloquear que un país se convierta en miembro de la UE. La verdad es que Europa está sufriendo de fatiga causada por su expansión, en especial cuando se trata de la posible adhesión de países que no contribuirían al presupuesto de la UE.

La UE también desconfía del autoritarismo. Reveladoramente, Janez Janša, quien en aquel entonces era primer ministro de Eslovenia y blanco de las críticas de la UE, se quejó de que “el problema es que el 90% de los temas en las instituciones de la UE no están dedicados al objetivo estratégico de la ampliación. El tema es cómo expulsar a algunos miembros y así no ampliar la UE, sino reducirla”.

En cierto sentido, Janša tenía razón. En un momento en que los líderes de la UE se esfuerzan por enfrentar a los gobiernos antiliberales de Hungría y Polonia, admitir a Serbia que está gobernada por el presidente autocrático Aleksandar Vučić probablemente se muestre como un acto preocupante y agotador. Del mismo modo, los líderes de la UE se oponen a los sentires pro-Kremlin. Desde que el Kremlin lanzó su invasión de Ucrania, tanto Vučić como Milorad Dodik, presidente de la República Srpska, la entidad federal serbia en Bosnia y Herzegovina, se han negado a apoyar las sanciones impuestas por la UE contra Rusia.

Los nacionalistas serbios son desde tiempo atrás aliados de Rusia. Pero los reveses militares de Rusia en Ucrania le han costado a este país el apoyo que antes tenían en la región. Hoy, el presidente ruso Vladimir Putin comprende los límites de su influencia en la región. Esto se hizo evidente cuando, contra todo pronóstico, Rusia no vetó la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que prorrogaba el mandato de EUFOR, la fuerza militar europea desplegada en Bosnia a efectos de supervisar la implementación de los Acuerdos de Dayton del año 1995, mismos que pusieron fin a la Guerra de Bosnia. Vučić y Dodik incluso emitieron su opinión en contra del veto.

Rusia teme que la alternativa a la EUFOR sea una OTAN robusta, y que si se da por finalizada a la EUFOR, se podría causar la resurrección de una misión bosnia a favor de la alianza de la OTAN. Teniendo en cuenta esta presencia militar europea, así como la intención del gobierno de Biden de volverse a comprometer con la región, es posible que los líderes de la UE consideren que la adhesión de los Balcanes Occidentales puede continuar en estado de espera.

Albania, Montenegro y Macedonia del Norte ya son miembros de la OTAN, y Bosnia quiere ingresar. Esto también permite que una UE fatigada mantenga en suspenso las candidaturas de los países de los Balcanes Occidentales. Puede que la Europa de los círculos concéntricos de Macron no sea la política oficial de la UE, pero, con seguridad, sí aparenta serlo.

Shlomo Ben Ami, a former Israeli foreign minister, is Vice President of the Toledo International Center for Peace and the author of Prophets without Honor: The 2000 Camp David Summit and the End of the Two-State Solution (Oxford University Press, 2022). Traducción del inglés: Rocío L. Barrientos.

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