El precio de la libertad

El 31 de agosto de 2003 falleció tras una larga enfermedad el historiador, guionista, intelectual y político vasco Mario Onaindía. Desde entonces ha inspirado películas para televisión, novelas y biografías. Siendo apenas un niño, Onaindía ya era cinéfilo y veía las películas de Errol Flynn. Pronto tuvo que trasladarse con su familia de Lekeitio a Éibar. Después de ver en el cine algunos fotogramas de las películas, el pequeño Mario jugaba en el Valle de Bolingua con sus nuevos amigos. Allí se inventaba el argumento de nuevas historias con las que entretenerlos. Onaindía era un gran admirador del western, que siempre es una tragedia.

El precio de la libertad
Raúl Arias

En 1967 Onaindía tenía 19 años. Ese día llevaba una gabardina blanca y un libro. Era Tótem y tabú, de Sigmund Freud. Tocó el timbre. La dueña de la casa no estaba. Al otro lado de la puerta miró por la mirilla Teo Uriarte. No se conocían, pero Teo pensó que, al llevar ese libro, el tipo no sería un agente de Policía. Uriarte abrió la puerta y allí pasaron semanas hablando sobre historia, política, literatura y cine. A esas tertulias se unía de vez en cuando Txabi Etxebarrieta. Había en aquellos hombres algo sacrificial, una idea de autoinmolación inevitable por la "causa vasca". Había en aquella historia un aroma de tragedia griega. En la tragedia no hay contingencia. Antígona debe enterrar a su hermano Polinices pero Creonte tiene que impedirlo y cumplir así el edicto de Eteocles, que murió matando a Polinices. El cuerpo de Polinices no debía ser enterrado, pues fue él quien se unió a los argivos contra el pueblo tebano para derrocar a su hermano Eteocles. Todas las opciones conducían al desastre. Así mismo, en 1968 los etarras intuían claramente lo que iba a ocurrir: un enfrentamiento irreversible con la Policía. Y así fue. En uno de esos encontronazos habituales, Etxebarrieta y su compañero Sarasketa mataron a tiros al guardia civil José Antonio Pardines.

Casi dos meses después, en un bar de Algorta, Onaindía y Uriarte oyeron por la radio que el jefe de la Brigada Político-Social de San Sebastián, Melitón Manzanas, había sido asesinado. En ese momento Onaindía le dijo a su amigo que ya estaban sentenciados a muerte. Ese pasaje al acto no tendría vuelta atrás. "Yo asumo toda la responsabilidad política, histórica que pueda tener aquel acto", dijo Onaindía muchos años después. ¿Por qué dijo esto? ¿Por qué no huyeron? Pasar la frontera no estaba bien visto en la organización. Era como abandonar el grupo. Onaindía y Uriarte fueron detenidos y condenados a muerte en los juicios del Proceso de Burgos. Estaban convencidos de que iban a ser ejecutados. No tenían nada que perder... salvo la vida. Por eso convirtieron el juicio en un acto de resistencia contra la dictadura. Finalmente, Franco conmutó las penas de muerte. Las movilizaciones nacionales e internacionales sirvieron para que esos jóvenes salvaran sus vidas. Pasaron ocho años en la cárcel. Desde entonces un sentimiento de culpa los acompañaría el resto de sus vidas. La violencia suele utilizarse como un medio para lograr un fin, y acaba convirtiéndose en un fin en sí mismo, un modo de vida. Los discursos que justificaron el asesinato político durante la dictadura quedaron invalidados ante la llegada de la democracia. Algunos de los que aplaudieron el crimen hasta entonces no podían imaginar dónde acabaría esa violencia. Se volvió contra sí mismos.

En 1977 se aprobó la Ley de Amnistía, por la que salieron de prisión todos los presos políticos, incluso los que tenían delitos de sangre. "Una amnistía no es solo que te perdonen a ti, sino que tú también perdones a los demás", dijo Onaindía años después, parafraseando a Carl Schmitt en su artículo sobre la amnistía tras las guerras del Penopoleso. Esta es la clave que hoy no entiende una parte de la izquierda española, que impugna la Transición democrática, como si el "régimen del 78" fuera una continuación de la dictadura. Como explica Teo Uriarte, Onaindía fue un hombre "reacio a una victoria total", sabía que ese ideal era un imposible. Entendía que la democracia era un pacto simbólico que permitiría la convivencia. La democracia, pues, no solo era un medio para conseguir objetivos políticos. La democracia era un fin en sí mismo. Y había que defenderla frente a los que seguían asesinando. Como explicó Uriarte un año después de la muerte de su amigo, Onaindía extrajo importantes lecciones del séptimo arte: "De El hombre que mató a Liberty Valance aprendió que alguien tiene que salir en defensa de la ley cuando esta falta absolutamente". No hay nada más progresista que la aplicación de la ley. Así lo explicaba el propio Onaindía: "No hay que pensar mucho en Euskadi para conseguir la normalización política y la paz. Solo hay que respetar los semáforos. Los semáforos de las calles. El semáforo que nos hemos dado todos los vascos, que es el Estatuto de Gernika. Y el semáforo que regula las nacionalidades y regiones de España, que es la Constitución".

La Transición democrática superó numerosos obstáculos. Onaindía y Uriarte lograron presentarse a las elecciones generales con Euskadiko Ezkerra, un partido heterodoxo de izquierdas que aglutinaba a nacionalistas y no nacionalistas. Con la ayuda del ministro del Interior de UCD Juan José Rosón y el apoyo del propio Adolfo Suárez, los euskadikos llevaron a cabo la primera negociación con ETA. Discretamente consiguieron la disolución de ETA político-militar en octubre de 1982. A cambio, en apenas año y medio, todos los polimilis que renunciaron a la violencia estaban en la calle. Ninguno de ellos volvió a empuñar las armas. Sin embargo, los polimilis que se opusieron a esa negociación ingresaron en ETA militar. Entre ellos, Arnaldo Otegi. Poco después, en el Parlamento Vasco, Onaindía se opuso públicamente a hacer ninguna concesión a ETA.

Durante un tiempo Onaindía abandonó la primera línea de la política para dedicarse a sus libros y a coordinar un Máster Universitario en Guion Cinematográfico junto a la Fundación Viridiana y su íntimo amigo Jorge Martínez Reverte. Escribió dos tesis doctorales: una dedicada al guion clásico de Hollywood y otra sobre la Ilustración española. El minucioso estudio de la Historia de España es lo que le llevó a darse cuenta de que no tenía sentido un partido de izquierdas que fuera únicamente de ámbito vasco. Uno de sus grandes méritos es haber conseguido que muchas personas fueran abandonando su sentimiento nacionalista para evolucionar hasta posiciones de izquierda democrática. Fue el artífice de la fusión de Euzkadiko Ezkerra -partido del que fue secretario general- con el Partido Socialista de Euskadi. Ahí culminó su "traición" a las esencias del nacionalismo vasco, que tampoco le perdonó.

"Jamás he visto un día tan hermoso y cruel", dijo Macbeth al llegar al bosque junto a Banquo. Algo similar debió de pensar Onaindía cuando ETA secuestró al joven edil Miguel Ángel Blanco. En las calles de Bilbao, a pleno sol, Onaindía acudió a manifestarse para defender la legalidad democrática y exigir a los asesinos que "conmutaran" la pena de muerte a un joven demócrata. Y allí mismo afirmó: "La inmensa mayoría de la gente que estuvo contra la dictadura franquista estamos ahora contra la dictadura de ETA. A ETA lo que mejor la define es ser la continuación del franquismo y del fascismo en Euskadi". Franco tuvo piedad con Onaindía y Uriarte. En cambio, Txapote, Amaia y Oker no la tuvieron con Blanco.

En sus últimos años Onaindía fue un activo militante de los movimientos cívicos contra ETA y el nacionalismo obligatorio. También fue miembro del Consejo Editor de EL MUNDO. Amenazado por la banda, vivió con escolta policial hasta que murió. Tiempo después de su muerte acudí a ver a su viuda, Esozi Leturiondo, para entregarle una fotografía que había en mi casa en la que el propio Mario aparecía en el patio de la cárcel de Cáceres posando junto a Teo Uriarte y José Luis Zalbide. Onaindía detestaba el oportunismo y siempre estuvo dispuesto a pagar el precio de su libertad. Decía que no todas las ideas eran respetables y tenía claro que debíamos condenar los medios que usaba ETA, pero también sus fines: "Esto que nos cuenta el nacionalismo de que los objetivos de ETA son legítimos y que los medios son incorrectos es falso. ETA es absolutamente coherente. ETA utiliza el terrorismo y plantea una guerra de exterminio contra los no nacionalistas, contra los constitucionalistas, porque su objetivo es una Euskadi totalitaria en la que los no nacionalistas no tengan sitio".

Jon Viar es cineasta y dramaturgo.

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